“Cuando Fernando retornó a Castilla, restableció el orden con firmeza y dejó a Cisneros manos libres para proseguir la expansión española en el norte de África, como una prolongación natural de la conquista de Granada. De acuerdo con esto, el cardenal organizó una milicia permanente y dispuso una flota que bajo el mando de Pedro Navarro se apoderó del Peñón de Vélez de la Gomera, en 1508, y un año después conquistó Orán, Bugía y Trípoli, y obtuvo el vasallaje de Tremecén, Argel y Túnez.”
“En 1525, en plena guerra entre España y Francia que culminaría en la batalla de Pavía, el sultán Solimán o Gran Turco, como también era llamado, envió un emisario al campo francés para proponer una alianza entre los dos soberanos. Después de Pavía y la prisión del rey Francisco I en Madrid, los esfuerzos diplomáticos de la corte francesa consiguen apuntalar el pacto entre París y Estambul.
Fue el antiguo comunero y trásnfuga español, Antonio Rincón, el artífice de este acuerdo y otros similares con reyes cristianos de Europa Oriental, que se sentían amenazados por el poder de Carlos V. (…)
En paralelo a estas gestiones se produce también el envío de la primera embajada francesa a Turquía. Una decisión que fue tomada por la reina madre poco después de la derrota de Pavía. El embajador francés llevó ricos presentes: un magnífico rubí, un cinturón dorado y cuatro candelabros de oro, pero ni él ni sus doce acompañantes llegaron nunca a Estambul. El pachá de Bosnia los hizo asesinar a todos cuando pasaban por su territorio para apoderarse de las riquezas que portaban. Pero esto no fue obstáculo para que la corte francesa enviara inmediatamente otra embajada dirigida por un noble croata al servicio de Francia, Jean Frangipani, portador de una carta de la regente y otra de Francisco I para el sultán y el gran visir Ibrahim, que había escondido en las suelas de sus botas. La carta pedía reparaciones por el asesintato del primer embajador, a lo que el sultán accedió de inmediato. (…)
En su carta al sultán, Francisco I le pedía que atacara al rey de Hungría mientras él guerreaba con Carlos V. Frangipani propuso también al sultán organizar una expedición para «liberar al rey» preso en España. El sultán accedió a todo y su respuesta le llegó a Francisco I poco después de firmar el tratado de Madrid, que luego impugnó traidoramente, cuando ya estaba a salvo en Francia.
La alianza de Solimán con Francia rompió el frente cristiano de Europa y en este sentido la estrategia del Gran Turco tuvo pleno éxito. Después de Francisco I fueron los príncipes protestantes quienes buscaron la ayuda de Turquía en su lucha contra Carlos V. El enviado del sultán, Muharren Savus, se entrevistó con muchos de ellos para prometerles apoyo. Hay una carta de Solimán, fechada en mayo de 1522 en la que se manifiesta con claridad que el Elector de Sajonia, el duque de Prusia y demás príncipes protestantes de Alemania «no tienen nada que temer» de Turquía. Solimán estudió la posibilidad de ayudar directamente a Lutero, y tras incitar a los protestantes alemanes a colaborar con Francisco I contra Carlos V, terminó apoyando a los calvinistas de Hungría y Transilvania.
Carlos V entendió bien el riesgo enorme que para su Imperio suponía el entendimiento entre turcos y protestantes, y esa fue una importante razón por la que terminó admitiendo los derechos de los príncipes protestantes en la Dieta de Augsburgo (octubre de 1555), lo que terminó de quebrar definitivamente la unidad católica en los dominios imperiales. La escisión entre la España católica y la Alemania protestante fue en gran parte obra de Turquía, como reconocen hoy algunos historiadores.”
Todo esto es Historia, claro, y no tiene nada que ver con la expansión del Islam, con Francia ni con Trípoli, claro.
Aunque Roberto Centeno no opine lo mismo.
Actualización del 30 de marzo: Parece que en Estados Unidos empiezan a pensar, un poco, como don Roberto.
Créditos:
Extractos del capítulo 1. Dos imperios frente a frente (pp. 30-31) y del capítulo 2. La ofensiva turca (pp. 44-46), de La guerra del Turco. España contra el Imperio Otomano. El choque de dos gigantes, de Fernando Martínez Laínez, editado por EDAF en su colección Clío. Crónicas de la Historia.
