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“Pues ése es el espíritu pleno y final con que deberíamos mirar a San Francisco: el espíritu de gratitud por lo que hizo. Por encima de todo fue un gran dador, y atendió especialmente a la mejor manera de dar, que es dar gracias. Si otro gran hombre escribió una gramática del asentimiento, de él se podría decir que escribió una gramática de la aceptación, una gramática de la gratitud. Conocía hasta sus profundidades la teoría del agradecimiento, y sus profundidades son un pozo sin fondo. Sabía que la alabanza a Dios se asienta en su base más sólida cuando se asienta sobre la nada. Sabía que cuando mejor medimos ese milagro imponente que es el mero hecho de la existencia es cuando nos damos cuenta de que, de no ser por una extraña merced, no existiríamos siquiera. (…) Fue la esencia y sustancia espiritual que anduvo por el mundo antes de que nadie viera aquellas cosas en formas visibles derivadas de ella: un fuego errante, como surgido de la nada, en el que hombres más materiales pudieron encender antorchas y candelas. Él fue el alma de la civilización medieval antes de que ésta encontrara cuerpo. Otro caudal muy distinto de inspiración espiritual procede en gran medida de él: toda esa energía reformista de los tiempos medievales y modernos que repite el estribillo Deus est Deus Pauperum.”
Un cinco de julio de 1182, hace 829 años, nacía en Asís, un pobrecillo.
Laus Deo.
Créditos:
Extractos del capítulo I El problema de San Francisco (pp. 20-21) y X El testamento de San Francisco (pp. 177-178), según traducción sin acreditar, de San Francisco de Asís, de G.K. Chesterton, en edición de Homo Legens (2009)
San Francisco de Asís, ilustración de José Benlliure de la serie realizada en 1926 para un libro conmemorativo del VII centenario del tránsito del Santo, tomada de San Francisco visto y soñado por Benlliure, catálogo de la exposición realizada en junio de 2004 en el Palau de la Música de Valencia.
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