domingo, 9 de diciembre de 2012

La Hermosa ha llegado

Y el propio arte, como podemos ver, también resultó completamente revolucionado durante el reinado del «monarca hereje». Desde los tiempos del Imperio Antiguo los egipcios habían empleado ciertos métodos estilizados para sus retratos. La cabeza tenía que ser representada de perfil, pero el cuerpo se retrataba de frente, con los brazos estirados, estrechamente pegados a los costados, y con las piernas y pies de nuevo de perfil. Las expresiones eran únicamente las correspondientes a una tranquila dignidad.
Con Ajenatón se impuso un nuevo realismo. Ajenatón y Nefertiti se representan en poses informales, en momentos de afecto, jugando con sus hijos. No se hizo ningún esfuerzo para ocultar que Ajenatón era un hombre bastante feo, carilargo, barrigudo y de muslos gruesos. (Todo este «arte nuevo» debió conmocionar a los egipcios convencionales casi tanto como las excéntricas opiniones reliogiosas del faraón.).

Aproximadamente en el año 1370 antes de Cristo, dentro de la XVIII dinastía, sube al poder como Faraón de Egipto, Amenophis o Amenhotep IV. Al poco, su nombre, que viene a significar “Amón está complacido o contento”, es cambiado por otro, significando “servicial o agradable a Atón”, con referencia no sólo a un dios distinto, sino, en este segundo caso, único. Este nuevo nombre, por el que el faraón ha pasado a la Historia era Ajenatón, Ijnatón, Akhenatón o Ekhnatón (según la transcripción e idioma que elijamos).

Akhenatón trasladó la capital del reino de Tebas a una nueva ciudad, construida a propósito, llamada Akhetatón o Ekhtatón (“el horizonte de Atón”), que no tardó en ser sólo ruinas, las cuáles se encuentran cerca de la actual Tell-al-Amarna. Por ello, este breve periodo de tiempo en el arte egipcio se le denomina periodo amarniense (aunque también se le refieren como el de las “formas artísticas «decadentes»”)

Pero la mejor obra de arte es un retrato, un busto de piedra caliza pintada, hallado en 1912 ante los restos de un taller de escultor, en las ruinas de lo que una vez fue la capital de Ajenatón, y que hoy se encuentra en el Museo de Berlín.

Si bien el libro de Asimov lo leí en su día, nada recordaba de esta cita, que he encontrado pues este fin de semana me he enterado (ahora creo que ya no lo olvidaré), de que el pasado jueves día 6 se cumplió el centenario del descubrimiento del famoso busto de Nefertiti.

Y luciendo entre la oscuridad de la sala, remedo del abandono y las ruinas en que se encontraba, el busto hace honor al propio nombre de la Reina Nefertiti: “la Hermosa ha llegado”.

Créditos:
Extractos del capítulo 6 La caída del imperio, de Los egipcios, de Isaac Asimov, según traducción de Carlos Caranci y Carmen Sáez, obra publicada dentro de la serie Historia Universal Asimov, como número 794 de la colección El libro de bolsillo, por Alianza Editorial (pág. 99).
Otros datos, tomados de El museo egipcio de El Cairo, de Peter P. Riesterer, en traducción de José D. Zurrón, editado por Lehnert&Landrock, en 1986, en el Cairo; y de Egipto antiguo, de Lionel Casson, en traducción de Alfonso Castaño, editado por Time-Life International, en reimpresión de 1972, en Amsterdam.
Fotografías de Akhenatón, Nefertiti y tres de sus hijas, relieve sobre una lápida de piedra caliza; y del famoso busto de Nefertiti (fotografía ‘robada’ desde el exterior de la sala reservada al mismo -pues dentro no se permite-), ambas en el Neues Museum de Berlín, en enero de 2010, del autor.

2 comentarios:

  1. ¿¿Tú también crees que Asimov tenía "negros"? ¡Qué hombre tan prolífico!

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  2. Bueno, Zuppi, en este caso, más bien serían nubios, ¿no?

    Un saludo.

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