jueves, 25 de diciembre de 2008

Una lozana traducción

Finalizando este día tan especial, iniciado en latín, ofrecemos la traducción de lo acaecido en versión de José Jiménez Lozano.

Bajó [el posadero] las escalerillas de la puerta de la posada y se dirigió al rinconcillo del patio donde ellos estaban. Su esposa y las criaditas miraban la escena desde una ventana y se sentían muy contentas, porque al poco rato de estar mirando, ellos se levantaron, y entonces ellas tres se precipitaron hacia dentro de casa para recibir a aquella familia. Sólo que, como tardaban un poco en entrar allí los forasteros, ellas volvieron a asomarse a la ventana, y lo que vieron fue que aquella pareja, con la cabeza baja, y andando muy despacio y trastabillando, salía ya por la puerta de la tapia que rodeaba el patio. Y ellas se quedaron paradas mirando a esa puerta por donde habían salido, mirando a lo oscuro con los ojos empañados en lágrimas.

- Y ahora ¿adónde irán que los acojan? –dijo la otra criadita.

Y entonces fue cuando acudió a avisar a su tía la demandadera para que los ayudase. Pero no sabía si bia a llegar a tiempo, antes de que se los tragase la noche. Y también al niño que tenía que nacer.
(…)
Ni se sabía por dónde había entrado allí aquella mujer. Aunque recordaban, desde luego, que ella era la que les había indicado el establo para su refugio, cuando se los encontró después de haber estado ellos tiempo y tiempo esperando a la puerta de la posada en cuanto llegaron a Belén, y luego de haber recorrido el pueblo entero pidiendo cualquier cobijo. Y se los encontró completamente deshechos, y también abatidos, porque se acercaba ya el momento de nacer el niño y no encontraban aquellos padres ni un colgadizo que les diera un techo y un amparo; así que, aunque dudaron un poco, aceptaron, y ella les acompañó hasta la puerta del establo, diciendo que volvería en un instante, que se fuesen acomodando, y ya verían que, aunque se trataba de un establo, no era tan mal sitio como podía parecerles.

Pero iban María y José tan rendidos, y hacía un tal calorcillo allí dentro en aquella cuadra, que les debió de parecer un lugar maravilloso en cuanto entraron, y luego ya, apenas se sentaron un momento, habían debido de quedarse dormidos.
(…)
Pero en ese momento, se despertó la señora que iba a ser la madre del niño, aunque ella misma era una niña casi, y ella, la disponedora, dijo a José que la atendiera, que ya iba a dar a luz la señora, y que los iba a dejar solos, después de poner allí una colchoneta de paja para ella y otra de heno buen calentito para el niño en uno de los pesebres que parecía propiamente una cuna. Pero que si, la señora la necesitaba, que la llamase. Y luego dijo al buey y a la asnilla:

- Y vosotros, a respirar fuerte que ya os he echado buen pienso.

Luego salió del establo y, a la luz de una candileja, se puso a coger un poco de leña que tenía amontonada junto a una de las paredes del establo; y, a poco, en medio de la noche oscura, al alzarse en su tarea y mirar hacia el cielo, vio como un relámpago o centella que caía sobre el tejado del establo, y luego lo iluminaba como si lo hubiera incendiado. Pero ni le dio tiempo a reaccionar, y ya no estaba segura de si lo que la había deslumbrado no habría sido la lamparilla de aceite del farol, que llevaba y que se había apagado.
(…)
Sólo que, cuando volvió a entrar, ya había nacido el Niño, que era una divinidad, y miraba con unos ojos que se le comían a quien miraba y le ponían la alegría del mundo en el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario