miércoles, 6 de julio de 2011

Un cierto temblor

Este pasado lunes se celebró una fiesta nacional, la cual he visto recordada a través de la bandera de la nación en cuestión: la famosa bandera de las barras y las estrellas.

Como todo el mundo sabe, las estrellas representan a los distintos estados que forman parte de Estados Unidos (por eso, con el paso del tiempo, ha ido cambiando en la bandera el número de estrellas), mientras que las 13 barras (entre rojas y blancas), no: representan a las 13 colonias que uniéndose dieron paso a la constitución de los Estados Unidos.

Como en el caso de España, en Estados Unidos la fiesta principal de la Guerra de la Independencia se corresponde con un hecho situado cronológicamente al principio de la guerra, cuyo fin tardaría en llegar (la firma del Tratado de París, ratificando la independencia de Estados Unidos, no fue sino el 3 de septiembre de 1783, cuando el 4 de julio que se celebra, la proclamación de la independencia, es el de 1776.

Una cosa curiosa de la que me he ido dando cuenta en sucesivas oleadas es que las famosas 13 colonias muy bien pudieron haber sido sólo 12, siendo curiosamente Pensilvania, en cuya ciudad de Filadelfia se proclamó precisamente dicha declaración, la que no hubiera existido.

Y podría decirse que existió gracias a que los valores que acabaron cuajando tras ese 4 de julio… tardaron en cuajar. Más o menos, se tiene una sucesión de privilegios, caprichos, deudas e intolerancia… religiosa, claro.

El caso es que la gestión del suelo en las colonias británicas en Norteamérica era algo particular. Por ejemplo, el Duque de York (futuro Jacobo II) era propietario de una enorme extensión de terreno en la zona de los actuales estados de Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania. Del modo que fuera, Carlos II, entonces rey, convenció a quien sería su sucesor de que entregara a William Penn una gran parte de sus terrenos al otro lado del charco, diríamos por aquí, en compensación de la deuda que la Corona había contraído con el Almirante Penn, es decir, el padre de William.

De este modo, tenemos, en 1682, el resultado de los privilegios, caprichos y deudas. ¿Y la intolerancia?

Es conocida la historia de los peregrinos del Mayflower, grupo de puritanos que escaparon de Inglaterra ante la intolerancia religiosa existente. En noviembre de 1620 consiguieron llegar a duras penas a tierra firme, aunque no en Virginia, sino en Massachusetts. Como podemos leer en The Christian Almanac, casi 36 años después, un 19 de octubre de 1656, “Massachussets passed a law prohibiting the further inmigration of Quakers into the Puritan colony”; y la consecuencia fue: “this ultimately led to the establishment of Pennsylvania”.

Y es que los cuáqueros no estaban muy bien vistos entre anglicanos, puritanos y otros grupos protestantes británicos o protoestadounidenses. De no haber sido así, tal vez William Penn no hubiera emigrado a América, no hubiera consolidado Pensilvania, no hubiera fundado Filadelfia, no hubieran sido trece sino doce las colonias, y lo mismo, no existirían los Estados Unidos tal y como los conocemos ahora.

Por cierto, por cierto. Tras la Declaración de Independencia, llegó en 1787 la Constitución (entrando en vigor el 21 de junio de 1788), que en realidad es sólo un protocolo de gobierno de Estados Unidos, y hasta finales de 1791 no llegó la Carta de Derechos (Bill of Rights).

Es decir, 15 años después de la Declaración de Independencia fue cuando entró en vigor la Primera Enmienda a la Constitución, es decir, eso de “Congress shall make no law respecting an establishment of religion, or prohibiting the free exercise thereof”, y otras cosas más.

Aunque hecha la ley, hecha la trampa. El texto decía claramente “Congress”, y claro, los Estados se llamaron a andana. Hasta después de la Guerra Civil (1868) no entró en vigor la Decimocuarta Enmienda que ya dice que “No State…” y tal y tal. Por cierto, este sábado día 9 se cumplirán 143 años de esta Enmienda.

Como puede verse, la historia no es tan corta y simple como a veces nos cuentan. Y en ningún caso, es moco de pavo. Ni siquiera de los invitados a la fiesta del Día de Acción de Gracias.

- - - - -

Nota: Esta anotación tenía que haber sido publicada el pasdo 4 de julio, claro, pero como hasta ya entrada la madrugada no localicé los últimos datos, se quedó para el día siguiente.
Y como esta noche oyendo La linterna me he enterado del cumpleaños de San Francisco, he cambiado la agenda, y la he dejado para esta otra madrugada.
Y además, ayer pude oír después de mucho tiempo, el editorial de César Vidal, en cuyo inicio, ¡qué casualidad!, nos ha hablado de que en 1688 había cuáqueros afincados en Pensilvania (y que hablaban en inglés, por lo que he deducido). Como él no ha explicado por qué estaban allí, sirvan estas líneas como modesta contribución al lector.
De nada.

1 comentario: