Aunque San Lorenzo se celebrara el pasado día 10, las lágrimas de San Lorenzo, laicamente conocidas como las Perseidas, “alcanzará[n] hoy su nivel máximo de actividad entre las 19:30 y las 22 horas (horario penínsular)” según se publica en la noticia que enlazo del ABC.
Hasta Google lo ha tenido en cuenta, y ha decidido mostrárnoslo en la página de inicio.
En el cuerpo de la noticia podemos leer: “Como explica el investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (CSIC), en Granada, Pablo Santos, lo que se conoce como estrellas fugaces son, en realidad, meteoros: partículas de polvo de tamaño variable que los cometas van dejando a lo largo de su órbita mientras giran alrededor del Sol.”
En el libro Astronomía made in Spain, del que ya he hablado, el único artículo en relación con meteoros (aunque no era su objetivo fundamental), es “Optical detection of meteoroidal impacts on the Moon”, publicado en Nature, en 2000, y cuyo primer firmante es José Luis Ortiz Moreno, también del Instituto de Astrofísica de Andalucía (CSIC), en Granada. Quiero deducir, por tanto, que no es casualidad.
Así pues, vamos a hablar de dicho artículo.
“Quería saber las cantidad de materia que hay en el cinturón Transneptuniano (la zona que hay más allá de Neptuno, que alberga a Plutón y otros cuerpos) [recordemos que ahora, Plutón no es un planeta]. (…) De estos cuerpos, algunos podrían llegar hasta la Tierra o sus proximidades (la Luna), pero debido a su gran volatilidad (…) lo más probable es que se desintegraran muy pronto en la atmósfera, y no produjeran los meteoros a los que estamos acostumbrados. (…) Encontré una manera de intentar determinar la cantidad de materia muy volátil en las cercanías de la Tierra dirigiendo nuestros telescopios a la parte nocturna de la Luna que es visible desde la Tierra y buscando destellos de luz que se produjeran cada vez que algo de suficiente tamaño golpeara en esa parte de la Luna. (…) En 1998 probamos la técnica pero sin éxito, y [con la lluvia de las Leónidas de 1999] finalmente, se consiguió en noviembre de 1999.”
Aunque con estos resultados se publicó el artículo, no era lo que se buscaba.
“Un tiempo después, realizamos la primera detección de impactos esporádicos (impactos producidos por cuerpos de origen desconocido, no asociados a lluvias de meteoros, que son lluvias de material de cometas conocidos). Los impactos esporádicos eran los que íbamos buscando desde el principio. (…) Nuestras conclusiones preliminares apuntan a que cae unas tres veces más materia de lo que se pensaba, y la mayoría de tipo volátil. Siguiendo el éxito de nuestros trabajos pioneros, la NASA estableció un programa específico para hacer lo mismo que nosotros, empezando en 2005.”
La anécdota del trabajo tuvo su origen bastante lejos: “Harrison Schmitt [astronauta del Apolo XVII, en 1971] vió un gran destello (…) Se pensaba que fue un rayo cósmico que golpeó su globo ocular (…) pero Jack me consultó si podría haber sido un impacto de un cuerpo contra la Luna. (…) Llegué a la conclusión de que era muy probable (…) Él se alegró mucho de que lo que vio fue real, y no una alucinación, como algunos le habían querido hacer creer. Por supuesto, no tenía nada que ver con extraterrestres.
Otros muchos fenómenos luminosos ocurridos en la Luna y vistos desde la Tierra desde antiguo, comúnmente ligados a extraterrestres y a ciencias ocultas, y llamados ‘fenómenos transitorios lunares’ han quedado aclarados como fenómenos de colisión de material interplanetario contra la Luna, y no como debidos a causas más estrafalarias.”
[La foto de la lluvia de meteoritos está tomada del libro –es la que ilustra el inicio del artículo– y procede de NASA, ESA y The Hubble Heritage Team (STScI/AURA)]
Hasta Google lo ha tenido en cuenta, y ha decidido mostrárnoslo en la página de inicio.
En el cuerpo de la noticia podemos leer: “Como explica el investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (CSIC), en Granada, Pablo Santos, lo que se conoce como estrellas fugaces son, en realidad, meteoros: partículas de polvo de tamaño variable que los cometas van dejando a lo largo de su órbita mientras giran alrededor del Sol.”
En el libro Astronomía made in Spain, del que ya he hablado, el único artículo en relación con meteoros (aunque no era su objetivo fundamental), es “Optical detection of meteoroidal impacts on the Moon”, publicado en Nature, en 2000, y cuyo primer firmante es José Luis Ortiz Moreno, también del Instituto de Astrofísica de Andalucía (CSIC), en Granada. Quiero deducir, por tanto, que no es casualidad.
Así pues, vamos a hablar de dicho artículo.
“Quería saber las cantidad de materia que hay en el cinturón Transneptuniano (la zona que hay más allá de Neptuno, que alberga a Plutón y otros cuerpos) [recordemos que ahora, Plutón no es un planeta]. (…) De estos cuerpos, algunos podrían llegar hasta la Tierra o sus proximidades (la Luna), pero debido a su gran volatilidad (…) lo más probable es que se desintegraran muy pronto en la atmósfera, y no produjeran los meteoros a los que estamos acostumbrados. (…) Encontré una manera de intentar determinar la cantidad de materia muy volátil en las cercanías de la Tierra dirigiendo nuestros telescopios a la parte nocturna de la Luna que es visible desde la Tierra y buscando destellos de luz que se produjeran cada vez que algo de suficiente tamaño golpeara en esa parte de la Luna. (…) En 1998 probamos la técnica pero sin éxito, y [con la lluvia de las Leónidas de 1999] finalmente, se consiguió en noviembre de 1999.”
Aunque con estos resultados se publicó el artículo, no era lo que se buscaba.
“Un tiempo después, realizamos la primera detección de impactos esporádicos (impactos producidos por cuerpos de origen desconocido, no asociados a lluvias de meteoros, que son lluvias de material de cometas conocidos). Los impactos esporádicos eran los que íbamos buscando desde el principio. (…) Nuestras conclusiones preliminares apuntan a que cae unas tres veces más materia de lo que se pensaba, y la mayoría de tipo volátil. Siguiendo el éxito de nuestros trabajos pioneros, la NASA estableció un programa específico para hacer lo mismo que nosotros, empezando en 2005.”
La anécdota del trabajo tuvo su origen bastante lejos: “Harrison Schmitt [astronauta del Apolo XVII, en 1971] vió un gran destello (…) Se pensaba que fue un rayo cósmico que golpeó su globo ocular (…) pero Jack me consultó si podría haber sido un impacto de un cuerpo contra la Luna. (…) Llegué a la conclusión de que era muy probable (…) Él se alegró mucho de que lo que vio fue real, y no una alucinación, como algunos le habían querido hacer creer. Por supuesto, no tenía nada que ver con extraterrestres.
Otros muchos fenómenos luminosos ocurridos en la Luna y vistos desde la Tierra desde antiguo, comúnmente ligados a extraterrestres y a ciencias ocultas, y llamados ‘fenómenos transitorios lunares’ han quedado aclarados como fenómenos de colisión de material interplanetario contra la Luna, y no como debidos a causas más estrafalarias.”
[La foto de la lluvia de meteoritos está tomada del libro –es la que ilustra el inicio del artículo– y procede de NASA, ESA y The Hubble Heritage Team (STScI/AURA)]
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