Cierto día del siglo XVI, poco después de
la conquista de Méjico por Hernán Cortés, un indígena, ya bautizado con el
nombre de Juan Diego, se encontró en un camino a una Señora.
No tendría nada de particular el
encuentro, si no fuera por que la Señora se le presentó como la Virgen María, Madre
de Dios, y le pidió que le dijera al obispo de Méjico que en ese lugar se
construyera una iglesia en su memoria.
Juan Diego, supongo que bastante impresionado,
así lo hizo, pero el obispo, claro está, no le dio ningún crédito a lo que oía.
Así, durante varios días, Juan Diego en el camino, la Señora que le hace un
encargo, y el obispo que no atiende al mismo.
Finalmente, un día 12 de diciembre, la Virgen María le dice a Juan Diego que se llegue a la cercana
colina, y que recoja en su manta unas flores que allí
crecen, y que las lleve al obispo.
Así lo hace Juan Diego, y cuando ante el
obispo, extiende la manta, caen las flores, que, aunque totalmente fuera de
temporada, son unas rosas, dejando visible en la manta la imagen de la Señora.
Hasta aquí, lo que recuerdo de lo leído
hace muchos, muchos años, sobre la advocación de la Virgen de Guadalupe, cuya
festividad se celebra hoy, por lo que aprovechamos para celebrar a todas las Guadalupes
que lean estas líneas, así como a sus familiares.
Lo que ya no sé es si se trata de un
milagro mayor que exista, en el Barrio del Carmen de Valencia, en una puerta de
la calle, de un edificio casi derruido,
una imagen de la Virgen de Guadalupe que, además, esté siendo respetada por los
grafiteros de la zona.
En cualquier caso, muchas gracias a quien
tuviera a bien realizar dicha imagen.
Créditos:
Fotografía de la imagen de la Virgen de
Guadalupe, en una puerta de un edificio de la Plaza de los Navarros, en
Valencia, en agosto de 2012, del autor.
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