Ilustración reflejando a Francisco I y Carlos V, y retrato de Solimán el Magnífico, tomados del referido libro.
“En 1525, en plena guerra entre España y Francia que culminaría en la batalla de Pavía, el sultán Solimán o Gran Turco, como también era llamado, envió un emisario al campo francés para proponer una alianza entre los dos soberanos. Después de Pavía y la prisión del rey Francisco I en Madrid, los esfuerzos diplomáticos de la corte francesa consiguen apuntalar el pacto entre París y Estambul.
Fue el antiguo comunero y trásnfuga español, Antonio Rincón, el artífice de este acuerdo y otros similares con reyes cristianos de Europa Oriental, que se sentían amenazados por el poder de Carlos V. (…)
En paralelo a estas gestiones se produce también el envío de la primera embajada francesa a Turquía. Una decisión que fue tomada por la reina madre poco después de la derrota de Pavía. El embajador francés llevó ricos presentes: un magnífico rubí, un cinturón dorado y cuatro candelabros de oro, pero ni él ni sus doce acompañantes llegaron nunca a Estambul. El pachá de Bosnia los hizo asesinar a todos cuando pasaban por su territorio para apoderarse de las riquezas que portaban. Pero esto no fue obstáculo para que la corte francesa enviara inmediatamente otra embajada dirigida por un noble croata al servicio de Francia, Jean Frangipani, portador de una carta de la regente y otra de Francisco I para el sultán y el gran visir Ibrahim, que había escondido en las suelas de sus botas. La carta pedía reparaciones por el asesintato del primer embajador, a lo que el sultán accedió de inmediato. (…)
En su carta al sultán, Francisco I le pedía que atacara al rey de Hungría mientras él guerreaba con Carlos V. Frangipani propuso también al sultán organizar una expedición para «liberar al rey» preso en España. El sultán accedió a todo y su respuesta le llegó a Francisco I poco después de firmar el tratado de Madrid, que luego impugnó traidoramente, cuando ya estaba a salvo en Francia.
La alianza de Solimán con Francia rompió el frente cristiano de Europa y en este sentido la estrategia del Gran Turco tuvo pleno éxito. Después de Francisco I fueron los príncipes protestantes quienes buscaron la ayuda de Turquía en su lucha contra Carlos V. El enviado del sultán, Muharren Savus, se entrevistó con muchos de ellos para prometerles apoyo. Hay una carta de Solimán, fechada en mayo de 1522 en la que se manifiesta con claridad que el Elector de Sajonia, el duque de Prusia y demás príncipes protestantes de Alemania «no tienen nada que temer» de Turquía. Solimán estudió la posibilidad de ayudar directamente a Lutero, y tras incitar a los protestantes alemanes a colaborar con Francisco I contra Carlos V, terminó apoyando a los calvinistas de Hungría y Transilvania.
Carlos V entendió bien el riesgo enorme que para su Imperio suponía el entendimiento entre turcos y protestantes, y esa fue una importante razón por la que terminó admitiendo los derechos de los príncipes protestantes en la Dieta de Augsburgo (octubre de 1555), lo que terminó de quebrar definitivamente la unidad católica en los dominios imperiales. La escisión entre la España católica y la Alemania protestante fue en gran parte obra de Turquía, como reconocen hoy algunos historiadores.”
Todo esto es Historia, claro, y no tiene nada que ver con la expansión del Islam, con Francia ni con Trípoli, claro.
Aunque Roberto Centeno no opine lo mismo.
Actualización del 30 de marzo: Parece que en Estados Unidos empiezan a pensar, un poco, como don Roberto.
Créditos:
Extractos del capítulo 1. Dos imperios frente a frente (pp. 30-31) y del capítulo 2. La ofensiva turca (pp. 44-46), de La guerra del Turco. España contra el Imperio Otomano. El choque de dos gigantes, de Fernando Martínez Laínez, editado por EDAF en su colección Clío. Crónicas de la Historia.
Ilustración reflejando a Francisco I y Carlos V, y retrato de Solimán el Magnífico, tomados del referido libro.
Quo vadis, Europa?
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