“Después del Puente del Ángel Custodio, tras socavar los cimientos del puente del tren a Barcelona, el río dejaba atrás a la ciudad herida y se enseñoreaba del espacio, camino del Mar: Alquería de Tatay, Senda Carmona, Fray Galiana y Poeta Sanmartín. Arrabales en la huerta, frente al Camino de las Moreras. Los destrozos fueron gravísimos y el río se cobró varias vidas. El subdirector de la fábrica Cross murió: se dijo que dio su vida por salvar a dos personas que murieron ahogadas cerca de él.
(…)
Vivir en Senda Carmona, en 1957, era como vivir fuera de Valencia. La colonia de casas, próxima a la gran curva que el Turia hacía antes de emprender su trayecto final, tenía en la vecindad la inmensa fábrica de Cross, el cementerio del Grao, los depósitos de combustible de la Campsa y el parque de mercancías de Renfe que comunicaba con el puerto. Pepa [Revert Román] sostiene que, con todo y con eso, pese a la presunta agresividad industrial, vivían sanos y felices:
«Yo jugaba en las montañas de piritas de la Cross como en un parque. (…)»
(…)
Mientras en el casco urbano de Valencia hay claramente delimitada en la memoria una primera y una segunda riada, en la Senda de Carmona, tan cerca del río y del mar, la impresión de los vecinos es la de un solo desastre continuado. Aunque hubiera dos puntas de inundación, no tuvieron muchas ganas de medirlas: el peligro, el encierro en el piso alto que les salvaba, duró desde la noche del 13 de octubre hasta prácticamente la mañana del día 15. (…) Fueron no menos de treinta horas de angustia, viendo el agua subir y subir, mirando los escalones cubiertos y destapados en la escalerilla interior. En la fábrica Cross, en Campsa y en Renfe, hubo enormes destrozos y situaciones de grave peligro. Y también víctimas.
«Con cuerdas, con las cuerdas que usábamos las niñas para saltar a la comba, salvaron a un camionero, yo creo que era asturiano, que estaba a punto de ser arrastrado con su vehículo. Lo trajeron a casa, agotado y muerto de frío. Él es el que informó que había visto pasar a un hombre arrastrado por las aguas. ‘Me parece que se ha podido salvar agarrándose entre dos vagones de tren’, dijo. Era el subdirector de la Cross, un químico, un hombre buenísimo. Era horrible, horrible. Y luego, más tarde, es cuando supimos que había muerto mi primo Toni, en la cuadra, al querer salvar sus caballos.»
Al fin bajaron las aguas. Todos los vecinos de Senda Carmona, Pepa y sus hermanas, (…) habían sufrido en sus carnes un acontecimiento que cambió sus vidas por completo. (…)
El viernes 18 de octubre la niña Pepa Revert Román, siempre acompañada por su fiel perro Llandeta, jugaba con su amiga Reme en las inmediaciones de la Senda Carmona. La riada, cuando se tienen ocho años, puede llegar a ser algo muy parecido a unas vacaciones.
«Nos colamos por la verja, nos metimos a jugar dentro del recinto de la Renfe. Los vagones estaban aún llenos de barro. Y mi amiga reme, Meitos que le decía yo, que iba por delante, me llama y me dice: ‘Pepa, que aci hi ha un home mort…’ Yo no quise seguir, me entró terror. Nos fuimos y avisamos a Ricardo, el jardinero, que cuidaba las plantas y los macizos de la Cross. (…) Vino la Guardia Civil y Meitos y yo vimos cómo se llevaban al señor, envuelto en una manta.»
El caminonero asturiano salvado por los pelos en la Senda de Carmona lo había visto arrastrado por las aguas. Y confió, como todos los vecinos, que pudiera haberse salvado asiéndose entre dos vagones. Pero pasaron días, nadie le vio y la prensa le citó como uno de los perdidos. El sábado, 19 de octubre, Las Provincias publicaba una sucinta nota: «Han sido hallados otros tres cadáveres, que arrastraron las aguas de la riada. Uno de ellos ha sido identificado, el de don José Antonio de la Vega y de la Zarzuela, subdirector de la empresa Cross, a quien sorprendió la avalancha en su propia oficina, siendo encontrado en los alrededores de la factoría de la Campsa.»
(…) Pepa Revert sólo pone el énfasis en el recuerdo de una persona que admiró y llegó a querer:
«Por lo que dijeron, el subdirector de la Cross se golpeó en la cabeza con uno de los vagones y perdió el conocimiento. Fue una gran lástima, porque era un hombre fabuloso, muy buena persona. A mí me dejaba jugar siempre en las montañas de pirita.»”
“Se dijo que dio su vida por salvar a dos personas que murieron ahogadas cerca de él.”
¿Es, tal vez, una muestra de la justicia divina respecto de don José Antonio, que hoy, en una de las naves industriales de la antigua fábrica de la Cros en Valencia, se consagre un nuevo templo católico valenciano?
Descanse en paz.
Créditos:
Textos tomados de Hasta aquí llegó la riada, de Francisco Pérez Puche con fotografías de Francisco Pérez Aparisi, editado en 1997, con motivo del cuadragésimo aniversario de la riada de Valencia de 1957.
Foto aérea de Valencia, zona industrial de Peñarrocha, junto margen izquierda del río Turia, comprendiendo la fábrica de Cros, el ferrocarril a Barcelona, los depósitos de Campsa y los terrenos y estación de Renfe del Grao, de 1980, tomada d ela página del Ayuntamiento de Valencia.
