viernes, 24 de junio de 2011

Otros platos… más famosos

El 24 de junio de 1947, a las dos de la tarde, Kenneth Arnold despegó con su avioneta privada desde el aeropuerto de Chehalis (Washington), y se dirigió al de Yakima, también en Washington. El viaje de Arnold se había retrasado una hora a causa de la búsqueda de un gran avión de transporte de la Marina que se suponía había caído en el lado sudoeste de Mount Rainer o por los alrededores. Nada más despegar, Arnold puso rumbo directo hacia Mount Rainer, alcanzando una altitud aproximada de 9.500 pies que es la altura de la altiplanie desde la que se eleva la montaña. Hizo un vuelo de rastreo por el lado oeste de la elevada altiplanie, buscando la nave en las crestas, y llegó hasta la cima lateral del cañón, en la que se encuentra Ashford. Como no puedo ver nada que se pareciera al avión perdido, Arnold descendió hasta la ciudad de Mineral, partió de nuevo hacia Mount Rainer y ascendió a 9.200 pies.
Posteriormente informó de que el aire estaba tan tranquilo que el vuelo le había resultado un placer y que, como hacen casi todos los pilotos cuando se encuentran a gran altura y se dan esas condiciones atmosféricas, una vez orientado el aparato permaneció en reposo observando el cielo y la tierra. El cielo era tan diáfano como el cristal.
En su informe, Arnold dijo que había un avión DC-4 a su izquierda, a unos 14.000 pies de altura. Apenas llevaba dos o tres minutos con ese rumbo cuando en su avión se reflejó un brillante fulgor. No pudo averiguar de dónde procedía el reflejo, pero en la parte septentrional izquierda de Mount Rainer observó una formación de nueve objetos de aspecto peculiar que volaban en dirección norte-sur a una altitud de 9.500 pies. Se aproximaban rápidamente a Mount Rainer, por lo que supuso que se trataba de aparatos a chorro. Cada pocos segundos, dos o tres de los objetos descendían o cambiaban ligeramente de rumbo, de manera que el sol se reflejaba, brillante, en ellos. Como los objetos estaban muy alejados, no pudo averiguar la formación que llevaban ni qué forma tenían. Cuando se acercaron a Mount Rainer pudo ver sus perfiles con claridad. Afirmó que se extrañó mucho de no poder ver en ellos las colas, pero que a pesar de ello imaginó que se trataba de algún tipo de avión con propulsión a chorro. (…)
En una entrevista posterior, Arnold describió los objetos con la apariencia de platillos saltando sobre el agua. Los periódicos resumieron la descripción con la expresión «platillos volantes», y de ahí viene la utilización popular del término.
La Fuerza Aérea concluyó que la observación se debió a un espejismo. La afirmación de Arnold relativa a lo límpido y claro del aire sirvió de indicación de la estabilidad de las condiciones; estabilidad que se asocia con las inversiones e incremento del índice de refracción de la atmósfera.


Espejismo o no, el caso es que la Fuerza Aérea de Estados Unidos se tomó interés en éste y otros casos similares, y de hecho, el incidente referido por Kenneth Arnold está registrado como el decimoséptimo en la relación recogida en el original Proyecto Sign, más conocido, tras su cambio de nombre, como Proyecto Libro Azul.

Este Proyecto, u Oficina de investigación, dio carpetazo a miles de avistamientos de «platillos volantes» con explicaciones de lo más dispar, aunque en algunos casos, eran más bien dispar-atadas. Sin embargo, de hecho, algún centenar que otro quedó en los archivos como pendiente de explicación.

Al cabo de un tiempo, parte de la documentación se hizo pública en Estados Unidos, quedando aclarada la situación en el sentido de que había situaciones pendiente de aclarar.

Tal vez el primer libro que leyera sobre «platillos volantes» fuera Platillos volantes… aquí y ahora, de Frank Edwards, integrante de la biblioteca paterna, en la edición de Plaza y Janés en su famosa colección Otros mundos. Escrito en 1967, y editado en España en noviembre de 1970, el libro se hace eco de las numerosas situaciones que se vivieron en los años 1965-67 en Estados Unidos. Ésta y otras lecturas incrementaron mi interés por el tema, llegando a dedicar parte de lo que podia ahorrar a la compra de libros sobre el tema.

