“¿Cómo diferenciar un relato de ciencia ficción de uno de aventuras, por ejemplo, cuando sub finem es tan intensamente aventura que deja pálidas las narraciones normales de este tipo? Evidentemente, un viaje a la Luna es ante todo una aventura de lo más emocionante, aparte de que sea otra cosa.
Yo he leído excelentes relatos de ciencia ficción que caen dentro de clasificaciones poco comunes, y que aportan un gran enriquecimiento al tema que han tocado. (…)
Cosa curiosa, era el género policíaco el que parecía más difícil de combinar con la ciencia ficción. Indudablemente, esto resulta chocante. Lo natural sería pensar que la ciencia ficción puede mezclarse fácilmente con lo policíaco. La ciencia en sí es casi un enigma, y un investigador científico es casi un Sherlock Holmes.
Y si queremos darle la vuelta a las cosas, ¿no existen novelas policíacas que hacen uso de la mentalidad científica? El Dr. Thorndyke, de R. Austin Freeman, es un ejemplo famoso y afortunado de detective científico (en el campo de la creación literaria).
Y, sin embargo, los escritores de ciencia ficción se sentían cohibidos frente a lo policíaco en la ciencia ficción.
A finales de los años 40 me explicaron por fin esto. Me dijeron que, «por su propia naturaleza», la ciencia ficción no jugaría limpio con el lector. (…)
O también podría hacer que su detective sacara un extraño aparato y dijera: «Como sabe, Watson, mi frannistán de bolsillo es perfectamente capaz de detectar cualquier joya oculta en un instante».
Tales argumentos no me impresionaron. Me parecía que los escritores de relatos policíacos corrientes (no de la variedad de ciencia ficción) podían ser igual de desleales con sus lectores. Podían ocultar deliberadamente una pista necesaria. Podían introducir un personaje adicional, surgido de la nada. Podían, sencillamente, olvidarse de algo a lo que habían estado dando gran relieve, y no volver a mencionarlo. Podían hacer cualquier cosa.
Sin embargo, el hecho es que no lo hacían. Respetaban la regla de ser leales al lector. Podían oscurecer pistas, pero no las omitían. Las líneas esenciales de pensamiento podían insinuarse de manera casual, pero se insinuaban. Al lector se le orientaba sin remordimientos hacia una dirección equivocada, se le despistaba y se le confundía, pero no se le engañaba.
Parecía, pues, fuera de toda duda, que los mismos principios habrían de aplicarse al relato policíaco de ciencia ficción. No se hacen surgir aparatos nuevos ante el lector para resolver con ellos el enigma. No se toma ventaja de la historia futura para introducir fenómenos ad hoc. De hecho, se han de explicar cuidadosamente todas las facetas del ambiente futuro con la suficiente antelación para que el lector tenga una razonable oportunidad de ver la solución. El detective de novela sólo puede hacer uso de hechos conocidos por el lector en el presente o de «hechos» del futuro ficticio, que han de ser expuestos cuidadosamente de antemano. Incluso se deben mencionar algunos hechos de nuestro presente si se van a utilizar… para asegurarse de que el lector se está dando cuenta del mundo que le rodea actualmente.
Una vez aceptado todo esto, no sólo resulta evidente que el relato policíaco de ciencia ficción es un género literario perfectamente admisible, sino que se hace evidente también que es mucho más divertido de escribir y de leer, ya que a menudo posee un fondo fascinante de por sí, aparte de la intriga.”
Leí este conjunto de relatos de Asimov nada más comprar el libro, es decir, hace más de treinta años, y no recuerdo haberlos releído.
Lo que sí recuerdo es el buen gusto que me dejaron… con independencia de lo joven que yo fuera entonces.
Créditos:
Portada y extracto de la Introducción de Estoy en Puertomarte sin Hilda y otros cuentos, de Isaac Asimov, según traducción de Antonio Alférez (revisada por Francisco Torres Oliver) , publicada como número 366 de la colección El libro de bolsillo, por Alianza Editorial, y tomados de la segunda edición, de 1976.
Yo he leído excelentes relatos de ciencia ficción que caen dentro de clasificaciones poco comunes, y que aportan un gran enriquecimiento al tema que han tocado. (…)
Cosa curiosa, era el género policíaco el que parecía más difícil de combinar con la ciencia ficción. Indudablemente, esto resulta chocante. Lo natural sería pensar que la ciencia ficción puede mezclarse fácilmente con lo policíaco. La ciencia en sí es casi un enigma, y un investigador científico es casi un Sherlock Holmes.
