“Y el propio arte, como podemos ver, también resultó completamente
revolucionado durante el reinado del «monarca hereje». Desde los tiempos del Imperio
Antiguo los egipcios habían empleado ciertos métodos estilizados para sus
retratos. La cabeza tenía que ser representada de perfil, pero el cuerpo se
retrataba de frente, con los brazos estirados, estrechamente pegados a los costados,
y con las piernas y pies de nuevo de perfil. Las expresiones eran únicamente
las correspondientes a una tranquila dignidad.
Con Ajenatón se impuso un nuevo realismo. Ajenatón
y Nefertiti se representan en poses informales, en momentos de afecto, jugando
con sus hijos. No se hizo ningún esfuerzo para ocultar que Ajenatón era un
hombre bastante feo, carilargo, barrigudo y de muslos gruesos. (Todo este «arte
nuevo» debió conmocionar a los egipcios convencionales casi tanto como las excéntricas
opiniones reliogiosas del faraón.).”
Aproximadamente en el año
1370 antes de Cristo, dentro de la XVIII dinastía, sube al poder como Faraón de
Egipto, Amenophis o Amenhotep IV. Al poco, su nombre, que viene a significar “Amón
está complacido o contento”, es cambiado por otro, significando “servicial o agradable
a Atón”, con referencia no sólo a un dios distinto, sino, en este segundo caso,
único. Este nuevo nombre, por el que el faraón ha pasado a la Historia era
Ajenatón, Ijnatón, Akhenatón o Ekhnatón (según la transcripción e idioma que
elijamos).
Akhenatón trasladó la
capital del reino de Tebas a una nueva ciudad, construida a propósito, llamada Akhetatón
o Ekhtatón (“el horizonte de Atón”), que no tardó en ser sólo ruinas, las cuáles
se encuentran cerca de la actual Tell-al-Amarna. Por ello, este breve periodo
de tiempo en el arte egipcio se le denomina periodo amarniense (aunque también
se le refieren como el de las “formas artísticas «decadentes»”)
“Pero la mejor obra de arte es un retrato, un busto de piedra caliza
pintada, hallado en 1912 ante los restos de un taller de escultor, en las
ruinas de lo que una vez fue la capital de Ajenatón, y que hoy se encuentra en
el Museo de Berlín.”
Si bien el libro de
Asimov lo leí en su día, nada recordaba de esta cita, que he encontrado pues este
fin de semana me he enterado (ahora creo que ya no lo olvidaré), de que el
pasado jueves día 6 se cumplió el centenario del descubrimiento del famoso
busto de Nefertiti.
Y luciendo entre la
oscuridad de la sala, remedo del abandono y las ruinas en que se encontraba, el
busto hace honor al propio nombre de la Reina Nefertiti: “la Hermosa ha llegado”.
Créditos:
Extractos del capítulo 6 La caída del imperio, de Los egipcios, de Isaac Asimov, según traducción
de Carlos Caranci y Carmen Sáez, obra publicada dentro de la serie Historia
Universal Asimov, como número 794 de la colección El libro de bolsillo, por
Alianza Editorial (pág. 99).
Otros datos, tomados de El museo egipcio de El Cairo, de Peter
P. Riesterer, en traducción de José D. Zurrón, editado por
Lehnert&Landrock, en 1986, en el Cairo; y de Egipto antiguo, de Lionel Casson, en traducción de Alfonso Castaño,
editado por Time-Life International, en reimpresión de 1972, en Amsterdam.
Fotografías de Akhenatón, Nefertiti y tres de sus hijas,
relieve sobre una lápida de piedra caliza; y del famoso busto de Nefertiti (fotografía ‘robada’ desde el
exterior de la sala reservada al mismo -pues dentro no se permite-), ambas en
el Neues Museum de Berlín, en enero de 2010, del autor.
¿¿Tú también crees que Asimov tenía "negros"? ¡Qué hombre tan prolífico!
ResponderEliminarBueno, Zuppi, en este caso, más bien serían nubios, ¿no?
ResponderEliminarUn saludo.