Esta primavera pasada, comiendo un día con un compañero de trabajo, estuvimos hablando de cómo acababa la temporada de ópera del Palau de les Arts (con el ciclo completo del Anillo del Nibelungo), y cómo él, que no conocía la obra de Wagner, dudaba de ir, y, en su caso, a qué representación. Yo le comenté que me estaba planteando ir a ver “El ocaso de los dioses”, tanto por la obra como por la curiosidad sobre la escenografía de La Fura dels Baus.
Como ya he comentado, sin esperármelo, pude asistir a una representación de “La Valquiria”, dentro del referido ciclo, ocasión en la que adquirí el libro El anillo del Nibelungo, que incluye una entrevista de Justo Romero a Carlus Padrissa, director de escena e integrante de La Fura dels Baus, como también he dejado dicho.
“Decir Carlus Padrissa es decir La Fura dels Baus. (…) Padrissa se ha sumergido en la inmensa Tetralogía de Wagner sin complejos ni temores. Armado en una imaginación tan inagotable como su capacidad de trabajo y de ilusionarse”.
A una pregunta, reconoce que se metió en la obra “poco a poco”. Se documentó viendo versiones de otros estilos y épocas: “Había visto otra, la de Patrice Chéreau, de Bayreuth, de 1976, que me mandó Helga [Schmidt, Intendente y Directora Artística del Palau de les Arts], dirigida por Pierre Boulez y en la que Wotan sale como empresario, como el jefe de la Revolución Industrial, que controla la industria hidráulica… Un montaje en el que todo está muy ligado. Yo pensé: «Bueno, si esto lo han hecho en 1976, yo me voy más al mundo de la degradación de la naturaleza, a la crisis climática que tanto nos afecta y amenaza». Y entonces ahí decidí un poco pensar en esa línea.”
Sobre los inconvenientes, como hombre de teatro, dice: “Desde el mundo del teatro el problema más grande es la lentitud de los tiempos. ¡Y son 15 horas! ¡Parece una locura! ¿Cómo vas a hacer 15 horas de teatro? (…) ¡Te tienes que dejar llevar por la música! ¡Tienes que empaparte, zambullirte en su tempo más lento! (…) Es una historia que te la explican muy pausadamente, y tienes que aceptar esta dinámica. Si no, estás perdido y es mejor dejarlo.”
O sobre el uso de la luz: “Luces que quedan despegadas. O esas luces un poco más desintegradas, como lo haría Dalí, por ejemplo… ¡Ya tienes los dioses ahí! La verdad es que nuestra puesta en escena es muy daliniana. Está todo un poco descompuesto. Los dioses son como estrellas luminosas”.
Y más adelante, dice: “Otro problema que suele haber: los cantantes wagnerianos tienen que tener una voz muy buena, pero generalmente no suelen ser grandes actores, algo que no les hace falta con este procedimiento técnico, porque los ponemos encima de unas grúas, que no las hemos inventado nosotros: son la continuación de las grúas que usaba el propio Wagner en su viejo teatro, ésas de madera que están dibujadas en los libros y todos hemos visto. Roland Olbeter, nuestro escenógrafo, las ha diseñado en aluminio, pero la técnica es exactamente la misma.”
Resumiendo: “No queremos inventar. No somos tan egoístas como para aplicar una dictadura del maestro y decir: «No, no. Es que Wagner estaba equivocado. Yo sé cómo tiene que ser. Éste no tienen que estar, Éste tiene que salir del otro lado…» No. Yo no soy nadie. No voy a ser yo el que se cargue 25 años de trabajo de este tío. Yo lo respeto y voy a intentar hacerlo como él lo había pensado. A mi manera, eso sí. Pero Wagner, el músico, el hombre de teatro, me impone mucho respecto y admiración”.
Y también: “La verdad es que estamos siempre al límite del lenguaje furero. El lenguaje furero tiene muchos caminos, pero en el de ópera normalmente es más comedido, porque no podemos hacer ruido, esto sí que lo tenemos que respetar ¡Estamos ante la música! Ahí es más provocación el silencio que el grito”.
También comentan “los característicos cuerpos colgados de La Fura”. De hecho, dentro del II Festival del Mediterráno, se incluía el espectáculo “Anell de llum” (“Anillo de luz”) realizado en el exterior del edificio del Palau de les Arts, para lo que una hermosa grúa estuvo esperando el tiempo (y dinero) que hiciera falta.
En su día, cuando se comentó el bis de Leo Nucci en su representación de “Rigoletto” en el Teatro Real de Madrid, enlacé con una entrevista que le hizo Aurora Intxausti para El País. En ella se podía leer: “Defensor a ultranza de los compositores frente a los directores de escena, con los que ha mantenido más de una confrontación por su desconocimiento de la obra, Nucci sostiene que en la ópera "la dramaturgia está en la partitura, y cuando uno canta lo que debe hacer es leer lo que escribió el autor"”
Y ayer me entero de que Tarantino no va a ser el director de escena del Anillo en Bayreuth: “Tarantino nicht Regisseur des neuen "Rings"”
Concluyendo: al final no fui a ver “El ocaso de los dioses”.
