El pasado sábado fui con mi hijo a la
peluquería, y mientras esperaba mi turno, eché un vistazo a una de las revistas
que tenían allí, en concreto, el número de febrero de ELLE.
Me encontré con un artículo de María Dueñas (que luego vi que era articulista habitual), en el que comentaba cosas
de hábitos de lectura, y contaba una anécdota de Ian McEwan.
Se ve que el mozo cierto día, y ante el
problema de espacio en casa para disponer adecuadamente los libros (no sé de qué
me suena esto), agravado por el hecho de tener varias obras repetidas en número
caprichoso, cargó con lo primero que pudo, dirigió sus pasos a Saint James’s
Park (ventajas de estar en Londres), y comenzó a ofrecer sus libros a todos con
cuantos se cruzaba.
La experiencia fue un éxito sociológico:
caras de agrado y de extrañeza, simpatía y malhumor, amable aceptación y cortés
rechazo (y no tan cortés),… Hubo quienes, incluso, querían más… y lo tuvieron;
y quienes pidieron títulos concretos, aunque ya no sé el resultado de sus
demandas.
Lo que no le extrañó fue que la mayoría
de las personas que aceptaron los libros eran mujeres.
Hábito lector que, por cierto, ha sido recordado
esta tarde.
Créditos:
Detalle de una fotografía de una ardilla
en medio de la pradera de Saint Jame’s Park, de Londres, una tarde soleada de
octubre de 2006, del autor.
Reconozco no saber de Ian McEwan más que que tiene un curioso parecido con David Carradine, ya que, parafraseando a cierta modelo, no he tenido la suerte de leerle. Tras conocer esta anécdota, me ha caído simpático: me impongo la tarea de leer alguna de sus obras cuanto antes.
ResponderEliminarAbrazos.
Alawen: De lo primero no puedo opinar; en lo último, coincidimos (de hecho, tenía un libro suyo en lista, y ahora ya está en la balda).
ResponderEliminarUn saludo.