miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ante unos testimonios, el valor de un testigo

«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre ofrecéis resistencia al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros! ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que habían anunciado de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado; vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis guardado.»
Mientras oían estas cosas, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él.
Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios.» Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y todos a una se abalanzaron sobre él; le arrastraron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos depusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió.

Créditos:
Extracto de los Hechos de los Apóstoles (7, 51-60), tomado de la Nueva Biblia de Jerusalén, revisada y aumentada, editada en 1998 por Desclée De Brouwer.
Imagen de la obra Martirio de San Esteban, óleo sobre tabla de Juan de Juanes, tomada de la página de internet del Museo del Prado, de Madrid.

2 comentarios:

  1. Cada año vuelve a impresionarme la Liturgia del tiempo de Navidad. Justo después del Nacimiento, fiestas de mártires: san Esteban, san Juan (el Evangelista), los Santos Inocentes...

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  2. Sí, MGae, (aunque San Juan fue salvado de la muerte y así pudo escribir el Apocalipsis), y hoy, Santo Tomás Becket.

    Un saludo.

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