La superstición, de un tiempo a esta parte, es un tema que se toma a broma, chufla o recochineo. Son conocidas las demostraciones más habituales relativas a la mala suerte, como el gato negro, el espejo roto, o la sal derramada, los cuáles, especialmente el primero, han sido objeto en numerosas ocasiones, de caricaturización en los tebeos. Incluso, en forma personalizada, es decir, el gafe.
Recordaba yo un personaje de estas características, y buscando en internet me ha salido un tal Tomás el Gafe. El caso es que no me resulta del todo desconocido, pero no puedo decir que se trate de alguien del que tenga claros recuerdos, ni mucho menos que forme parte de mi ‘mitología tebeística’ infantil propia.
Todo esto viene a cuento, naturalmente, de que hoy es martes y trece. Del que no habría dicho nada si no haberse dado la circunstancia de que me he dado cuenta de que justo anoche, leyendo El ángel sombrío, de Mika Waltari, como ya sabemos, llegué, fechada un 10 de enero de 1453, a la siguiente escena y meditación, en la que Jean Ange, o Giovanni Angelos, el narrador y protagonista, habla con Franzes, canciller del emperador Constantino:
“- (…) los derviches me habían enseñado a fortalecer elcuerpo y a resistir todas las privaciones. Si lo deseáis, puedo tomar con mi mano un tizón ardiendo del brasero sin quemarme.
Di un paso hacia él y conseguí por fin prender su mirada. Vaciló e, irritado, me empujó a un lado para que no hiciera el experimento. Si lo hubiese realizado no hubiese sabido qué pensar de mí, tan supersticio que era… Supersticioso, porque hacía tiempo que no creía en nada.”
En nada. Ahora ya, los hay que ni siquiera en la superstición.
Créditos:
Imagen de Tomás el Gafe, tomada de la página enlazada.
Transcripción tomada de la traducción de J.A. González de El ángel sombrío, en edición de El Círculo de Lectores de 1995.
Recordaba yo un personaje de estas características, y buscando en internet me ha salido un tal Tomás el Gafe. El caso es que no me resulta del todo desconocido, pero no puedo decir que se trate de alguien del que tenga claros recuerdos, ni mucho menos que forme parte de mi ‘mitología tebeística’ infantil propia.
Todo esto viene a cuento, naturalmente, de que hoy es martes y trece. Del que no habría dicho nada si no haberse dado la circunstancia de que me he dado cuenta de que justo anoche, leyendo El ángel sombrío, de Mika Waltari, como ya sabemos, llegué, fechada un 10 de enero de 1453, a la siguiente escena y meditación, en la que Jean Ange, o Giovanni Angelos, el narrador y protagonista, habla con Franzes, canciller del emperador Constantino:
“- (…) los derviches me habían enseñado a fortalecer elcuerpo y a resistir todas las privaciones. Si lo deseáis, puedo tomar con mi mano un tizón ardiendo del brasero sin quemarme.
Di un paso hacia él y conseguí por fin prender su mirada. Vaciló e, irritado, me empujó a un lado para que no hiciera el experimento. Si lo hubiese realizado no hubiese sabido qué pensar de mí, tan supersticio que era… Supersticioso, porque hacía tiempo que no creía en nada.”
En nada. Ahora ya, los hay que ni siquiera en la superstición.
Créditos:
Imagen de Tomás el Gafe, tomada de la página enlazada.
Transcripción tomada de la traducción de J.A. González de El ángel sombrío, en edición de El Círculo de Lectores de 1995.
Me ha gustado eso de "mitología tebeística".
ResponderEliminarPues aunque me parece que lo dices con cierto retintín... ;-), yo también soy de las que cada vez creen menos y peor, pues está el mundo como para ir derrochando fe en el género humano...
ResponderEliminarA mí siempre me gustaron, tanto el número trece como los gatos negros, y no tengo reparo alguno en pasar por debajo de una escalera.
ResponderEliminarPor lo demás, no conocía al tal Tomás el Gafe. Cuando yo era niño, y vivía en Buenos Aires, mis adicciones en papel pasaban por Isidoro Cañones, Condorito o Patoruzu.
Un saludo
caragüevo: bueno, es que de eso, más o menos, se trataba. Y como de los buenos mitos, se podía aprender mucho.
ResponderEliminarS.Cid: no consiste en derrochar la fe, aunque sí es cierto que hay que estudiar muy bien dónde se invierte (como los famosos denarios)
Guido: era un personaje más francófono, si lo poco que recuerdo no es encima erróneo, del grupo de Spirou, Pilote y todos esos.
Gracias a todos por las visitas y comentarios.