“¿Cómo
podría prender en sus labios la risa? La casa de Bonn, enclavada en una
infecta calleja, apenas tenía condiciones de habitabilidad. El primer hijo nació
en una buhardilla. Tan sólo oblicuamente penetraban hasta la cama algunos rayos
del frío sol de diciembre. En este camastro nació el muchacho. Pero incluso de
esta pobre vivienda tuvieron que salir precipitadamente. Desde entonces cambian
de domicilio por lo menos una vez cada dos años. No hay un solo mueble, una
sola pieza que el corazón del muchacho pueda recordar como una parte de su
hogar.”
“Luis
es la esperanza del padre. ¿No está el mundo lleno del nombre de Mozart, el
niño prodigio? Y sienta el pequeñuelo en una banqueta delante del clavicordio,
a sus tres añitos, y aun poco después le entrega una miniatura de violín para
que empiece a aprender a tocarlo. El pequeño no hace la menor resistencia; al
contrario, demuestra desde el principio gran afición a la música; todos los días
ejercita sus dedos, aprende las notas del pentagrama antes que las letras del
alfabeto, y como todavía es un chiquillo, las primeras lecciones de música de
Beethoven están interrumpidas muchas veces por el llanto.”
“Como
la madre ha caído enferma y el padre sigue con su vida licenciosa, se encarga
el hermano mayor de la dirección de la casa. A los trece años tiene que pedir
por primera vez dinero a la corte. Otra vez, recibe algún dinero para poder
comprar ropa a sus hermanos menores y pagar las deudas de su padre, (…) Con
frecuencia no hay en la casa sino lo que pertenece al pequeño organista: el jovencillo
de catorce años sostiene, con sus ciento cincuenta escudos anuales, a sus
padres y hermanos.”
“El
conde Waldstein, después de haberle hecho nombrar organista , le envía a Viena
para que oigan allí al maestro.
Allí
está Mozart, a sus veintiocho años, en las más altas cumbres de la fama,
rodeado de sus admiradores, y el forastero de morena tez, que acaba de llegar
desde el Rin, le mira con ojos inflamados, mientras el corazón le late con
fuerza en el pecho porque el maestro se digna escucharle. Empieza Beethoven el
tema, lo suspende, lo toma de nuevo, lo borda, lo amplifica, hace primores,
hace maravillas. Por fin interrumpe la ejecución. Mozart lo ha escuchado desde
la habitación contigua. Vuélvese a sus amigos para pronosticarles que aquel
joven dará que hablar. Beethoven vuelve al Rin satisfecho: ha salido airoso de
la prueba.”
Hoy se cumplen 242 años del bautizo de
Ludwig van Beethoven.
Créditos:
Extractos del capítulo primero, El niño prometedor, de Beethoven, de Emil Ludwig, según
traducción de José Fernández F., tomados de la octava edición realizada por
Editorial Juventud, en su colección Libros
de Bolsillo Z (pp. 18, 19-20, 22-24 y 26).
Detalle de la viñeta publicada por
Antonio Mingote, en ABC, el 31 de julio de 1983, tomado de Serán ceniza, mas tendrán sentido.
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