“Andando todavía sobrado
de tiempo, se detenía ante cualquier escaparate que le saliera al paso, de modo
que poco puede extrañarnos que pareciera extasiarse en cierto momento ante el
perteneciente a una papelería. Pero golpeó de pronto el suelo con el pie al contemplar
ciertos cuadros allí expuestos, exclamando con vivo gesto de sorpresa:
- ¡Demonios! ¡Hubiera
sido capaz de olvidarlo si no llego a fijarme en esto!
Acababa de llamarle tan
poderosamente la atención un cuadro profusamente coloreado, donde aparecían dos
corazones que, atravesados por una misma flecha, se asaban sobre una llameante
hoguera; una pareja de caníbales vestidos a la moderna, él con casaca azul y
blancos pantalones, y ella con abrigo y sombrilla encarnados, se dirigían muy
interesados hacia aquel banquete a través de un sinuoso camino, mientras un
joven harto despreocupado, que llevaba como única vestimenta un par de alas,
soplaba sobre el fuego. La vaga silueta de la iglesia de Langhan servía de
fondo al dibujo, que podía ser obtenido solamente por dieciocho peniques el
ejemplar, según rezaba un cartel que, además, recordaba que el establecimiento
contaba con gran surtido de modelos semejantes con motivo de la festividad de
San Valentín, dedicada a los novios.”
Como puede verse, ya en
1836 se ‘celebraba’ a San Valentín como patrón o día de los enamorados, con
independencia de cualquier consideración a Rodolfo Valentino muchos años después
(aunque en Estados Unidos, y no en Inglaterra, claro). Se observa, igualmente,
que el gusto en los dibujos alusivos tampoco es que haya mejorado mucho.
Por eso, agrada ver,
paseando por las calles, la sencillez e ilusión de algunos desconocidos (e
imaginarse, tal vez, el sonrojo de otras).
Créditos:
Extracto del Capítulo XXXIII
de la obra de Charles Dickens Los papeles póstumos del Club Pickwick, según
traducción de A. Ferrer, en edición de diciembre de 1973 de Editorial Bruguera,
como número 119 de su colección Libro Clásico (pág. 503).
Fotografía de una
declaración (con corazón) pintada en una acera de Valencia, de este febrero,
del autor.
Yo publiqué hoy una efeméride en honor de Gutenberg porque, al fin y al cabo, lo mío con los libros es también una historia de amor...
ResponderEliminar;-)
Pues sí, también está bien mirado.
ResponderEliminarMe sigue encantado Sam Weller, desde cualquier punto de vista. Mañana empiezo con Pickwick, ya que estaré privada de vuestra compañía bloguera hasta el lunes...
ResponderEliminarVeo que la frase final llama un poco al equívoco, pues no se sabe bien si lo que es del autor es la fotografía o la declaración de amor... Es broma...
PS: A ese corazón le falta una flecha, (ya salió la deformación profesional...)