“Comenzò la Orden Militar de los
Templarios en Jerusalèn cerca del año de 1118. à devocion de Hugo de Paganis,
Godofre de Sant-Omer , y otros siete Compañeros, cuyos nombres se ignoran, los
que se consagraron al servicio de Dios en forma de Canonigos Reglares, y
hicieron los Votos de Religión en manos del Patriarca de Jerusalèn: Balduino
Segundo, considerando el zelo de estos nueve Compañeros, les diò una Casa cerca
del Templo de Salomón, de donde ellos tomaron el nombre de Templarios, ò Cavalleros
de la Milicia del Temple.”
De este modo comienza su Dissertaciòn Primera
Origen de la Orden de los Templarios, el Licenciado Don Pedro Rodríguez Campomanes, en su obra Dissertaciones Historicas del Orden, y Cavalleria de los Templarios,
publicada en Madrid en 1747.
Acorde con lo establecido en la época, la
obra se inicia (aunque era lo último que se imprimía, lógicamente) con las
dedicatorias, diversos informes censores que permitían su impresión y divulgación,
cédulas y demás. Uno de los informes nos sirve a modo de crítica de la obra, y
de la moraleja histórica.
“Aprobaciòn del R.mo P.M.Fr. Manuel
Joseph de Medrano, del Orden de Predicadores, su Chronista General, Difinidor que
ha sido de su Provincia de España, y Prior de los Conventos de Zamora, Toro, y
Santo Thomas de Madrid.
De orden del señor Don Miguèl Gomez de
Escobar; Inquisidor Ordinario, y Vicario de esta Villa de Madrid, y su Partido,
leì con gustosa atencion el Libro intitulado: Dissertaciones Historicas del
orden de los Templarios, su Autor D. Pedro Rodríguez Campomanes, Abogado de los
Reales Consejos. Dixe con gustosa atencion, porque haviendome hecho cargo del
assumpto, uno de los mas criticos, que ofrecen la Historia Eclesiastica, y
Profana, y embelesado en el discretíssimo juicioso acierto con que le trata su
Autor, lo que empezò cuidado para obedecer, prosiguió gusto en la experiencia
de la erudita, y prudente crisi, con que se refieren los principios pequeños,
breve exaltacion, y lastimosa ruyna de esta desgraciada Orden, antes ornamento
ilustre de la Iglesia, y yà ejemplo infelìz de la arrebatada grandeza de las
cosas humanas, aun quando tocan el apice de la estimacion, y el aplauso por las
legitimas sendas del merito, y la virtud. Creo, que de ninguna variación de
fortunas puede con tanta propiedad decirse lo que como general aviso cantò el
Poeta. El esplendor de las circunstancias dichosas si se desluce con el abuso, llama
con mas violencia el precipio: no de otra suerte, que la altura grande impele
con mayor fuerza la caìda, quando falta la firmeza del cimiento.
Tuvo esta Orden su Origen en el reducido
numero de nueve Militares, que esforzados del noble, y glorioso empeño de asegurar
el camino, que conducia al Sepulchro de nuestroRedemptor, fuè elevandose
insensiblemente, y con brevedad increíble hasta la cumbre de la honra, y las
riquezas: Estas llamaron el desvanecimiento, que atraxo los defectos mas
abominables, hundiendose à su enorme peso la fama, el esplendor, y el nombre de
la Religión, poco antes virtuosa, y esclarecida.
Verdad es que no fuè tan universal la
infeccion, que no preservasse algunas Provincias, en que los Cavalleros
Templarios cumplieron las estrechas obligaciones de su Regla, sin decaer al
infausto extremo de la ociosa relaxacion, que castigò la silla Apostolica,
destruyendo su nombre, y su instituto. Tales fueron las de Castilla, Aragòn, y
Portugal, donde examinados con toda diligencia los procederes de sus Cavalleros
Templarios, ò resultaron enteramente libres, ò huvo muy pocos Reos de los
grandes, y torpes delitos, que inficionaron la Cabeza, y Miembros principales de
la Orden: bien que esta inocencia no bastò à eximirla de la abolucion
absolutoa, porque sus errores cortaron la esperanza al remedio en la univesal extension
del daño.
(…) El Autor de esta obra corre la pluma tan
delicadamente, que informando con juiciosa exactitud la substancia de esta
causa, dexa instruidos los Lectores en todos los accidentes que pueden desearse
para cabal inteligencia de sucesso tan exemplar, y tragico, poniendo à los ojos
la justa razon con que se extinguiò esta desgraciada Orden, testificando la
felicidad, y el honor de nuestra España, terreno fiel que resiste las
impresiones, que obscurecen en el candor de la Fè, y manchan la pureza de la Religión.
Igualmente atento el Autor à la verdad, y al respeto debido à la Suprema Cabeza
de la Iglesia, y à la honra que los Templarios de nuestra Reyno se merecieron,
conservando intacta la fragancia, y la belleza de las antiguas virtudes contra
las veneosas espinas, que afearon el dilatado cuerpo de su Instituto, expone el
merito de unos, y la justicia que condenò a los otros.
Funda quanto escrive en los Autores de
mejor nota, Nacionales, y Estrangeros; y como su profesion le enseña à ilustrar
las locuciones con los textos del Derecho, sigue este methodo en la Historia,
no porponiendo noticia, que no tenga à su favor los Escritores mas clasicos de
la Historia Esclesiastica, y Profana. El estilo es muy propio; elegante sin afectacion;
claro sin baxeza; y profundo sin obscuridad. Esta es la primera Obra que dà el
autor al Publico, y en ella manifiesta lo mucho que puede esperarse de un
Ingenio, que en pocos años supo adquirir el peso de la prudencia, y los
primores de la elegancia.
Por estos motivos, y no conteneer este
Tratado palabra, ò sentencia alguna, que se oponga à las verdades de nuestra
santa Fè, ò al candor de las buenas costumbres, me parece digno de la licencia
que solicita. Assi lo siento en este Convento de Santo Thomàs de Madrid, y
Marzo 12. de 1747.”
Todo esto viene derivado de que la pasada
semana pasé cerca del castillo de Montesa (sí, fue un año después),… pero el resto
de la historia lo dejaremos para otro momento.
Créditos:
Portada, extracto del informe emitido
por Fray Manuel Joseph de Medrano, en relación con la obra en cuestión, y primer párrafo de la misma, tomados de la edición facsímil de la de 1747, publicada en 1998 por París-Valencia.
Pues sí se me había pasado esta anotación, pero no; o no me había pasado desapercibida, pero sí. Quiero decir, ahora que vengo a buscar, toda curiosa, el objeto del merecido rapapolvo que me echas en tu correo, veo que sí había visto la anotación, pero la había dejado pendiente de lectura y respuesta. Luego..., pasó lo que pasó, que ya sabes que entre los días Pérez-Osa y los días Curra-Gobio, pues volvió su recuerdo al limbo y aquí estaba sin leer.
ResponderEliminarInteresante anotación, sí, pero escueta... ahora que tengo cierto libro con todos los detalles ;-))) jejeje.
Espero que ahora con el libro, abierto, te aclares algo más que en tu comentario ;-)
ResponderEliminarY no es escueta, sino el principio... de una serie a tu cargo, claro ;-)
Un saludo, templá.