domingo, 25 de abril de 2010

Estrechez… de miras

Losada le estrechó la mano con cierta solemnidad.
- Señor Menkell… encantado… le he reconocido enseguida, este negocio te desarrolla un sexto sentido. En fin, vamos a lo nuestro. Tendremos que ir por la escalera, no hay ascensor.
- Sí, que, por cierto –doña Sole acariciaba a su mascota– no saben el número que fue lo de sacar el cuerpo del señor Montalvo, con los de la funeraria tropezando en todos los escalones y la gente saliendo a la escalera a ver el espectáculo… Bueno, y la casa llena de policías, que eso a mí me impresiona muchísimo.
Menkell dio un respingo. No quería detalles, no quería imaginar cosas raras, así que sin esperar al fin del relato echó a andar escaleras arriba, perseguido por Losada y por la imagen mental de un cadáver envuelto en una sábana y transportado a hombros por unos probos operarios que maldecían su trabajo de manipuladores de muertos. Cuando llegó al segundo estaba sin resuello, pero llevaba al de la agencia varios cuerpos de ventaja.


El pasado miércoles por la tarde pude atender brevemente la tertulia de En casa de Herrero, en concreto, el momento en el que el titular del programa y una contertulia, Carola Herrero, creo que arquitecta, mostraban sus diferencias sobre “lo” de El Cabañal, en Valencia. Lo que me llamó la atención fue cuando Herrero (Carola) dijo que ya existían muchos Planes Generales que protegían, no sólo los edificios, sino incluso las parcelas catastrales, al objeto de evitar la “distorsión” de la historia de la población, o algo así entendí.

Naturalmente, me vino a la cabeza la escena arriba transcrita, tomada de La importancia de las cosas, novela de Marta Rivera de la Cruz, ya conocida en estas páginas. Y junto con esta imagen literaria, me acordé también de la que dicen casa más estrecha de Europa, que se encuentra aquí en Valencia, en la plaza Lope de Vega.

Como puede apreciarse en la foto, es realmente estrecha (es la de la fachada pintada de rojo, por si hay dudas), y me imagino a todos los protectores de parcelas catastrales, y toda la historia asociada, haciendo cola para poder vivir en una casa con estas características.

El edificio, protegido, la parcela protegida,…; mientras, los inquilinos, como si se mueren (pero que lo hagan fuera del edificio), y los propietarios, que se aguanten, por especuladores.

¡Qué sufrido es el papel, (y resistente la ideología), sobre todo cuando al que se fastidia es a otro!


Créditos:
Transcripción tomada del “segundo” capítulo (no van numerados) de La importancia de las cosas, de Marta Rivera de la Cruz, editado por Autores Españoles e Iberoamericanos, primera edición de marzo de 2009 (pp.37-38)

Foto de la plaza Lope de Vega, de Valencia, diciembre de 2008, del autor.

3 comentarios:

  1. Yo también escuché esa tertulia. Me fastidian los arquitectos (espero que mi hermana no pase por aquí y me lea) y su manía de estropear todo lo antiguo con monstruosidades modernas. De entre todos, odio a Moneo. Y dice Luis Herrero que a lo mejor la posteridad encuentra muy apropiado la barbaridad de este tipo en el claustro de los Jerónimos. Anda que...

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  2. ¡Ah! Pues yo te gano: mis dos hermanos que me siguen, también lo son... pero de los que sí tienen dos dedos de frente [como tu hermana, supongo, conociéndote, ;-)]

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  3. Sí, sí, es una mujer con la cabeza sobre los hombros y con la estampilla familiar grabada en la frente, como los demás hermanos, así que diste en el clavo con ese "conociéndote"... ;-). Eso sí, su cabeza está infinitamente mejor amueblada que la mía :-)

    Saludos

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