El año pasado estuve el primer fin de semana de octubre en Madrid, y paseando tan tranquilo el domingo por la mañana, me topé en la Gran Vía con el día de la bicicleta.
Este año, también me encontré con él, pero a mediados de septiembre y aquí en Valencia: estaba apuntada media familia (menos yo, claro) pero aún así, allí que estuve.
En los primeros tramos, con frecuentes paradas, no se consiguió coger una cierta velocidad de crucero (normal, vista la avalancha de usuarios), llegando a ir yo más rápido andando que los diversos grupos en bici.
Sin embargo, parece que luego sí consiguieron ese mayor ritmo, y digo parece porque sólo pudieron disfrutar de mi presencia desde el antedicho principio hasta, por la Alameda y Avenida del Puerto, el Balcón de Levante; allí me desvíe hacia casa, y relativamente poco después (para la marcha que les había conocido), estaban regresando los ciclistas.
Fue un día interesante para los ciclistas, un transporte alternativo y todo eso. Lo que no sé es qué pensarían los que un domingo, con gran esfuerzo, consiguieron coger un autobús de los infrecuentes que circulan en esos momentos, y se encontraron, sin esperárselo, en estas situaciones.
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