Y si queremos darle la vuelta a las cosas, ¿no existen novelas policíacas que hacen uso de la mentalidad científica? El Dr. Thorndyke, de R. Austin Freeman, es un ejemplo famoso y afortunado de detective científico (en el campo de la creación literaria).
Y, sin embargo, los escritores de ciencia ficción se sentían cohibidos frente a lo policíaco en la ciencia ficción.
A finales de los años 40 me explicaron por fin esto. Me dijeron que, «por su propia naturaleza», la ciencia ficción no jugaría limpio con el lector. (…)
O también podría hacer que su detective sacara un extraño aparato y dijera: «Como sabe, Watson, mi frannistán de bolsillo es perfectamente capaz de detectar cualquier joya oculta en un instante».
Tales argumentos no me impresionaron. Me parecía que los escritores de relatos policíacos corrientes (no de la variedad de ciencia ficción) podían ser igual de desleales con sus lectores. Podían ocultar deliberadamente una pista necesaria. Podían introducir un personaje adicional, surgido de la nada. Podían, sencillamente, olvidarse de algo a lo que habían estado dando gran relieve, y no volver a mencionarlo. Podían hacer cualquier cosa.
Sin embargo, el hecho es que no lo hacían. Respetaban la regla de ser leales al lector. Podían oscurecer pistas, pero no las omitían. Las líneas esenciales de pensamiento podían insinuarse de manera casual, pero se insinuaban. Al lector se le orientaba sin remordimientos hacia una dirección equivocada, se le despistaba y se le confundía, pero no se le engañaba.
Parecía, pues, fuera de toda duda, que los mismos principios habrían de aplicarse al relato policíaco de ciencia ficción. No se hacen surgir aparatos nuevos ante el lector para resolver con ellos el enigma. No se toma ventaja de la historia futura para introducir fenómenos ad hoc. De hecho, se han de explicar cuidadosamente todas las facetas del ambiente futuro con la suficiente antelación para que el lector tenga una razonable oportunidad de ver la solución. El detective de novela sólo puede hacer uso de hechos conocidos por el lector en el presente o de «hechos» del futuro ficticio, que han de ser expuestos cuidadosamente de antemano. Incluso se deben mencionar algunos hechos de nuestro presente si se van a utilizar… para asegurarse de que el lector se está dando cuenta del mundo que le rodea actualmente.
Una vez aceptado todo esto, no sólo resulta evidente que el relato policíaco de ciencia ficción es un género literario perfectamente admisible, sino que se hace evidente también que es mucho más divertido de escribir y de leer, ya que a menudo posee un fondo fascinante de por sí, aparte de la intriga.”
Leí este conjunto de relatos de Asimov nada más comprar el libro, es decir, hace más de treinta años, y no recuerdo haberlos releído.
Lo que sí recuerdo es el buen gusto que me dejaron… con independencia de lo joven que yo fuera entonces.
Créditos:
Portada y extracto de la Introducción de Estoy en Puertomarte sin Hilda y otros cuentos, de Isaac Asimov, según traducción de Antonio Alférez (revisada por Francisco Torres Oliver) , publicada como número 366 de la colección El libro de bolsillo, por Alianza Editorial, y tomados de la segunda edición, de 1976.
Yo tengo dos tomos que recopilan sus cuentos, entre los cuales hay algunos policíacos... y de ciencia ficción, por supuesto. Me gustan mucho. Los disfruto cada vez que los leo.
ResponderEliminarComo sabes, estoy ahora metida en una historia de ci-fi, razón por la que me has recomendado la lectura (re-lectura, en realidad, pues ya había pasado por esta página) de tu anotación, que vuelve a parecerme interesante.
Mi historia se desarrolla en dos épocas (¿o no?, que diría aquél). Seguro, seguro a finales del siglo XIX y principios del XX, pero para inspirarme y construir bien la parte relacionada con el futuro (o no, que diría de nuevo el otro), me llevo estos días de vacaciones "Preludio a la Fundación", así, además, empezaré a leer por donde debía haberlo hecho y no por donde lo hice. Lo cual me hubiera ahorrado tus burlas... ;-)
Por cierto, creo que esos fueron los primeros comentarios que dejaste en mi blog. ¡Cómo pasa el tiempo, eh!