jueves, 8 de abril de 2010

Play it, Sam

A principios del pasado julio, publiqué una anotación sobre una novela que acababa de leer. Coincidió en fechas con la celebración del XIII Festival de Jazz en Valencia, de cuyo programa pudimos apreciar mi hermano y yo el concierto de la Orquesta de Valencia ofrecido el 10 de julio sobre obras sinfónicas, más o menos, de esta temática, de cuya crítica publicada en el periódico Levante por nuestro ya conocido Alfredo Brotons, acompaño la imagen escaneada.



Como no tengo vídeos de dicho concierto, acompaño un enlace a un vídeo que recoge la interpretación en la Oficine Musicali del Borgo (en Roma), de la Obertura Cubana de Gershwin, en versión para piano, a cuatro manos.

Simon nunca quiso reconocerlo, pero su manera de tocar había cambiado bastante la práctica del piano en el jazz. Eso es todo, he terminado. Y luego desertó. Le olvidaron. Tanto más rápido cuanto que fastidiaba. Yo no. Nadie supo qué había sido de él. Yo sí. Seguimos siendo amigos. Y ahora continúo.

Así acaba el tercer capítulo de Una noche en el club, introduciéndonos el tema de la relación de Simon y el piano, y el jazz. Y a poco de iniciarse el siguiente capítulo:

Simon ardía por tocar aquel piano y hacer oír lo que tiene de inimitable. En otras palabras, y con esto habré terminado con Simon y el asunto del estilo, quería creer que después de diez años de silencio total podía aún tocar como nadie tocara jamás.
(…)
Suspiró, se estremeció y se puso a temblar. Había tomado una decisión. Supo que iría, que tocaría aquel piano, que se apoderaría de él. Eran las 22.30




Como ya he adelantado, quedamos un grupo de amigos para asistir a una sesión de jazz.




Durante las interpretaciones, los músicos entraban y salían. Se presentaron inicialmente unos, pero continuamente cambiaban. Llegó un momento en que además de la batería, el contrabajo y la guitarra, hubo cinco vientos: tres saxos y dos trombones.

Después de la sesión me comentaron que la batería había estado demasiado presente, ocultando en ocasiones al resto de instrumentos. Sí, eso me había parecido a mí al oírlo.

Casi había llegado arriba cuando oyó el piano a sus espaldas. Unas notas claras le tironeaban de la chaqueta. Volvió a bajar para comprobar. Era Simon, en efecto, el que tocaba, empezaba, intentaba empezar, tanteaba.

Sin embargo, hace una semana, no hubo piano.

Créditos:
XIII Festival de Jazz de Valencia (julio de 2009): entrada del conciderto del día 10, programa del Festival y crítica del concierto.
Portada de Una noche en el club, de Christian Gailly, publicado por Anagrama
Fotos del cartel y de la sesión de jazz del 31 de marzo en el pub Contraseña de Valencia, del autor.

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