“Yahvé bajó al monte Sinaí, a la cumbre del monte, y llamó a Moisés a la
cima del monte, y Moisés subió. (…)
Dios pronunció estas palabras: «Yo soy Yahvé, tu
Dios, que te ha sacado del país de Egipto, del lugar de esclavitud. No tendrás
otros dioses fuera de mí. (…)
Después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le
dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de
Dios.
(…) Yahvé dijo a Moisés: «¡Anda, baja! Porque se
ha pervertido tu pueblo, el que sacaste del país de Egipto. Bien pronto se han
apartado del camino que yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido
y se han postrado ante él. (…)»
(…) Al acercarse al campamento y ver el becerro y
las danzas, Moisés ardió en ira, arrojó las tablas y las hizo añicos al pie
del monte.
Yahvé dijo a Moisés: «Tállate dos tablas de piedra
como las primeras, sube donde mí, al monte y yo escribiré en ellas las palabras
que había en las primeras tablas que rompiste. Prepárate para mañana; sube
temprano al monte Sinaí y aguárdame allí en la cumbre del monte. Que nadie suba
contigo, ni aparezca nadie en todo el monte. Ni siquiera las ovejas o las vacas
pasten en el monte.» Moisés labró dos tablas de piedra como las primeras, se
levantó temprano y subió al monte Sinaí como le había mandado Yahvé, llevando
en su mano las dos tablas de piedra. Yahvé descendió en una nube y se detuvo
allí junto a él.
(…) Yahvé dijo a Moisés: «Escribe estas palabras,
pues a tenor de ellas hago alianza contigo y con Israel.»
Moisés estuvo allí con Yahvé cuarenta días y
cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua. Y escribió en las tablas las
palabras de la alianza, las diez palabras.
Luego, Moisés bajó del monte Sinaí con las dos
tablas del Testimonio en su mano. (…)
Moisés habló así a toda la comunidad de los
israelitas: «Ésta es la orden de Yahvé. Reservad de vuestros bienes una ofrenda
para Yahvé. (…) Que vengan los artífices hábiles de entre vosotros a realizar
cuanto Yahvé ha ordenado: la Morada, su Tienda y su toldo, sus broches, sus
tableros, sus travesaños, sus postes y sus basas; el Arca y sus varales, el
propiciatorio y el velo que lo cubre; (…)»
(…) Así, pues, Besalel, Oholiab y todos los hombres
hábiles a quienes Yahvé había concedido habilidad y pericia para saber realizar
todos los trabajos en servicio del Santuario, ejecutaron todo conforme había
mandado Yahvé.
(…) Besalel hizo el arca de madera de acacia, de
dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho, y codo y medio de alto. La revistió
de oro puro, por dentro y por fuera, y además puso en su derredor una moldura
de oro. (…)
(…) Moisés vio todo el trabajo y comprobó que lo
habían llevado a cabo; tal como había mandado Yahvé, así lo habían hecho. Y
Moisés los bendijo.
(…) Moisés hizo todo conforme a lo que Yahvé le
había mandado. Así lo hizo. En el primer mes del año segundo, el día primero
del mes, fue alzada la Morada. (…) Luego tomó el Testimonio y lo puso en el
arca, puso al arca los varales y sobre ella colocó el propiciatorio en la parte
superior. Llevó entonces el arca a la Morada, colgó el velo de protección y
cubrió así el arca del Testimonio, como Yahvé había mandado a Moisés.”
Como podemos ver, el
origen de las Tablas de la Ley fue un tanto agitado.
Las que acabaron guardándose
en el arca (¿dónde se custodiaban hasta entonces?) son las que escribió Moisés de
acuerdo con lo que le había dicho Yahvé-Dios.
Sin embargo, las
primeras, las había hecho añicos Moisés, irritado al ver al becerro de oro.
Estas primera tablas son las que estaban hechas y escritas por el mismo Yahvé-Dios.
Y aun así, nadie se
preocupó de recoger los trozos.
¿Y si ahora los ‘encuentra’
un Daniel Marrón cualquiera, y ‘comprueba’ que lo que estaba escrito en esas
tablas “
por el dedo de Dios”,
no es exactamente igual o, incluso, es distinto a lo que luego figuraba en las tablas
versión 2.0?
Créditos:
Extractos del Éxodo (19, 20;
20, 1-3; 31, 18; 32, 7-8; 32, 19; 34, 1-5; 34, 27-29, 35, 4-5 y 10-12; 36, 1; 37,
1-2; 39, 43; 40, 16-17 y 20-21),
tomada de la Nueva Biblia de Jerusalén,
revisada y aumentada, editada en 1998 por Desclée De Brouwer.
Imagen de
El becerro de oro, óleo sobre lienzo de
Esteban March, de la
Colección Santander, de la Fundación Banco Santander,
expuesta en la Iglesia de San Esteban con motivo de la exposición
La gloria del Barroco, en Valencia, y
tomada del catálogo de la exposición.