jueves, 25 de diciembre de 2008

Desde el púlpito...

Hace unos días hice referencia a la obra Asesinato en la Catedral, de T.S. Eliot.

Hoy recordaremos, en versión de dicha obra (tomado del Intermedio, o Prédica del Arzobispo Tomás Becket, en la Catedral de Canterbury), el sermón del Arzobispo, “en la mañana de Navidad de 1170”.

Y pensad ahora por unos momentos en el significado de la palabra «paz». ¿Os parece extraño que los ángeles anunciaran la paz, cuando el mundo ha estado incesantemente azotado por la guerra o el temor de la guerra? ¿Creéis que las voces angélicas erraron y la promesa no fue sino decepción y engaño?

Reflexionad ahora cómo Nuestro Señor Jesucristo mismo habló de la paz. Dijo a sus discípulos: «Mi paz os dejo, mi paz os doy.» ¿Entendían la paz tal como nosotros la entendemos? ¿El reino de Inglaterra en paz con sus vecinos, los barones en paz con el rey, el padre de familia pudiendo contar en paz sus ganancias, su hogar limpio, su mejor vino para el amigo que ha sentado a su mesa y su mujer cantando a los hijos? Pero aquellos que fueron sus discípulos ignoraron estas cosas. Marcharon a extrañas tierras, padecieron incontables sufrimientos en tierra y mar, conocieron el tormento, la prisión y las desilusiones, y sufrieron muerte en el martirio. ¿A qué, entonces, se refería el Señor? Pero si me preguntáis esto, no olvidéis que Él también dijo: «La paz que os doy no es la paz que os da el mundo.» De modo que Él dejó la paz a sus discípulos, mas no la paz del mundo.

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