domingo, 27 de marzo de 2011

Orden, concierto… y mi oído por ajustar

Hace mucho tiempo, comenté que estaba reorganizando mi biblioteca.

Sigo en ello.

En su momento, caragüevo comentó que el principal problema era encontrar sitio para poner los libros, lo que me sugirió “Y ahora, ¿dónde los pongo?”, título de la serie de anotaciones en las que comento mis últimas adquisiciones librescas.

Este sábado he pasado, camino de la concentración del Sí a la vida, por mi librería de cabecera… con el resultado habitual, lo que será objeto de una anotación propia.

El caso es que mientras departíamos sobre lo divino y lo humano, me comentaron que esta semana, tras el parón de Fallas en Valencia, los distribuidores habían retomado su frenética actividad de reparto de libros y novedades: 45 cajas han tenido que gestionar, albaranes, ajuste con los pedidos, correspondientes altas de los volúmenes en cuestión… y, sí, y buscarles acomodo en las ya d epor sí abarrotadas estanterías. Como me dijo Maribel, una de las libreras, “no hay problema, me gusta el Tetris”.

Lógicamente, se pasó a hablar sobre cómo organizar la biblioteca en casa, teniendo en cuenta que es un ser vivo, y que hay que establecer un criterio y un espacio que permita añadir las incorporaciones que se vayan produciendo posteriormente al establecimiento del ‘orden’ inicial.

En la librería de El Corte Inglés (al menos en el Centro que suelo frecuentar), está disponible una revista con el nombre Panorama de libros. Mercurio. En su número de este mes, figura una entrevista con Luis Mateo Díez titulada Héroes del fracaso, y que ya comentaré en su momento. La entrevista está ilustrada con la fotografía de tal escritor, delante de una estantería repleta de libros, supongo que en su casa.

El objeto final de esta anotación, pues, es enumerar, simplemente, algunos de los libros que se alcanza a distinguir:

Tom Jones, de Henry Fielding; La última tentación, de Nikos Kazantzakis; El diablo meridiano, de Luis Mateo Díez; Vértigo, de W.G. Sebald; Doktor Fautus, de Thomas Mann; El libro que Helga no llegará a leer, de Juan Retana; Las claves del arte expresionista, de Antonio Manuel González Rodríguez; Apuntes de La Habana, de Agustín García Simón; Liberalismo y Socialismo. La encrucijada intelectual de Stuart Mill, de Dalmacio Negro Pavón; De tu tierra, de Cesare Pavese; Teoría de la acción comunicativa, de Jürgen Habermas; Longitud, de Dava Sobel; Los principios de la matemática, de Bertrand Russell; Vanguardismo y crítica literaria en España, de Andrés soria Olmedo; Naufragios, de Julien Green; Cuentos, de Emilia Pardo Bazán; La leyenda del Santo Bebedor, de Joseph Roth; Tratado sobre los Vampiros, de Agustín Calmet; Palabras y sangre, de Giovanni Papini; La leyenda negra, de Joseph Pérez; El quinto en discordia, de Robertson Davies; Extramuros, de Jesús Fernández Santos; Viaje con Venus, de Angelos Terzákis; Los amigos de los amigos, de Henry James; Café Hugo, de Adolfo García Ortega; La cinta de Moebius, de Manuel Talens; La conciencia de Zeno, de Italo Svevo; Kashtanka: historia de un perrito, de Antón Chejov; Tragedia de la infancia, de Alberto Savinio; Escuchando al Prozac, de Peter D. Kramer; La luz fallida, de Rudyard Kipling; Cinefilia, de Álvaro del Amo;…

Todos estos títulos se encuentran en la misma estantería, más o menos juntos, por lo que uno se pregunta sobre el criterio de ordenación de los mismos.

Claro que, mientras me lo pregunto, me quedo sin ordenar mis libros…

Créditos:
Fotografía de Luis Mateo Díez, tomada del número de marzo de 2011 de Panorama de libros.Mercurio.

1 comentario:

  1. Con el traslado de mis libros desde casa de mi madre a la mía, me decidí a realizar una tarea que tenía en mente desde hace mucho y que nunca había comenzado: ir comprobando, libro a libro, que todos ellos estaban fichados y que todos los libros fichados estaban en mis estanterías. Empecé muy ufana. Luego..., un poco más lento. Después... (meses y meses después) lo retomé y ahí sigo.

    En cuanto al orden, en casa de mi madre sabía perfectamente dónde estaba cada libro (lo sabía incluso con los suyos), ahora la memoria empieza a fallarme. No sé si por culpa de la memoria, en sí, o por la nueva ubicación de los libros, que es relativamente reciente.

    En fin..., ánimo con el arduo trabajo de ordenar libros... ;-)

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