lunes, 29 de diciembre de 2008

... hasta el altar

A principios de diciembre de 1170, Enrique II Plantagenet, en referencia a Tomás Becket, arzobispo de Canterbury (quien por oponerse a la política del rey había estado durante cuatro años exiliado en Francia, y justo antes de regresar a Inglaterra, había dictado medidas eclesiásticas contra aquellos de la Iglesia que habían apoyado dicha política); Enrique II, digo, pronunció ante su corte, en uso de su real libertad de expresión, la frase: “¿No hay nadie entre mis servidores que vengue la afrenta que me inflinge este miserable sacerdote?

Mera pregunta retórica, como puede suponerse.

Mera coincidencia que posteriormente, el día 29 de diciembre, cuatro caballeros del séquito real, en la catedral de Caterbury, y al pie del altar, asesinaran al arzobispo.

Una vidriera de la misma Catedral de la que era arzobispo, recuerda este hecho, que le hizo merecedor de la palma del martirio.

Lo que no sé, es por qué extraño mecanismo mental, me ha venido a la memoria unas declaraciones (a las que nadie ha hecho mayor caso), y otras manifestaciones, las cuáles sí han creado escuela.

Lo que me recuerda el chiste del pastor, el tren y la juguetería (pero, por desgracia, no estamos contando chistes).

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