Hace un año publiqué una anotación sobre algo que había sucedido tal día como hoy (y como el de hace un año, claro). El problema es que me extendí demasiado sobre otro tema y tuve que concluir de la siguiente guisa:
“Pero en realidad, quería comentar algo sobre cierta efemérides del día (en concreto, del de hace 70 años), pero se me ha hecho tarde.”
(Había un estrambote final, que, espero, ahora no proceda).
(Tras esta introducción, entremos en faena)
“No hubiera creído nadie que las cosas humanas fueran observadas en los últimos años del siglo XIX aguda y atentamente por inteligencias superiores a la del hombre y mortales como la de éste.”
Esto es lo que publicó Herbert George Wells en 1898, según la edición de zero-zyx de marzo de 1979 en su colección Biblioteca «Promoción del Pueblo», con una introducción de Víctor Claudín.
Estas palabras se hicieron famosas cuarenta años después, o lo habían sido cuarenta y un años antes, según se vea. De hecho, la introducción de Claudín comienza recordándonos ese acontecimiento:
“Un día de octubre de 1938, exactamente a las 20,00 horas del 30, una emisora de radio neoyorkina, la Columbia Broadcasting System, (CBS), lanzaba a las hondas (sic) un programa que marcaría un hito en la historia radiofónica.”
Esa emisión, naturalmente, tenía un guión, que, conviene señalar, no era obra de quien se llevó la fama por la emisión. Aquél era de Howard Koch, y consistía en una adaptación radiofónica de la novela de Wells; éste era el director del Mercury Theatre y primer actor del grupo, y respondía al nombre de George Orson Welles.
“Hoy sabemos que en los primeros años del siglo XX nuestro mundo estaba siendo observado por unos seres más inteligentes que el hombre y sin embargo igual de letales.”
Estas fueron las primeras palabras de Orson Welles esa famosa noche, según la traducción de Carlos Reyles, en edición del año 2005 de Abada Editores en su colección Voces.
La adaptación estaba estructurada, como la novela, en dos partes. La que causó más impacto, lógicamente, fue la primera. Y no era para menos: justo antes del intermedio lo que se oía eran los intentos desesperados de un operador de radio para establecer comunicación con Nueva York.
“¿Hay alguien ahí?”. Estas palabras todavía consiguen transmitir la desesperación de quien ve cómo poco a poco quienes tendrían que estar en primera fila combatiendo al enemigo dejan de responderle, y se da cuenta de que le llega el turno de saltar a esa primera fila de combate.
Los ecos de estas palabras, setenta y un años después, siguen resonando ahora, sin respuesta clara, no en las llanuras de Nueva Jersey o en las calles de Nueva York, sino en la séptima planta de Génova, 13.
“Pero en realidad, quería comentar algo sobre cierta efemérides del día (en concreto, del de hace 70 años), pero se me ha hecho tarde.”
(Había un estrambote final, que, espero, ahora no proceda).
(Tras esta introducción, entremos en faena)
“No hubiera creído nadie que las cosas humanas fueran observadas en los últimos años del siglo XIX aguda y atentamente por inteligencias superiores a la del hombre y mortales como la de éste.”
Esto es lo que publicó Herbert George Wells en 1898, según la edición de zero-zyx de marzo de 1979 en su colección Biblioteca «Promoción del Pueblo», con una introducción de Víctor Claudín.
Estas palabras se hicieron famosas cuarenta años después, o lo habían sido cuarenta y un años antes, según se vea. De hecho, la introducción de Claudín comienza recordándonos ese acontecimiento:
“Un día de octubre de 1938, exactamente a las 20,00 horas del 30, una emisora de radio neoyorkina, la Columbia Broadcasting System, (CBS), lanzaba a las hondas (sic) un programa que marcaría un hito en la historia radiofónica.”
Esa emisión, naturalmente, tenía un guión, que, conviene señalar, no era obra de quien se llevó la fama por la emisión. Aquél era de Howard Koch, y consistía en una adaptación radiofónica de la novela de Wells; éste era el director del Mercury Theatre y primer actor del grupo, y respondía al nombre de George Orson Welles.
“Hoy sabemos que en los primeros años del siglo XX nuestro mundo estaba siendo observado por unos seres más inteligentes que el hombre y sin embargo igual de letales.”
Estas fueron las primeras palabras de Orson Welles esa famosa noche, según la traducción de Carlos Reyles, en edición del año 2005 de Abada Editores en su colección Voces.
La adaptación estaba estructurada, como la novela, en dos partes. La que causó más impacto, lógicamente, fue la primera. Y no era para menos: justo antes del intermedio lo que se oía eran los intentos desesperados de un operador de radio para establecer comunicación con Nueva York.
“¿Hay alguien ahí?”. Estas palabras todavía consiguen transmitir la desesperación de quien ve cómo poco a poco quienes tendrían que estar en primera fila combatiendo al enemigo dejan de responderle, y se da cuenta de que le llega el turno de saltar a esa primera fila de combate.
Los ecos de estas palabras, setenta y un años después, siguen resonando ahora, sin respuesta clara, no en las llanuras de Nueva Jersey o en las calles de Nueva York, sino en la séptima planta de Génova, 13.