Finalizando este día tan especial, iniciado en latín, ofrecemos la traducción de lo acaecido en versión de José Jiménez Lozano.
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- Y ahora ¿adónde irán que los acojan? –dijo la otra criadita.
Y entonces fue cuando acudió a avisar a su tía la demandadera para que los ayudase. Pero no sabía si bia a llegar a tiempo, antes de que se los tragase la noche. Y también al niño que tenía que nacer.
(…)
Ni se sabía por dónde había entrado allí aquella mujer. Aunque recordaban, desde luego, que ella era la que les había indicado el establo para su refugio, cuando se los encontró después de haber estado ellos tiempo y tiempo esperando a la puerta de la posada en cuanto llegaron a Belén, y luego de haber recorrido el pueblo entero pidiendo cualquier cobijo. Y se los encontró completamente deshechos, y también abatidos, porque se acercaba ya el momento de nacer el niño y no encontraban aquellos padres ni un colgadizo que les diera un techo y un amparo; así que, aunque dudaron un poco, aceptaron, y ella les acompañó hasta la puerta del establo, diciendo que volvería en un instante, que se fuesen acomodando, y ya verían que, aunque se trataba de un establo, no era tan mal sitio como podía parecerles.(…)
Pero iban María y José tan rendidos, y hacía un tal calorcillo allí dentro en aquella cuadra, que les debió de parecer un lugar maravilloso en cuanto entraron, y luego ya, apenas se sentaron un momento, habían debido de quedarse dormidos.
(…)
Pero en ese momento, se despertó la señora que iba a ser la madre del niño, aunque ella misma era una niña casi, y ella, la disponedora, dijo a José que la atendiera, que ya iba a dar a luz la señora, y que los iba a dejar solos, después de poner allí una colchoneta de paja para ella y otra de heno buen calentito para el niño en uno de los pesebres que parecía propiamente una cuna. Pero que si, la señora la necesitaba, que la llamase. Y luego dijo al buey y a la asnilla:
(…)
Pero en ese momento, se despertó la señora que iba a ser la madre del niño, aunque ella misma era una niña casi, y ella, la disponedora, dijo a José que la atendiera, que ya iba a dar a luz la señora, y que los iba a dejar solos, después de poner allí una colchoneta de paja para ella y otra de heno buen calentito para el niño en uno de los pesebres que parecía propiamente una cuna. Pero que si, la señora la necesitaba, que la llamase. Y luego dijo al buey y a la asnilla:
- Y vosotros, a respirar fuerte que ya os he echado buen pienso.
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(…)
Sólo que, cuando volvió a entrar, ya había nacido el Niño, que era una divinidad, y miraba con unos ojos que se le comían a quien miraba y le ponían la alegría del mundo en el corazón.”
Sólo que, cuando volvió a entrar, ya había nacido el Niño, que era una divinidad, y miraba con unos ojos que se le comían a quien miraba y le ponían la alegría del mundo en el corazón.”
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