A pesar de lo sucedido y ya comentado, con el final de febrero, pasaba cerca, entré en mi librería de cabecera.
Nada más entrar, mientras miraba qué se encontraba sobre la primera mesa de novedades, sonó el teléfono de la tienda:
“- Esther, es para ti.
- París-Valencia, dígame.
(…)
- Es tu padre, ¿quieres hablar con él?
- Bueno. París-Valencia, dígame.”
Y así pude atender un encargo que quería hacer mi padre a nuestra librería de cabecera.
Por mi parte, cogí un par de libros, pues ya Esther me había avisado de que tenía algunos libros de la anterior lista.
Camino del mostrador donde ya se encontraba ella, con los libros (ella con los suyos, yo con los míos), pasé junto a las mesas de saldos. Y vi la luz.
En la mesa de libros saldados por las editoriales, a un precio de 3,95 euros, había uno que yo no tenía, era de César Vidal… y no lo compré.
Créditos:
Portadas de libros que sí compré.
Nada más entrar, mientras miraba qué se encontraba sobre la primera mesa de novedades, sonó el teléfono de la tienda:
“- Esther, es para ti.
- París-Valencia, dígame.
(…)
- Es tu padre, ¿quieres hablar con él?
- Bueno. París-Valencia, dígame.”
Y así pude atender un encargo que quería hacer mi padre a nuestra librería de cabecera.
Por mi parte, cogí un par de libros, pues ya Esther me había avisado de que tenía algunos libros de la anterior lista.
Camino del mostrador donde ya se encontraba ella, con los libros (ella con los suyos, yo con los míos), pasé junto a las mesas de saldos. Y vi la luz.
En la mesa de libros saldados por las editoriales, a un precio de 3,95 euros, había uno que yo no tenía, era de César Vidal… y no lo compré.
Créditos:
Portadas de libros que sí compré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario