martes, 23 de marzo de 2010

Représentation des couturières

Por fin, echando el bofe los actores; echando el bofe Serrano, y echando el bofe, el hígado, el quilo, el quimo y los jugos pancreáticos yo, que pasaba tarde y noche en el teatro ensayando, gritando en plena afonía gripal, mascando Aspirina, Panflavina, Piperacina y Algocratina y saltando cien veces a la torera del escenario a la sala y de la sala al escenario, llegó la comedia al ensayo general.
Era a últimos de abril. Jueves por la noche. Al día siguiente había de verificarse el estreno y casi todo el teatro estaba vendido ya.
Se me pasó el dar órdenes para que no se permitiera el excesivo acceso al ensayo, y la sala rebosaba de gentes cuya presencia distaba de resultar grata para mí. (…)
Se encendió la batería y me embutí en la butaca, a escuchar con la máxima atención posible.


De esta forma presenta Enrique Jardiel Poncela el inicio del ensayo general de su obra Un adulterio decente, la cual precisamente como consecuencia de dicho ensayo general vio suspendido su estreno, cambiado por ése su título original, cambiado el primer actor, modificado sustancialmente el tercer acto, aplazado el estreno un mes,… con el resultado final de ser un éxito más del autor, allá por los últimos años de la II República.

Por esas cosas de la vida, el “ensayo general” o “ensayo general con todo” es una expresión que recuerdo de cuando estudiaba francés allá en los primeros años de esta Monarquía: “représentation des couturières”, en referencia a que ese ‘todo’ incluye el vestuario confeccionado por las modistas, o ‘couturières’.

Ayer por la mañana recibí una llamada de un compañero de trabajo trasladándome que su hijo disponía de unas entradas (y me las ofrecía) para asistir esa misma tarde-noche al ‘ensayo general’ en el Palau de les Arts de las obras que se estrenarían tres días después: La vida breve de Manuel de Falla y Cavalleria rusticana de Pietro Mascagni.

Naturalmente, dije que gracias,… y que sí. Y de esta manera, mi hermano y yo pudimos asistir a nuestra primera “rerpreséntation des couturières” (mi padre, en cambio, frecuentaba en su época todos los estrenos teatrales en Madrid en el más puro estilo de los estudiantes de entonces: haciendo de claque).

Esta asistencia fue triplemente, por lo menos, afortunada.

En primer lugar, me permitía conocer dos obras cuyo argumento desconocía por completo, y de cuya música sólo sabía de algún momento que otro.

En segundo lugar, el destino quiso que acertáramos con los asientos elegidos (las entradas no eran numeradas): última fila del primer grupo de filas, casi junto al pasillo central (salvo dos butacas), encontrándonos que en esa misma fila, a nuestra derecha al otro lado del pasillo, y en la butaca que estaba junto a éste, tomó asiento para “escuchar con la atención máxima”, el Director de Escena, y junto a él su equipo.

Y bien que aprovechamos esta coincidencia.

Durante la representación de La vida breve, Giancarlo del Monaco era un manojo de nervios. Continuamente hacía comentarios con una muchacha que supongo sería su asistente, sentada delante de él a un lado, para así poder hablar sin ningún problema cuando él se adelantaba.

Hubo varios momentos, incluso, en que se levantó para dar instrucciones a quien directamente afectara; en uno de ellos, visiblemente enfadado, disparaba las instrucciones donde, a quien y en el idioma que, hiciera falta: “¡La luce, la luce!”, “Nicht!”,…

En cambio, en Cavalleria rusticana, estuvo totalmente calmo, con pocos y tranquilos comentarios, tanto que en numerosas ocasiones su asistente dejó la libreta sobre la butaca vecina, visto que no la necesitaba.

La verdad es que me resultó curiosa la experiencia, las escenografías me gustaron (ya hablaremos de ellas al hilo del estreno) y me dejó con ganas de escuchar las obras completas en casa.

Por cierto, a pesar de las “couturières”, ni la Orquesta ni el Director de Escena, ni el Director Musical iban vestidos de estreno.

Director Musical, Lorin Maazel, de quien nos comentaron antes del inicio del ensayo que, siempre que el horno estuviera para estos bollos, prefería realizar el ensayo general con público, y que de hecho, la decisión se había tomado esa misma mañana (y con éxito, pues la platea estaba llena y casi el primer piso).

¡Ah! En tercer lugar, last but not least, pudimos ver, de un tirón, sin interrupciones, como una representación normal y corriente, ambas óperas…. gratis.



Actualización (25 de marzo):
Este mismo día del estreno, ABC publica noticia de la presentación a la prensa de la producción.

Créditos:

Extracto de la presentación de Un adulterio decente, con el título de “Segundo Intermedio. Circunstancias en que se imaginó, se escribió y se estrenó «Un adulterio decente»”, incluida en la edición que bajo el título general de 49 personajes que encontraron autor, recogía tres obras del autor, Usted tiene ojos de mujer fatal, la citada y Las cinco advertencias de Satanás. Tomado de la edición Obras completas de Enrique Jardiel Poncela, realizada por A.H.R. en seis tomos (Tomo I- pp.653-654)

Foto de Enrique Jardiel Poncela, en dicho tomo.

Fotos del atardecer y del edificio del Palau de les Arts, del autor.

Foto (desenfocada) de Giancarlo del Monaco, al final de la representación, camino de la escena para saludar, también del autor.

2 comentarios:

  1. Cierta noche, José Ramón de la Morena (una lumbrera del periodismo deportivo y hombre de extraordinaria cultura) se refirió a la Caballería rusticana como, Caballería Copernicana. En fin, no se puede esperar mucho de un tipo que dijo que los mejores corredores del mundo eran de la costa oeste de África; de Jamaica.

    Un saludo

    PD: Lo que va entre paréntesis es, obviamente, ironía.
    PD: Luego alguno se llevará las manos a la cabeza si Belén Esteban habla del Jorobado de Rotterdam.

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  2. Me gustó mucho, aparte de las obras, el público. Había curiosos por ver un ensayo general, todos, y amantes de la música, todos también (si no, no se aguantan 3 horas y pico sentado en esas butacas tan incómodas. No hubo abrigos de pieles ni poses "para que me vean".

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