Hace casi dos semanas, en el marco de las fiestas del colegio de mis hijos, se celebró, el viernes, una cena solidaria, que consistía en que la “entrada” era en realidad una donación para una ONG con la que colabora el colegio, y coincidiendo con ello, te encontrabas con que disponías de un sitio en el conjunto de las mesas que se habían dispuesto para tomar como cena… aquello que te hubieras traído de casa.
Habíamos quedado un grupo de padres para asistir, y aportar cada uno parte de la cena, y una vez encontrado el sitio correspondiente a nuestras “entradas” (sin numerar, claro), procedimos a disfrutar de la cena y de diversas actuaciones de baile y play-back, que tenían preparadas varios grupos de alumnos. Al hilo de la música, una madre nos comentó que en un pub cerca de su casa acababan de empezar un periodo de sesiones de jazz en directo, los miércoles, justo para antes de cenar, y decidimos quedar para la semana siguiente.
El patio del colegio estaba decorado con carteles y dibujos, y numerosos cordeles que sujetaban cada uno unos cuantos discos compactos que habían pasado a mejor vida.
Cuando los ví, lo primero que me vino a la cabeza era cuánto ‘canon’ estaba ahí colgado, decorando y lanzando sus reflejos en derredor suyo.
Otra cosa que me llamó la atención fue el cartel de la foto. No la solicitud de colaboración, que es lo normal, no (y además, fue atendida). Lo que me llamó la atención, supongo que por la falta de costumbre, fue el correcto uso del imperativo.
Pero claro, eso sí era imperativo: estábamos en un colegio.
El imperativo del canon es otra cosa.
Habíamos quedado un grupo de padres para asistir, y aportar cada uno parte de la cena, y una vez encontrado el sitio correspondiente a nuestras “entradas” (sin numerar, claro), procedimos a disfrutar de la cena y de diversas actuaciones de baile y play-back, que tenían preparadas varios grupos de alumnos. Al hilo de la música, una madre nos comentó que en un pub cerca de su casa acababan de empezar un periodo de sesiones de jazz en directo, los miércoles, justo para antes de cenar, y decidimos quedar para la semana siguiente.
El patio del colegio estaba decorado con carteles y dibujos, y numerosos cordeles que sujetaban cada uno unos cuantos discos compactos que habían pasado a mejor vida.
Cuando los ví, lo primero que me vino a la cabeza era cuánto ‘canon’ estaba ahí colgado, decorando y lanzando sus reflejos en derredor suyo.
Otra cosa que me llamó la atención fue el cartel de la foto. No la solicitud de colaboración, que es lo normal, no (y además, fue atendida). Lo que me llamó la atención, supongo que por la falta de costumbre, fue el correcto uso del imperativo.
Pero claro, eso sí era imperativo: estábamos en un colegio.
El imperativo del canon es otra cosa.
Se puede saber que tipos de sabrosas viandas llevabas en la fiambrera?
ResponderEliminarTal vez filete empanados y huevos duros?...Es lo suyo.