lunes, 11 de julio de 2011

Fantasías y ¿fantasiosos?

En 1856, con motivo de la boda de un amigo, se traslada a la ciudad de Amiens, donde conoce a Honorine, una viuda con dos hijas de corta edad. Planea fríamente su matrimonio con Honorine y decide casarse a principios de 1857. A través de su cuñado consigue entrar en el mundo de la Bolsa, haciéndose agente. Al mismo tiempo, una vez instalados en París, sigue trabajando en sus «bagatelas teatrales» y en la cimentación de su gran proyecto: la «novela de la ciencia». Pero su matrimonio resultaría un fracaso. Honorine está más pendiente de las fiestas y reuniones sociales que del «sueño» de Verne. Ese «sueño» consiste en llevar el prodigioso mundo de los descubrimientos técnico-científicos, a los que asiste el escritor en ciernes, a la literatura. Toda una aproximación del hombre a la naturaleza, y viceversa, de la mano de la ciencia. Y a los treinta y cuatro años, al fin, escribe su primera gran novela –Cinco semanas en globo–, contagiado de la fuerte polémica existente entonces en Francia alrededor de la aeerostática. Pero el fracaso sigue tras él, implacable. Verne recorre quince editoriales. «Quince necios», según sus propias palabras. Al fin, merced a su bien amigo Nadar, un fanático de los globos, Julio Verne entra en contacto con Julio Hetzel, editor, que lee el manuscrito, recomendándole que lo corrija y «que haga de aquello una auténtica novela». «¿Sabe que tiene usted talento, joven?», le dijo Hetzel al despedirse. A principios de 1863, a punto de cumplir los treinta y cinco años, Verne conoce el triunfo. La publicación de Cinco semanas en globo es un éxito. Y Verne, eufórico, firma un contrato con Hetzel por veinte años, a razón de tres libros por año. Algún tiempo después, esas tiránicas exigencias del editor son aliviadas y convertidas en dos novelas anuales. El creador del capitán Nemo, de Hatteras y de los hijos del capitán Grant deja su trabajo en la Bolsa y se dedica de lleno a la literatura. En sus cuarenta y dos años de vida literaria, Verne escribiría 65 grandes novelas, bajo el título genérico de Viajes extraordinarios y un sinfín de obras menores. Sus ganancias totales han sido calculadas en unos 60 millones de pesetas. (El editor se embolsaría alrededor de 280 millones…)

Hace mes y medio, Caragüevo nos avisó de una nueva promoción en El Mundo de obras de Julio Verne, lo que permitió a varios de sus lectores (de Caragüevo, digo), engancharse a la misma.

El momento me pilló reubicando la biblioteca, tarea gracias a la cual me encontré con el libro Mis enigmas favoritos, de J.J. Benítez, en edición de Círculo de Lectores de 1994. Y hojeándolo, me encontré con que tenía un capítulo titulado El secreto de Verne, por lo que leí el capítulo.

Las posibles explicaciones a esa genial «intuición», «visión de futuro», «iluminismo» o «anticipación» (podemos etiquetarlo como queramos), sólo podrían ser dos. Primera: en base a su erudición y enciclopédicos conocimientos científicos, Julio Verne llegó a «presentir» el ulterior desarrollo de aquellas máquinas, apenas intuido por la sociedad del siglo XIX. Segunda: además de lo anterior, Verne pudo tener acceso a unas «fuentes» del conocimiento, mucho más depuradas y secretas. Son numerosos los biógrafos y «vernianos» que han empezado a descubrir una lectura iniciática en la obra de Verne. El viaje al centro de la Tierra, El castillo de los Cárpatos, el propio capitán Nemo, etc., contienen –para quien pueda y sepa leerlo– todas las claves de los viajes iniciáticos, de la simbología alquímica, de la trascendencia, en el más puro sentido de la expresión. (…)
Estoy absolutamente convencido. Después de conocer su vida, sus numerosas cartas, su obra y, en especial, después de haber estudiado su magnífica tumba en Amiens, sólo puedo desembocar en una conclusión: Julio Verne fue un iniciado y un iniciador. (…) Es casi seguro que Verne conocía las ocultas doctrinas de los masones, rosacruces, alquimistas y que, incluso, hubiera podido pertenecer a hermandades tan secretas y esotéricas como los «Iluminados de Baviera» o la «Sociedad angélica» (…)
Y volviendo a las explicaciones a su genial «iluminismo», yo me pregunto: si Julio Verne supo o perteneció a los «Iluminados de Baviera», a la «Golden Dawn» (la élite de los rosacruces de aquel momento) o a los «Hermanos del alba dorada», ¿por qué rechazar la hipótesis de un Verne en «contacto» con «entidades espirituales o celestes» y, obviamente, con los altos secretos de tales sectas? Según Samuel Lidell Mathers, la «Golden Dawn» estaba organizada en torno a once grados iniciáticos, bajo la protección y dirección de los llamados «Superiores desconocidos». ¿Quiénes eran esos «Superiores desconocidos»? Aquellos que han investigado o se han interesado por este mundo mágico en el que trabajo desde 1972 saben muy bien la respuesta… Ello sí explicaría satisfactoriamente las asombrosas «anticipaciones» en el tiempo, su secreta lectura y el elevado nivel evolutivo de los pensamientos vernianos. No tengo el menor pudor en afirmar que Julio Gabriel Verne Allotte – aunque, lógicamente, carezco de las pruebas definitivas – pudo haber estado en «contacto» o «comunicación» con seres, fuerzas o entidades extrahumanas, que abrieron su mente a un mundo ajeno a la civilización de entonces. En el mítico y misterioso Verne cabe eso y mucho más… (…)
Verne, defensor de la Tierra hueca, pionero de los ovnis y uno de los primeros ecologistas conocidos, ha sido víctima de la superficialidad de una crítica que no ha sabido leer en profundidad.


Hoy he encargado en el quiosco el volumen (supuestamente repartido para hoy), de De la Tierra a la Luna, y el domingo que viene tendré que hacer lo mismo con Viaje alrededor de la Luna. Cuando los pueda leer, podré opinar con más fundamento, pero ya adelanto que no me parece serio ir a la Luna sólo para encontrarnos con un Transformer alienígena.

Aunque lo insinúe el señor Benítez.

Créditos:
Extractos del capítulo El secreto de Verne, en Mis enigmas favoritos, de J.J. Benítez, y portada del libro, en edición de Círculo de Lectores.
Portada de Cinco semanas en globo, edición de RBA de 2008, ahora distribuida como Colección Julio Verne por El Mundo.
Fotografía de Julio Verne, realizada por su amigo y fotógrafo Nadar (Gaspard-Félix Tournachon), tomada del folleto de la colección de El Mundo.

1 comentario:

  1. "Sus lectores" (los de Caraguevo) y tus lectores, por lo menos en mi caso ;-)

    Interesante anotación. Más de éstas, please. Me beberé todo lo que cuentes sobre Julio Verne. También a J.J. Benítez le daré algún sorbito, pero no con tanta sed ;-)

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