Como ya he comentado, sin esperármelo, pude asistir a una representación de “La Valquiria”, dentro del referido ciclo, ocasión en la que adquirí el libro El anillo del Nibelungo, que incluye una entrevista de Justo Romero a Carlus Padrissa, director de escena e integrante de La Fura dels Baus, como también he dejado dicho.
“Decir Carlus Padrissa es decir La Fura dels Baus. (…) Padrissa se ha sumergido en la inmensa Tetralogía de Wagner sin complejos ni temores. Armado en una imaginación tan inagotable como su capacidad de trabajo y de ilusionarse”.
A una pregunta, reconoce que se metió en la obra “poco a poco”. Se documentó viendo versiones de otros estilos y épocas: “Había visto otra, la de Patrice Chéreau, de Bayreuth, de 1976, que me mandó Helga [Schmidt, Intendente y Directora Artística del Palau de les Arts], dirigida por Pierre Boulez y en la que Wotan sale como empresario, como el jefe de la Revolución Industrial, que controla la industria hidráulica… Un montaje en el que todo está muy ligado. Yo pensé: «Bueno, si esto lo han hecho en 1976, yo me voy más al mundo de la degradación de la naturaleza, a la crisis climática que tanto nos afecta y amenaza». Y entonces ahí decidí un poco pensar en esa línea.”
Sobre los inconvenientes, como hombre de teatro, dice: “Desde el mundo del teatro el problema más grande es la lentitud de los tiempos. ¡Y son 15 horas! ¡Parece una locura! ¿Cómo vas a hacer 15 horas de teatro? (…) ¡Te tienes que dejar llevar por la música! ¡Tienes que empaparte, zambullirte en su tempo más lento! (…) Es una historia que te la explican muy pausadamente, y tienes que aceptar esta dinámica. Si no, estás perdido y es mejor dejarlo.”
O sobre el uso de la luz: “Luces que quedan despegadas. O esas luces un poco más desintegradas, como lo haría Dalí, por ejemplo… ¡Ya tienes los dioses ahí! La verdad es que nuestra puesta en escena es muy daliniana. Está todo un poco descompuesto. Los dioses son como estrellas luminosas”.
Y más adelante, dice: “Otro problema que suele haber: los cantantes wagnerianos tienen que tener una voz muy buena, pero generalmente no suelen ser grandes actores, algo que no les hace falta con este procedimiento técnico, porque los ponemos encima de unas grúas, que no las hemos inventado nosotros: son la continuación de las grúas que usaba el propio Wagner en su viejo teatro, ésas de madera que están dibujadas en los libros y todos hemos visto. Roland Olbeter, nuestro escenógrafo, las ha diseñado en aluminio, pero la técnica es exactamente la misma.”
Resumiendo: “No queremos inventar. No somos tan egoístas como para aplicar una dictadura del maestro y decir: «No, no. Es que Wagner estaba equivocado. Yo sé cómo tiene que ser. Éste no tienen que estar, Éste tiene que salir del otro lado…» No. Yo no soy nadie. No voy a ser yo el que se cargue 25 años de trabajo de este tío. Yo lo respeto y voy a intentar hacerlo como él lo había pensado. A mi manera, eso sí. Pero Wagner, el músico, el hombre de teatro, me impone mucho respecto y admiración”.
Y también: “La verdad es que estamos siempre al límite del lenguaje furero. El lenguaje furero tiene muchos caminos, pero en el de ópera normalmente es más comedido, porque no podemos hacer ruido, esto sí que lo tenemos que respetar ¡Estamos ante la música! Ahí es más provocación el silencio que el grito”.
También comentan “los característicos cuerpos colgados de La Fura”. De hecho, dentro del II Festival del Mediterráno, se incluía el espectáculo “Anell de llum” (“Anillo de luz”) realizado en el exterior del edificio del Palau de les Arts, para lo que una hermosa grúa estuvo esperando el tiempo (y dinero) que hiciera falta.
En su día, cuando se comentó el bis de Leo Nucci en su representación de “Rigoletto” en el Teatro Real de Madrid, enlacé con una entrevista que le hizo Aurora Intxausti para El País. En ella se podía leer: “Defensor a ultranza de los compositores frente a los directores de escena, con los que ha mantenido más de una confrontación por su desconocimiento de la obra, Nucci sostiene que en la ópera "la dramaturgia está en la partitura, y cuando uno canta lo que debe hacer es leer lo que escribió el autor"”
Y ayer me entero de que Tarantino no va a ser el director de escena del Anillo en Bayreuth: “Tarantino nicht Regisseur des neuen "Rings"”
Concluyendo: al final no fui a ver “El ocaso de los dioses”.
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