Fotografías de las naves de antigua fábrica de Cros, de cemento, y de madera de mobila, de agosto de 2007, del autor.
Fotografía del frente de la nave de cemento de la antigua fábrica de Cros, ya parcialmente rehabilitada, de agosto de 2010, del autor.
(…)
Vivir en Senda Carmona, en 1957, era como vivir fuera de Valencia. La colonia de casas, próxima a la gran curva que el Turia hacía antes de emprender su trayecto final, tenía en la vecindad la inmensa fábrica de Cross, el cementerio del Grao, los depósitos de combustible de la Campsa y el parque de mercancías de Renfe que comunicaba con el puerto. Pepa [Revert Román] sostiene que, con todo y con eso, pese a la presunta agresividad industrial, vivían sanos y felices:
«Yo jugaba en las montañas de piritas de la Cross como en un parque. (…)»
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Mientras en el casco urbano de Valencia hay claramente delimitada en la memoria una primera y una segunda riada, en la Senda de Carmona, tan cerca del río y del mar, la impresión de los vecinos es la de un solo desastre continuado. Aunque hubiera dos puntas de inundación, no tuvieron muchas ganas de medirlas: el peligro, el encierro en el piso alto que les salvaba, duró desde la noche del 13 de octubre hasta prácticamente la mañana del día 15. (…) Fueron no menos de treinta horas de angustia, viendo el agua subir y subir, mirando los escalones cubiertos y destapados en la escalerilla interior. En la fábrica Cross, en Campsa y en Renfe, hubo enormes destrozos y situaciones de grave peligro. Y también víctimas.
«Con cuerdas, con las cuerdas que usábamos las niñas para saltar a la comba, salvaron a un camionero, yo creo que era asturiano, que estaba a punto de ser arrastrado con su vehículo. Lo trajeron a casa, agotado y muerto de frío. Él es el que informó que había visto pasar a un hombre arrastrado por las aguas. ‘Me parece que se ha podido salvar agarrándose entre dos vagones de tren’, dijo. Era el subdirector de la Cross, un químico, un hombre buenísimo. Era horrible, horrible. Y luego, más tarde, es cuando supimos que había muerto mi primo Toni, en la cuadra, al querer salvar sus caballos.»
Al fin bajaron las aguas. Todos los vecinos de Senda Carmona, Pepa y sus hermanas, (…) habían sufrido en sus carnes un acontecimiento que cambió sus vidas por completo. (…)
El viernes 18 de octubre la niña Pepa Revert Román, siempre acompañada por su fiel perro Llandeta, jugaba con su amiga Reme en las inmediaciones de la Senda Carmona. La riada, cuando se tienen ocho años, puede llegar a ser algo muy parecido a unas vacaciones.
«Nos colamos por la verja, nos metimos a jugar dentro del recinto de la Renfe. Los vagones estaban aún llenos de barro. Y mi amiga reme, Meitos que le decía yo, que iba por delante, me llama y me dice: ‘Pepa, que aci hi ha un home mort…’ Yo no quise seguir, me entró terror. Nos fuimos y avisamos a Ricardo, el jardinero, que cuidaba las plantas y los macizos de la Cross. (…) Vino la Guardia Civil y Meitos y yo vimos cómo se llevaban al señor, envuelto en una manta.»
El caminonero asturiano salvado por los pelos en la Senda de Carmona lo había visto arrastrado por las aguas. Y confió, como todos los vecinos, que pudiera haberse salvado asiéndose entre dos vagones. Pero pasaron días, nadie le vio y la prensa le citó como uno de los perdidos. El sábado, 19 de octubre, Las Provincias publicaba una sucinta nota: «Han sido hallados otros tres cadáveres, que arrastraron las aguas de la riada. Uno de ellos ha sido identificado, el de don José Antonio de la Vega y de la Zarzuela, subdirector de la empresa Cross, a quien sorprendió la avalancha en su propia oficina, siendo encontrado en los alrededores de la factoría de la Campsa.»
(…) Pepa Revert sólo pone el énfasis en el recuerdo de una persona que admiró y llegó a querer:
«Por lo que dijeron, el subdirector de la Cross se golpeó en la cabeza con uno de los vagones y perdió el conocimiento. Fue una gran lástima, porque era un hombre fabuloso, muy buena persona. A mí me dejaba jugar siempre en las montañas de pirita.»”
“Se dijo que dio su vida por salvar a dos personas que murieron ahogadas cerca de él.”
¿Es, tal vez, una muestra de la justicia divina respecto de don José Antonio, que hoy, en una de las naves industriales de la antigua fábrica de la Cros en Valencia, se consagre un nuevo templo católico valenciano?
Descanse en paz.
Créditos:
Textos tomados de Hasta aquí llegó la riada, de Francisco Pérez Puche con fotografías de Francisco Pérez Aparisi, editado en 1997, con motivo del cuadragésimo aniversario de la riada de Valencia de 1957.
Foto aérea de Valencia, zona industrial de Peñarrocha, junto margen izquierda del río Turia, comprendiendo la fábrica de Cros, el ferrocarril a Barcelona, los depósitos de Campsa y los terrenos y estación de Renfe del Grao, de 1980, tomada d ela página del Ayuntamiento de Valencia.
Fotografías de las naves de antigua fábrica de Cros, de cemento, y de madera de mobila, de agosto de 2007, del autor.
Fotografía del frente de la nave de cemento de la antigua fábrica de Cros, ya parcialmente rehabilitada, de agosto de 2010, del autor.
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