Como ya he comentado por aquí, finalmente conseguí las entradas para asistir al simposio internacional sobre ajedrez y al “match” entre Karpov y Kasparov. Sin embargo, aunque tardé en conseguirlas, sí pude acercarme un rato la tarde del primer día, en la que se celebraban unas simultáneas.
Tuvieron lugar en el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, en lo que, según vi en el programa, llaman Sala Las Arquerías. El local estaba organizado en dos áreas, campo cada una de ellas de Karpov y de Kasparov, quienes sentaban sus reales en el centro de ellas. En el perímetro de cada área, delimitada por una sucesión de mesas (salvo el hueco para el acceso, claro), se sentaban los jugadores invitados a participar con estos maestros.
Para cuando llegué (sobre las nueve de la noche, mientras que las partidas habían comenzado a las siete de la tarde) ya había bastantes claros de jugadores en los perímetros, entrópicamente cubiertos por los jugadores caídos en combate, otros jugadores y aficionados, admiradores, curiosos y mirones. Bueno, y yo mismo, mismamente.
No sé cuáles son las reglas en este tipo de partidas, pero supongo que el jugador debe mover pieza justo en presencia del “simultaneador”, para facilitar que éste identifique el movimiento. Lo que debe ser un poco frustrante es estar un buen rato pensando, mover, y que inmediatamente, el campeón haga su movimiento, casi sin pararse delante de ti, y se vaya con el siguiente jugador.
En cambio, debe resultar sumamente gratificante que el campeón se detenga delante de uno, pensando la jugada y, además, hacerlo evidente.
Los tableros eran especiales para el acontecimiento, como podemos ver.
Por cierto, como casi cabía esperar, todos los jugadores perdieron contra los campeones, tardando más o menos, aunque, sin embargo, hubo una muchacha a la que Karpov ofreció tablas. Enhorabuena.
Tuvieron lugar en el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, en lo que, según vi en el programa, llaman Sala Las Arquerías. El local estaba organizado en dos áreas, campo cada una de ellas de Karpov y de Kasparov, quienes sentaban sus reales en el centro de ellas. En el perímetro de cada área, delimitada por una sucesión de mesas (salvo el hueco para el acceso, claro), se sentaban los jugadores invitados a participar con estos maestros.
Para cuando llegué (sobre las nueve de la noche, mientras que las partidas habían comenzado a las siete de la tarde) ya había bastantes claros de jugadores en los perímetros, entrópicamente cubiertos por los jugadores caídos en combate, otros jugadores y aficionados, admiradores, curiosos y mirones. Bueno, y yo mismo, mismamente.
No sé cuáles son las reglas en este tipo de partidas, pero supongo que el jugador debe mover pieza justo en presencia del “simultaneador”, para facilitar que éste identifique el movimiento. Lo que debe ser un poco frustrante es estar un buen rato pensando, mover, y que inmediatamente, el campeón haga su movimiento, casi sin pararse delante de ti, y se vaya con el siguiente jugador.
En cambio, debe resultar sumamente gratificante que el campeón se detenga delante de uno, pensando la jugada y, además, hacerlo evidente.
Los tableros eran especiales para el acontecimiento, como podemos ver.
Por cierto, como casi cabía esperar, todos los jugadores perdieron contra los campeones, tardando más o menos, aunque, sin embargo, hubo una muchacha a la que Karpov ofreció tablas. Enhorabuena.
¿Y tú no te presentas? ;-)
ResponderEliminarHola, soy posodo.
ResponderEliminarNo, en ajedrez no creas que llego mucho más. He perdido la escasa agilidad que tuve de pequeño.