“«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros
siempre ofrecéis resistencia al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así
vosotros! ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los
que habían anunciado de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros
ahora habéis traicionado y asesinado; vosotros que recibisteis la Ley por
mediación de ángeles y no la habéis guardado.»
Mientras oían estas cosas, sus corazones se consumían
de rabia y rechinaban sus dientes contra él.
Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente
al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy
viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios.»
Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y todos a una se
abalanzaron sobre él; le arrastraron fuera de la ciudad y empezaron a
apedrearle. Los testigos depusieron sus mantos a los pies de un joven llamado
Saulo. Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús,
recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor,
no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió.”
Créditos:
Extracto de los Hechos de los Apóstoles (7, 51-60), tomado
de la Nueva Biblia de Jerusalén,
revisada y aumentada, editada en 1998 por Desclée De Brouwer.
Imagen de la obra Martirio de San Esteban, óleo sobre
tabla de Juan de Juanes, tomada de la página de internet del Museo del Prado,
de Madrid.
Cada año vuelve a impresionarme la Liturgia del tiempo de Navidad. Justo después del Nacimiento, fiestas de mártires: san Esteban, san Juan (el Evangelista), los Santos Inocentes...
ResponderEliminarSí, MGae, (aunque San Juan fue salvado de la muerte y así pudo escribir el Apocalipsis), y hoy, Santo Tomás Becket.
ResponderEliminarUn saludo.