Hace seis semanas se celebró la Jornada Mundial de las Misiones, más conocida como Domund.
Hace mucho tiempo, era habitual ver por las calles de España a numerosos niños, alumnos de los colegios, que iban por las calles con unas huchas pidiendo donativos para las Misiones. Las huchas tenían la forma de cabecitas de habitantes de aquellos lugares donde eran más habituales las misiones, África, Hispanoamérica y Asia.
A principios de año, creo recordar, recibí un correo en el que se incluía una imagen resultado de un fotomontaje que recordaba esa generosa disposición en le España de hace cincuenta años, y se completaba con la visión irónica resultante de los préstamos que países emergentes, y especialmente China, hacían entonces a España.
La imagen tiene su gracia, pero, precisamente, más por lo que no se ve que por lo que resulta evidente.
Y es que entonces, lo que se veía era el dinero para ayudar en el desarrollo de las misiones y de las personas entre las que se hallaban. Y lo que no se veía era el objeto de las misiones, es decir, propagar la palabra de Dios, la Buena Nueva.
Igualmente, ahora, se ve el préstamo financiero que se realizaba a España, pero no lo fundamental:
España se ha convertido en tierra de misión.
Hace mucho tiempo, era habitual ver por las calles de España a numerosos niños, alumnos de los colegios, que iban por las calles con unas huchas pidiendo donativos para las Misiones. Las huchas tenían la forma de cabecitas de habitantes de aquellos lugares donde eran más habituales las misiones, África, Hispanoamérica y Asia.
A principios de año, creo recordar, recibí un correo en el que se incluía una imagen resultado de un fotomontaje que recordaba esa generosa disposición en le España de hace cincuenta años, y se completaba con la visión irónica resultante de los préstamos que países emergentes, y especialmente China, hacían entonces a España.
La imagen tiene su gracia, pero, precisamente, más por lo que no se ve que por lo que resulta evidente.
Y es que entonces, lo que se veía era el dinero para ayudar en el desarrollo de las misiones y de las personas entre las que se hallaban. Y lo que no se veía era el objeto de las misiones, es decir, propagar la palabra de Dios, la Buena Nueva.
Igualmente, ahora, se ve el préstamo financiero que se realizaba a España, pero no lo fundamental:
España se ha convertido en tierra de misión.
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