“Con el derrocamiento del presidente Novotny -sustituido en la jefatura del país por el general Svoboda- desapareció el último residuo de la vieja guardia staliniana en Praga. La peligrosa evolución política de Checoslovaquia, dirigida por el grupo neomarxista de Dubcek, se orientaba decididamente hacia una línea de mayor flexibilidad y liberalización en numerosos aspectos, tales como los que apuntaban a la spresión de la censura, promulgación de una ley de asociaciones y establecimiento de un tribunal de garantías constitucionales. Mo era menos significativo el hecho de la revisión de las funciones del partido comunista, a propósito de la cual, José Sabota, uno de sus dirigentes, no tuvo inconveniente en manifestar que «es el Gobierno el que tiene que gobernar, no el Partido, toda vez que éste no representa a todos los ciudadanos». Otros signos de liberalización eran ofrecidos por la crítica de las directrices de la política exterior; por la apertura a la palestra política de los seis partidos que, «de jure», existen en el país; por la mutación de la economía de Estado por otra, basada en la individualización de la responsabilidad empresarial y por la suavización del clima religioso, expresada por las voces que piden el regreso del Cardenal Beran. Ante todos estos acontecimientos y toma de posiciones, la Unión Sovi´detica estimó que no podía permanecer con los brazos cruzados. Ya en la última decena de junio de 1968 las fuerzas militares del Pacto de Varsovia desarrollaron en territorio checoslovaco espectaculares maniobras, como una amenza larvada contra el nuevo espíritu checo. No obstante, a fines de julio, dichos contingentes armados abandonaron el país. Sería por muy poco tiempo. La cauta política soviética aconsejaba la adopción, por el momento, de una postura más flexible hacia el heterodoxo Dubcek. El 29 de julio llegó a reunirse en Cherna una delegación del Politburó de la U.R.S.S. y otra del Presidium checoslovaco, preludio de la «declaración de Bratislava», suscrita el 3-VIII-68, en virtud de la cual se reconocía implícitamente el derecho de Praga a elegir su manera particular de aplicar a las necesidades nacionales los postulados de la ideología comunista. Dubcek, el nuevo delfín, apoyado incluso por los partidos comunistas de Francias e Italia, representados por Rochet y Pajetta, parecía dominar el panorama político de su país.”
En efecto.
El día 4 de agosto, coincidiendo con la clausura de la conferencia de Bratislava, el gobierno checoslovaco consigue “la retirada de los últimos soldado soviéticos que estaban estacionados en territorio nacional checo”.
Una semana después, el día 12, llegaba a Checoslovaquia Ulricht, el Presidente de Alemania Oriental, para entrevistarse con Dubcek. Siguiendo una política exterior propia, el día 16 se firmaba un tratado de amistad entre Checoslovaquia y la Rumanía de Ceaucescu., culminándose el día 18, cuando “el jefe del gobierno anuncia que Checoslovaquia está dispuesta a aceptar ayuda económica por parte de Occidente”.
Así llegó el día 20 de agosto de 1968.
Las tropas soviéticas comenzaron a invadir Checoslovaquia, y al día siguiente el país entero se encuentra ya ocupado, y los dirigentes checoslovacos, prisioneros y a buen recaudo.
Doce años antes, los tanques soviéticos acabaron con la revolución húngara. Doce años después de la Primavera de Praga, en Polonia estalló en unos astilleros nuevamente la búsqueda de la libertad.
El telón de acero, que se había hecho físicamente realidad en agosto de 1961, fue objeto de una drástica actuación otro agosto, siete años después, porque no aguantaba.
Ya ni siquiera existe Checoeslovaquia, pero sigue habiendo quienes gustan de la ideología totalitaria que sometió a centenares de millones de personas.
Pues desde estas páginas mantendremos el recuerdo de la Historia, para evitar su olvido o, peor aún, su manipulación.
Créditos:
Textos y fotografía tomados del Informatodo 1969 (anuario correspondiente al año 1968), editado por Selecciones del Reader’s Digest.
En efecto.
El día 4 de agosto, coincidiendo con la clausura de la conferencia de Bratislava, el gobierno checoslovaco consigue “la retirada de los últimos soldado soviéticos que estaban estacionados en territorio nacional checo”.
Una semana después, el día 12, llegaba a Checoslovaquia Ulricht, el Presidente de Alemania Oriental, para entrevistarse con Dubcek. Siguiendo una política exterior propia, el día 16 se firmaba un tratado de amistad entre Checoslovaquia y la Rumanía de Ceaucescu., culminándose el día 18, cuando “el jefe del gobierno anuncia que Checoslovaquia está dispuesta a aceptar ayuda económica por parte de Occidente”.
Así llegó el día 20 de agosto de 1968.
Las tropas soviéticas comenzaron a invadir Checoslovaquia, y al día siguiente el país entero se encuentra ya ocupado, y los dirigentes checoslovacos, prisioneros y a buen recaudo.
Doce años antes, los tanques soviéticos acabaron con la revolución húngara. Doce años después de la Primavera de Praga, en Polonia estalló en unos astilleros nuevamente la búsqueda de la libertad.
El telón de acero, que se había hecho físicamente realidad en agosto de 1961, fue objeto de una drástica actuación otro agosto, siete años después, porque no aguantaba.
Ya ni siquiera existe Checoeslovaquia, pero sigue habiendo quienes gustan de la ideología totalitaria que sometió a centenares de millones de personas.
Pues desde estas páginas mantendremos el recuerdo de la Historia, para evitar su olvido o, peor aún, su manipulación.
Créditos:
Textos y fotografía tomados del Informatodo 1969 (anuario correspondiente al año 1968), editado por Selecciones del Reader’s Digest.
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