El segundo acontecimiento al que asistí la pasada semana al Palau de la Música fue la inauguración el jueves 22, de la exposición de Antonio de Felipe, pintor valenciano, titulada PopSport, sobre la cual, lo primero que hay que decir, es que el cartel de la misma no le hace justicia, ya que si por algo se caracterizan sus cuadros es por un estilo nada realista.
La exposición, como dijo Mairen Beneyto, concejala de la cosa, era, efectivamente, muy mediática. “Habíamos” muchos pero llegamos a pillar algo del cáterin, aunque no íbamos a eso.
Al día siguiente, salió en prensa (era mediática, ya digo) una reseña, acompañada de una foto en la que se ve tal vez el cuadro más valenciano, ya que toma como referencia el de los niños en la playa de la Malvarrosa de Sorolla, y lo complementa con un tema deportivo bajo una visión ‘pop’.
La mayoría de las obras tienen esta estructura: una interpretación deportiva ‘pop’ de una obra conocida o de unas imágenes totalmente establecidas en la cultura, como es el caso de las cuatro sotas de la baraja española ante las que se realizó la presentación de la exposición, convirtiéndose los palos de oros, copas, espadas y bastos, en baloncesto, fútbol, tenis y béisbol. La referencia era fácil, y así José María Lozano, quien hizo la presentación de la exposición, dijo que ésta se planteaba “con las cartas boca arriba”. De las palabras del artista ahora no recuerdo nada, pero al menos, tengo la foto de cuando estaba hablando.
Además de en la composición, el humor se dejaba ver también en los títulos de las obras. El de ésta no tiene vuelta de hoja: “Al agua… patos”.
La exposición se ubica en dos salas, en las cuáles se realizaron los dos momentos principales del acto: la inauguración tuvo lugar en la propia Sala de Exposiciones del Palau, cuyo suelo estaba tapizado como si de un campo de fútbol se tratase; el cáterin fue en otra sala, también para estos usos, anexa al edificio, mal llamada por casi todos “Atrio de los bambús” (para ahorrarnos a todos, supongo, la ‘e’ ya muy usada en el Plan E), cuyo oscuro suelo recogía la parrilla de salida de un Gran Premio de Fórmula 1.
En ambas salas no sólo había cuadros, sino también estatuas, con el mismo estilo. En esta segunda, por ejemplo, se encontraba el discóbolo de Mirón, cuyo toque ‘pop’ estaba representado por una Pantera Rosa (motivos que ya estaban reflejados en un cuadro expuesto en la primera sala, a modo de anticipo, "Pink Mirón"). Lo logrado de esta obra es que, a la luz que entonces había en la sala, se percibía una distinta textura en cada personaje del conjunto, más marmóreo el discóbolo, más de ‘goma’ la Pantera.
Paa evitar problemas de protocolo, en cuanto llegó la alcaldesa, nosotros nos fuimos.
El domingo, regresé a la exposición para que la vieran mis hijos. Los cuadros que más les gustaron fueron el de los patos, y otro que reflejaba una prueba de salto de altura… sobre una hilera de cactus. El domingo, como me esperaba, no me dejaron hacer ninguna foto.
La exposición, como dijo Mairen Beneyto, concejala de la cosa, era, efectivamente, muy mediática. “Habíamos” muchos pero llegamos a pillar algo del cáterin, aunque no íbamos a eso.
Al día siguiente, salió en prensa (era mediática, ya digo) una reseña, acompañada de una foto en la que se ve tal vez el cuadro más valenciano, ya que toma como referencia el de los niños en la playa de la Malvarrosa de Sorolla, y lo complementa con un tema deportivo bajo una visión ‘pop’.
La mayoría de las obras tienen esta estructura: una interpretación deportiva ‘pop’ de una obra conocida o de unas imágenes totalmente establecidas en la cultura, como es el caso de las cuatro sotas de la baraja española ante las que se realizó la presentación de la exposición, convirtiéndose los palos de oros, copas, espadas y bastos, en baloncesto, fútbol, tenis y béisbol. La referencia era fácil, y así José María Lozano, quien hizo la presentación de la exposición, dijo que ésta se planteaba “con las cartas boca arriba”. De las palabras del artista ahora no recuerdo nada, pero al menos, tengo la foto de cuando estaba hablando.
Además de en la composición, el humor se dejaba ver también en los títulos de las obras. El de ésta no tiene vuelta de hoja: “Al agua… patos”.
La exposición se ubica en dos salas, en las cuáles se realizaron los dos momentos principales del acto: la inauguración tuvo lugar en la propia Sala de Exposiciones del Palau, cuyo suelo estaba tapizado como si de un campo de fútbol se tratase; el cáterin fue en otra sala, también para estos usos, anexa al edificio, mal llamada por casi todos “Atrio de los bambús” (para ahorrarnos a todos, supongo, la ‘e’ ya muy usada en el Plan E), cuyo oscuro suelo recogía la parrilla de salida de un Gran Premio de Fórmula 1.
En ambas salas no sólo había cuadros, sino también estatuas, con el mismo estilo. En esta segunda, por ejemplo, se encontraba el discóbolo de Mirón, cuyo toque ‘pop’ estaba representado por una Pantera Rosa (motivos que ya estaban reflejados en un cuadro expuesto en la primera sala, a modo de anticipo, "Pink Mirón"). Lo logrado de esta obra es que, a la luz que entonces había en la sala, se percibía una distinta textura en cada personaje del conjunto, más marmóreo el discóbolo, más de ‘goma’ la Pantera.
Paa evitar problemas de protocolo, en cuanto llegó la alcaldesa, nosotros nos fuimos.
El domingo, regresé a la exposición para que la vieran mis hijos. Los cuadros que más les gustaron fueron el de los patos, y otro que reflejaba una prueba de salto de altura… sobre una hilera de cactus. El domingo, como me esperaba, no me dejaron hacer ninguna foto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario