miércoles, 12 de noviembre de 2008

Volvemos con los deberes

Plugole a vuesa merced enterarme de lo acontecido en su demanda de poetas, claros varones, virtuosas damas, siempre ejemplares cristianos de bien.

Plugome, verdad es.

Proceded sin demora, pues

¡Oh dulces prendas por mí mal halladas
dulces y alegres, cuando Dios quería!
o bien
Si quejas y lamentos pueden tanto,
que el curso refrenaron de los ríos,
y especialmente
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto

Parad, parad. Veo que os complacéis en recitar sonetos al itálico modo, del noble caballero Garcilaso, fiel servidor del Rey Nuestro Señor.

Asaz satisfecho estoy de vuestro conocimiento de estas nuevas letras. Pues con un ejemplar del que dispongo de cuando me preparaba para bachiller, como ya lo es, y también caballero, el señor Sansón Carrasco, al que bien conocéis, hice opción por ilustrar a mi hija mediante el soneto que narra un triste destino.

Sabia y afortunada elección, pues no podéis sino referiros a:
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que al oro oscurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún balbuciendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
el árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño!
Que con lloralla cresca cada día
la causa y la razón por que lloraba.

Y decid, ¿alcanzasteis el éxito?

Luego os relato lo acontecido, que agora debemos acudid al refectorio para una breve colación.

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