Así, compré el libro Proyecto Libro Azul el día de los inocentes de 1978, aunque medio año antes, hace ahora 33 y diez días, ya había podido comprar el titulado OVNIS: Documentos oficiales del gobierno español, de J.J. Benítez, famoso entonces por publicar artículos sobre el tema en la prensa bilbaína. Este libro, sin embargo, no he podido localizarlo aún en mi, cada vez menos, eso sí, caótica biblioteca.

Aun así, puedo decir que hay un caso que no figura en el libro de Benítez, cosa que sé por el sencillo recurso de comparar fechas: el avistamiento de tres objetos desde un avión comercial en la noche del 11 de noviembre de 1979, que obligó al aterrizaje de emergencia del avión en Manises, es decir, el aeropuerto de Valencia.

Pero mejor que yo, la narración de lo sucedido entonces la hizo el Excelentísimo Señor don Enrique Múgica Herzog. No, no es que fuera de pasajero en el avión “Super-Caravelle” y lo explicara a la prensa. Él era Diputado al Congreso, y el 26 de septiembre de 1980 presentó una pregunta por escrito al Gobierno para que explicara lo sucedido.

Todo esto me ha venido a la memoria tras leer hace cosa de un mes, la noticia de que ¡ahora! se iba a crear en Argentina una Comisión sobre los OVNIS.

Lo que ya no sé es cuál fue la contestación oral en la Comisión de Transportes y Comunicaciones. Ni la recuerdo, ni he conseguido encontrarla en la página del Congreso de Diputados. Poco después de hacer la pregunta, pasó lo que pasó, sobre lo cual, también se habló del mismo Excelentísimo Señor, pero creo que son sucesos que no están relacionados.

Créditos.
Fotografía tomada sobre no sé dónde, durante el vuelo de Valencia a Sevilla, el 21 de enero de 2011, del autor.
Portada e inicio del capítulo 1 Kenneth Arnold y la observación que inició todo, de Proyecto Libro Azul, de Brad Steiger, según traducción de Rafael Lassaletta, editado en 1977 por EDAF.
Portada de Platillos volantes… aquí y ahora, de Frank Edwards, editado por Plaza&Janés en la colección Otros mundos, en noviembre de 1970.
Imagen de la fotografía de un OVNI y pie de la misma, tomada del libro de Frank Edwards.

3 comentarios:

  1. Me ha pillado esta anotación tuya justo hoy, día en que acabo de terminar "La punta del iceberg", de J.J. Benítez, que va sobre eso: investigación ovni.

    Yo nunca he visto ninguno, pero sí recuerdo una noche, siendo yo muy niña, que un amigo de mi padre vino a casa (estábamos cenando) y le urgió a que saliera a ver algo. Mi padre, mi madre y yo salimos tras él y, por encima del ayuntamiento, pudimos ver una bola de fuego (creo recordar que era una bola) que se acercaba a toda velocidad hacia el suelo. Hace tiempo que vengo recordándolo y me pregunto que sería aquello (yo debía de ser bastante pequeña, así que mi recuerdo es muy difuso). No puedo ya preguntarle a mi padre si recuerda el asunto, pero sí lo haré con mi madre, a ver si me da una explicación.

    Por cierto, hablas de tu interés por la cuestión ovni, pero no aclaras si crees en ellos... o no.

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  2. Obviamente, la explicación más lógica que se me ocurre (supongo que también fue la que dio mi padre) es que se trataba de un meteorito que se precipitaba ardiendo, por la acción de la atmósfera, contra el planeta. Pero me gustaría pensar que era algo... diferente ;-)

    No recuerdo bien cómo era, pero sí me acuerdo de que nos quedamos embobados mirándolo y que fue espectacular.

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  3. Perdón por la tilde que falta en un "qué".

    Si hay más errores, sorry, pero no pienso comprobarlo. Me voy ya a zzz, a ver si recupero algo de sueño.

    Hasta mañana.

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