sábado, 12 de marzo de 2011

Leyendo de un par de películas

Hace tiempo, en un blog amigo, pudimos leer la afortunada expresión de Guido Finzi cuando, sobre una novela, nos comentó que “yo sólo leí la película”.

Hay ocasiones en que las adaptaciones cinematográficas mejoran los relatos en que se basan. Tranquilos, no es éste el tema de la anotación de ahora, salvo en lo que respecta a momentos o escenas concretos.

Hace muchos años leí, tras haber visto la película (la original, se entiende), El planeta de los simios. Una de las escenas de la película más decisivas para el desarrollo argumental es el momento en el que Taylor, el protagonista humano, ante un numeroso grupo de chimpancés que lo han conseguido recapturar tras su fuga, ¡habla!



En la novela, en un entorno muy distinto, aunque también prisionero de los primates, Ulises Mérou, el protagonista, nos relata cómo fue la primera vez que habló ante unos simios:
El [gorila] que me traía la comida no tenía aspecto de malo. Al ver mi tranquilidad, incluso me dio un golpecito en la espalda, en un gesto amistoso. Yo lo miré fijamente y luego, llevándome la mano al pecho me incliné ceremoniosamente. Al levantar la cabeza, vi en su semblante una viva expresión de sorpresa. Entonces le sonreí poniendo en la sonrisa toda mi alma. Estaba a punto de salir y se detuvo desconcertado profiriendo una exclamación. Por fin había logrado hacerme notar. Queriendo confirmar mi éxito a base de desplegar toda mi capacidad, pronuncié, con bastante estupidez, la primera frase que me pasó por la cabeza:
- ¿Cómo está usted? Soy un hombre de la Tierra. He hecho un largo viaje.
El sentido no tenía importancia. Bastaba hablarle para revelarle mi verdadera naturaleza. Ciertamente, había logrado mi objetivo. Nunca la cara de un mono reflejó tanta sorpresa. Se quedó sin respiración y con la boca abierta, igual que su compañero. Los dos empezaron una rápida conversación en voz baja, pero el resultado no fue el que yo esperaba. Después de haberme observado con aire suspicaz, el gorila retrocedió rápidamente, salió de la jaula y la cerró con mayor cuidado que antes. Los dos monos se giraron entonces mutuamente y empezaron a reir a grandes carcajadas. Yo debía ser para ellos un fenómeno verdaderamente único porque no acababan de regocijarse a mis expensas. Lloraban de tanto reir y uno de ellos tuvo que dejar en el suelo la marmita que llevaba para sacar el pañuelo.


Años más tarde leí, y he visto las películas en su momento, El señor de los anillos. Uno de los momentos importantes en El retorno del Rey es cuando se abre la Puerta Negra.
Los tambores redoblaron, y las hogueras se encendieron. Los poderosos batientes de la Puerta Negra se abrieron de par en par, y una gran hueste se precipitó como las aguas turbulentas de un dique cuando levantan una compuerta.
Los Capitanes del Oeste volvieron a montar y se retiraron al galope, y un aullido de burlas brotó del ejército de Mordor. Una nube de polvo oscureció el aire, y desde las cercanías vino marchando un ejército de Hombres del Este que había estado esperando la señal oculto entre las sombras del Ered Lithui, junto a la torre más distante. De las colinas que flanqueaban el Moranon se precipitó un torrente de orcos. Los hombres del Oeste estaban atrapados, y pronto en aquellos montes grises unas fuerzas diez y más veces superiores los envolverían en un mar de enemigos. Sauron había mordido la carnada con mandíbulas de acero.
Poco tiempo le quedaba a Aragorn para preparar la batalla. En una misma colina estaban él y Gandalf, y allí enarbolaron el estandarte, hermoso y desesperado del Árbol y las Estrellas. En la colina opuesta flameaban los estandartes de Rohan y de Dol Amroth, Caballo Blanco y Cisne de Plata. Un círculo de lanzas y espadas defendía las dos colinas. Pero al frente, en dirección a Mordor, allí donde esperaban la primera embestida violenta, estaban los hijos de Elrond a la izquierda, rodeados por los Dúnedain, y a la derecha el Príncipe Imrahil con los apuestos caballeros de Dol Amroth, y algunos hombres escogidos de la Torre de la Guardia.
Soplaba el viento, cantaban las trompetas, y las flechas gemían; y el sol que ahora subía hacia el sur estaba empañado por los vapores infectos de Mordor; brillaba remoto, tétrico y bermejo, como a la hora postrera de la tarde, o a la hora postrera de la luz del mundo. Y a través de la bruma cada vez más espesa llegaron con sus voces frías los Nazgûl, gritando palabras de muerte. Y entonces la última esperanza se desvaneció.


En parte, lo que sigue es cómo se vio cinematográficamente, en parte, lo descrito.



Ahora ya sólo queda, si se quiere, comparar.

Nota:
Se admiten pedidos para intentar traer a estas páginas dicotomías similares. Serán atendidos por riguroso orden de… atención.

Créditos:
Portada y transcripción parcial del capítulo XII, de El planeta de los simios, de Pierre Boulle , según traducción de Joaquín Rodríguez, publicado como número 436 de la colección Reno, de Ediciones G.P., tomadas de la tercera edición, de mayo de 1977.

Portada y transcripción parcial del capítulo 10 La Puerta Negra se abre, del Libro Quinto, primero de El retorno del Rey, tercer volumen de El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien, según la traducción de Matilde Horne y Luis Domènech, publicado por Minotauro, tomadas de la sexta reimpresión de la obra, de junio de 1985.

4 comentarios:

  1. Me hiciste acordar que, hace poco, leí "El exorcista", de William Peter Blatty.

    Un saludo, y gracias por la referencia

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  2. Pero casi nunca las pelis son mejores que los libros, ¿no crees?

    Thanks por considerar a Finis Terrae un blog amigo. Éste de los platos también le cae bien a Finis ;-)

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  3. Yo no tengo tan claro que las películas sean peores que los libros, son diferentes lenguajes y muchas veces es difícil hacer la comparación. Me han dejado "Lo que queda del día" cuya versión cinematográfica es excelente. Cuando lea el libro podré decir algo más en este caso particular. Hay muchas novelas que sabemos que existen por la película, si no, hubiesen pasado sin pena ni gloria.

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  4. En realidad el tema de la anotación no es el del binomio película-obra literaria, en general, sino en el caso particular de cómo se modifican éstas para volcarlas con el lenguaje más propio de aquéllas: está claro que, en una sala de cine, impacta más la versión de la película simiesca que la estrictamente literaria, cuya lectura nos muestra otras cosas (por ejemplo, cómo los gorilas ríen hasta llorar); en cambio, el discurso de Aagorn de la película no hubiera desentonado en la obra de Tolkien.

    Guido: tras el rollo anterior, y teniendo en cuenta que yo no he leído la obra, y que la película la vi en su momento, no te sé decir si hay alguna escena que muestre las dos formas distintas de resolver dramáticamente un determinado momento.

    Pero lo dicho, si a alguien se le ocurre alguna escena de este tipo, aquí estamos (mientras, a ver si consigo recordar alguna otra).

    Un saludo a todos.

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