martes, 12 de octubre de 2010

La Mar Océana... ¡y tierra!

Y en conclusión les dijo que dentro de tres días hallarían la tierra que buscaban. Por tanto que estuviesen de buen ánimo y prosiguiesen su viaje, que para cuando decía, él les enseñaría un Nuevo Mundo y tierra, y habrían concluido sus trabajos y verían que él había dicho verdad siempre, así al Rey y a la Reina Católicos como a ellos; y que si no fuese así, hiciesen su voluntad y lo que les pareciese, que él ninguna duda tenía en lo que les decía.
Con estas palabras movió los corazones de los enflaquecidos ánimos de los que allí iban a alguna vergüenza, en especial a los tres hermanos capitanes pilotos que he dicho; y acordaron hacer lo que les mandaba, y de navegar aquellos tres díasy no más, con determinación y acuerdo que en fin de ellos darían la vuelta a España, si tierra no viesen. (…) Y aquel mismo día que el almirante Colón estas palabras dijo, conoció realmente que estaba cerca de tierra en semblante de los celajes de los cielos (…) Y como sobrevino la noche, mandó apocar las velas y que corriesen con solos los trinquetes bajos; y andando así, un marinero de los que iban en la capitana, natural de Lepe, dijo: ¡Lumbre…! ¡Tierra…! Y luego un criado de Colón, llamado Salcedo replicó diciendo: «Eso ya lo ha dicho el almirante, mi señor»; y encontinente Colón dijo: «Rato ha que yo lo he dicho y visto aquella lumbre que está en tierra.» Y así fué: que un jueves, a las dos horas después de media noche, llamó el almirante a un hidalgo apellidado Escobedo, repostero de estrados del Rey Católico, y le dijo que veía lumbre. Y al otro día de mañana, en esclareciendo, y a la hora que el día antes había dicho Colón, desde la nao capitana se vió la isla que los indios llaman Guanahaní, de la parte de la tramontana o norte. Y el que vió primero la tierra, cuando ya fué de día, se llamaba Rodrigo de Triana, a 11
(sic) de octubre del año ya dicho de 1492. Y de haber salido tan verdadero el almirante, en ver la tierra en el tiempo que había dicho, se tuvo más sospecha que él estaba certificado del piloto que se dijo que murió en su casa, según antes se dijo. Y también podría ser que viendo determinados a cuantos con él iban para tornarse, dijese que si en tres días no vieren la tierra se volviesen, confiando que Dios se la enseñaría en aquel término que les daba, para no perder trabajo y tiempo.
(…)
Así como el almirante vió tierra, hincado de rodillas y saltándosele las lágrimas de los ojos del extremado placer que sentía, comenzó a decir con Ambrosio y Agustino: Te Deum laudamus, Te Dominum confitemur, etc.; y así, dando gracias a nuestro Señor con todos los que con él iban, fué inestimable el gozo que los unos y los otros hacían. Tornábanle unos en brazos, otros le besaban las manos, y otros le demandaban perdón por la poca constancia que habían mostrado. Algunos le pedían mercedes y se ofrecían por suyos. En fin, era tamaño el regocijo, que abrazándose unos con otros no se conocían con el placer de su buena andanza; lo cual yo creo bien, porque sabiendo como sabemos los que ahora vienen de España y los que de acá vuelven de allá que el viaje y camino es seguro y cierto, no tiene comparación otro placer con el que reciben los que ha días que navegan, cuando ven la tierra. Ved qué tal sería el de los que en tan dudosa jornada se hallaron, viéndose certificados y seguros de su descanso.
Pero habéis de saber que por el contrario dicen algunos lo que aquí se ha dicho de la constancia de Colón, que aún afirman que él se tornara de su voluntad del camino y no lo concluye, si estos hermanos Pinzones no le hicieran ir adelante; y diré más, que por causa de ellos se hizo el descubrimiento, y que Colón ya quería dar la vuelta. Esto será mejor remitirlo a un largo proceso que hay entre el almirante y el fiscal real, donde a pro y contra hay muchas cosas alegadas, en lo cual yo no me entremeto; porque como sean cosas de justicia y por ella se han de decidir, quédense para el fin que tuvieren. Pero yo he dicho en lo uno y en lo otro ambas las opiniones: el lector tome la que más le dictare su buen juicio.


Nota: Manuel Fernández Álvarez transcribe en su obra la frase “En fin, era tamaño el regocijo…”, como “En fin, era tamaña la leticia e regocijo, que abrazándose unos con otros…

Créditos:
Transcripción parcial de Historia general y natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo (1535), tomada del extracto publicado por Editorial García Enciso en su volumen Cristóbal Colón dentro de la Colección García Enciso (s.f.-tal vez finales treinta o primeros cuarenta del siglo XX)
Christoforo Colombo. Grabado del siglo XVIII, existente en la Biblioteca Nacional, en Madrid. Tomado de La gran aventura de Cristóbal Colón, de Manuel Fernández Álvarez, en edición de Espasa de 2006.
Primer Homenaje a Colón, (12 de octubre de 1492), óleo de José Garnelo, que preside, en el Museo Naval de Madrid, la Sala 2, Reyes Católicos (1474-1517), dedicada a la Marina de la Edad Media y siglo XV, protagonista del descubrimiento de América en 1492 y de la proyección española en Europa (imagen tomada de internet)

1 comentario:

  1. Interesante anotación, como es habitual en esta casa tuya.

    Y, sí, en "El cartógrafo de la Reina" se defiende la idea de que la autoría del Descubrimiento (ahora genocidio para los nacionalistas catalanes) debe correponder a Martín Alonso Pinzón (sobre quien también recae, por cierto, ser el primer muerto por sífilis en Europa).

    Ah, y gracias de nuevo por el enlace.

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