Mantenía en el recuerdo, algo desdibujado, eso sí, un cuento que leí durante los sólo cronológicamente lejanos años de la infancia, en uno de esos libros con los que se ayudaba a captar el interés por la lectura de los niños de entonces. Posiblemente el libro fuera de Aguilar, de su colección El globo de colores, en que, como siguen haciendo ahora otras colecciones, cada color era para una franja de edad.
Mis recuerdos sólo eran capaces de esbozar la persona de un campesino que, gracias a un trato, sería poseedor de toda la tierra que fuera capaz de recorrer. También se incluía en ellos otro personaje, tan significativo como el campesino, y el final, que de momento, como si de una receta se tratara, ambos dos reservaré para su momento.
Los recuerdos no me alcanzaban sobre si el cuento era original del libro (tampoco incluido en los recuerdos) pero sí, sobre una palabra, una importante palabra, que, ahora, en este siglo siguiente, me ha servido de pista: mujik.
A finales de este septiembre pasado, compré en mi proveedor oficial de libros dos libros de relatos de autores rusos, ambos editados por Alba Editorial.
Mis recuerdos sólo eran capaces de esbozar la persona de un campesino que, gracias a un trato, sería poseedor de toda la tierra que fuera capaz de recorrer. También se incluía en ellos otro personaje, tan significativo como el campesino, y el final, que de momento, como si de una receta se tratara, ambos dos reservaré para su momento.
Los recuerdos no me alcanzaban sobre si el cuento era original del libro (tampoco incluido en los recuerdos) pero sí, sobre una palabra, una importante palabra, que, ahora, en este siglo siguiente, me ha servido de pista: mujik.
A finales de este septiembre pasado, compré en mi proveedor oficial de libros dos libros de relatos de autores rusos, ambos editados por Alba Editorial.
Sin embargo, en ellos no estaba.
A finales de octubre, compré otro libro, también de Alba Editorial, aunque, esta vez, en el sello DeBols!llo.
En el índice figura un relato titulado “Cuánta tierra necesita un hombre”, del que en la contraportada se dice que es “según Joyce, el mejor cuento jamás escrito”.
Ayer, por fin, lo leí.
A finales de octubre, compré otro libro, también de Alba Editorial, aunque, esta vez, en el sello DeBols!llo.
En el índice figura un relato titulado “Cuánta tierra necesita un hombre”, del que en la contraportada se dice que es “según Joyce, el mejor cuento jamás escrito”.
Ayer, por fin, lo leí.
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