sábado, 6 de agosto de 2011

Traduttore, traditore

En el proceso de reordenación de la biblioteca me he encontrado con que tengo dos ejemplares de Rob Roy, la novela de Walter Scott.

El primero de ellos se corresponde con una edición de kiosco, de Ediciones Forum, distribuida por RBA, de febrero de 1986. La edición toma una “traducción cedida por Editorial Planeta”, y comienza así:
Me ha pedido usted, mi querido amigo, que dedique una parte de los ocios con que la Providencia ha bendecido los últimos años de mi vida, a consignar, por escrito, los azares y dificultades por que hube de pasar en el principio de ella.

El segundo de ellos se corresponde con una edición “especial para Las Provincias”, periódico de Valencia, junto con el que debía “comercializarse conjunta e inseparablemente”. Los derechos de edición son de RBA, del verano de 1995. La edición también toma una “traducción cedida por Editorial Planeta”, y comienza así:
Habéisme rogado, mi querido Tresham, que dedique una parte de los ocios con que la Providencia ha bendecido el término de mi carrera, a consignar, por escrito, las pruebas y vicisitudes que señalaron el principio de ella.

No sé exactamente que escribiría Walter Scott, intrigándome, más que el uso de unas palabras u otras, el hecho de que en una traducción se dirija el narrador a un amigo anónimo, y en la otra, dicho amigo ya tenga nombre. Lo curioso es que las dos traducciones las firma Hipólito García.

Si esto es intrigante, qué decir de este otro caso (con el que me he encontrado ya que se trata de uno de los deberes de verano de mi hija), en el que ni siquiera se necesita traducción, sólo adaptación resumida de Las minas del rey Salomón, es decir, King Solomon’s Mines, de H. Rider Haggard.

Un caso es una edición de Burlington Books para un nivel de 3º de ESO, y adaptación de Jenny Edwards, de 2000; y el otro, una edición de la Collins English Library para un nivel 4 (unas 1.500 palabras), y adaptación de Lewis Jones de 1977.



Cuando el pequeño grupo guiado por Allan Quatermain se encuentra con un grupo de guerreros Kukuanas, el jefe del grupo se llama Enkados, en la primera adaptación, y en la segunda, Infadoos.

Tampoco he leído el original de Henry Rider Haggard, pero resulta más intrigante este caso de cambio de nombre, ¡manteniendo el idioma original!

En todo caso, se trata de las clásicas novelas de aventuras de toda la vida. O sea, que hay que leerlas, con un texto o con otro, ¿no?

Créditos:
Portadas de los libros en cuestión.

1 comentario: