sábado, 11 de febrero de 2012

Se acerca el día de los ¿hacendosos?

El pasado sábado recogí una carta en Correos. La señora me había vuelto a escribir.

La emoción nuevamente me embargó (sólo el ánimo, de momento). Más aún al tratarse de las fechas que son, vísperas del gran día de los enamorados. Tanto, que tardé días en abrirla, indeciso aun impaciente, convencido si bien temeroso; una mezcla de sentimientos contradictorios se arremolinaba en mi corazón (¿o era en la cartera, pues la llevo en ese bolsillo de la camisa?).

Finalmente, como Henry Higgins, ¡lo conseguí! Abrí la carta, quiero decir. Y la leí.

Una letra pulcra y firme, resumía la impresión que le había causado. Las expresiones, sencillas pero ajustadas, no daban opción a la duda; la esperanza, como bien se sabe, es otra cosa.

Su sinceridad me aturdió, y decidí acercarme por su casa, en una irrefrenable pasión por… por reconocer la realidad. Aunque…

No me devolvió el rosario de mi madre, podría decirse, pero sí muchas de sus cuentas.

Me parece que, a pesar de todo, aún seguirá queriendo algo de mí.

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