Con independencia del calendario vigente en cada sitio, era un 22 de abril de 1870 en algún lugar, cuando en Simbirsk, que bastantes años más tarde pasó a llamarse Ulyanovsk, nació el más famoso de los Ulyanov, claro: Vladimir Ilyich Ulyanov, más conocido por su alias de Lenin.
“Lenin (19 de marzo de 1922):
«Ahora y sólo ahora, cuando en las zonas afectadas por el hambre hay antropofagia y las carreteras están pavimentadas con cientos de cadáveres, si no miles, es cuando podemos (y por lo tanto, debemos) insistir en la apropiación de los objetos de valor [de la Iglesia], con la energía más implacable y despiadada, sin reparar en medios para aplastar toda resistencia […] Un momento como el del hambre y la desesperación es único para crear entre las masas campesinas en general una disposición que nos garantice su simpatía o en cualquier caso su neutralidad […] Debemos declarar ahora [al clero] una guerra decisivia y despiadada, y someter su resistencia con una brutalidad que no olviden durante décadas […] Cuantos más representantes de la burguesía y el clero reaccionarios consigamos ejecutar en este asunto, mejor.»
Los archivos eclesiásticos indican que aquel año mataron a 2.691 sacerdotes, 1.962 monjes y 3.447 monjas. Durante una carestía anterior, la de 1891, en la que murió medio millón de personas, la lucha contra el hambre fue una prioridad nacional. En la capital de Samara (Kuíbishev), sólo un intelectual, un abogado de veintidós años, se negó a participar en la campaña y, desde luego, fue denunciado públicamente. Era Lenin. Tuvo la ‘valentía’, como dijo un amigo suyo,
«de decir a los cuatro vientos que aquella carestía tendría muchos resultados positivos […] El hambre, explicó, por destruir la desfasada economía campesina, sería […] el preludio del socialismo […] el hambre destruiría asimismo la fe no sólo en el zar, sino también en Dios.»
El hambre pertenece a la tetrarquía comunista; los otros tres elementos son el terror, la esclavitud y, evidentemente, el fracaso, el sempiterno e incorregible fracaso.”
Estas desgracias y maldades llegaron a materializarse “gracias” a que un 16 de abril, pero de 1917, Lenin cruzaba la frontera y regresaba a Rusia, en plena I Guerra Mundial, merced a la financiación de alemanes que querían la retirada de Rusia de la Gran Guerra. Este objetivo se consiguió, con el resultado conocido, poco después, de la revolución de octubre y el establecimiento del régimen totalitario soviético y comunista.
Si para la financiación alemana podía encontrarse una explicación, pues al fin y al cabo estaban en guerra ambos países, lo que me resulta más difícil es encontrarla para la otra financiación que tuvo Lenin: la de procedencia estadounidense.
Pocas veces puede aplicarse de una manera más trágica, en la Historia, eso de que “de aquellos polvos, vienen estos lodos”.
Y por desgracia, se sigue demostrando que una de las cosas que más cuesta de limpiar es el barro, el lodazal en que se está convirtiendo este, cada vez más asolado, solar patrio.
Créditos:
Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones, de Martin Amis, editado por Anagrama. Primera parte: El hundimiento de la vida humana. Apartado Diez tesis sobre Ilich, tesis V (pp.38-39). Fotografías tomadas también del libro, mostrando a unos campesinos abocados a la antropofagia en 1920, y a Lenin disfrazado en julio de 1917.
Fotograma de Santiago Carrillo Solares, del vídeo enlazado, con declaraciones del pasado 14 de abril.
“Lenin (19 de marzo de 1922):
«Ahora y sólo ahora, cuando en las zonas afectadas por el hambre hay antropofagia y las carreteras están pavimentadas con cientos de cadáveres, si no miles, es cuando podemos (y por lo tanto, debemos) insistir en la apropiación de los objetos de valor [de la Iglesia], con la energía más implacable y despiadada, sin reparar en medios para aplastar toda resistencia […] Un momento como el del hambre y la desesperación es único para crear entre las masas campesinas en general una disposición que nos garantice su simpatía o en cualquier caso su neutralidad […] Debemos declarar ahora [al clero] una guerra decisivia y despiadada, y someter su resistencia con una brutalidad que no olviden durante décadas […] Cuantos más representantes de la burguesía y el clero reaccionarios consigamos ejecutar en este asunto, mejor.»
Los archivos eclesiásticos indican que aquel año mataron a 2.691 sacerdotes, 1.962 monjes y 3.447 monjas. Durante una carestía anterior, la de 1891, en la que murió medio millón de personas, la lucha contra el hambre fue una prioridad nacional. En la capital de Samara (Kuíbishev), sólo un intelectual, un abogado de veintidós años, se negó a participar en la campaña y, desde luego, fue denunciado públicamente. Era Lenin. Tuvo la ‘valentía’, como dijo un amigo suyo,
«de decir a los cuatro vientos que aquella carestía tendría muchos resultados positivos […] El hambre, explicó, por destruir la desfasada economía campesina, sería […] el preludio del socialismo […] el hambre destruiría asimismo la fe no sólo en el zar, sino también en Dios.»
El hambre pertenece a la tetrarquía comunista; los otros tres elementos son el terror, la esclavitud y, evidentemente, el fracaso, el sempiterno e incorregible fracaso.”
Estas desgracias y maldades llegaron a materializarse “gracias” a que un 16 de abril, pero de 1917, Lenin cruzaba la frontera y regresaba a Rusia, en plena I Guerra Mundial, merced a la financiación de alemanes que querían la retirada de Rusia de la Gran Guerra. Este objetivo se consiguió, con el resultado conocido, poco después, de la revolución de octubre y el establecimiento del régimen totalitario soviético y comunista.
Si para la financiación alemana podía encontrarse una explicación, pues al fin y al cabo estaban en guerra ambos países, lo que me resulta más difícil es encontrarla para la otra financiación que tuvo Lenin: la de procedencia estadounidense.
Pocas veces puede aplicarse de una manera más trágica, en la Historia, eso de que “de aquellos polvos, vienen estos lodos”.
Y por desgracia, se sigue demostrando que una de las cosas que más cuesta de limpiar es el barro, el lodazal en que se está convirtiendo este, cada vez más asolado, solar patrio.
Créditos:
Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones, de Martin Amis, editado por Anagrama. Primera parte: El hundimiento de la vida humana. Apartado Diez tesis sobre Ilich, tesis V (pp.38-39). Fotografías tomadas también del libro, mostrando a unos campesinos abocados a la antropofagia en 1920, y a Lenin disfrazado en julio de 1917.
Fotograma de Santiago Carrillo Solares, del vídeo enlazado, con declaraciones del pasado 14 de abril.
La actual Avenida del Puerto se llamó Avenida de Lenin entre 1936 y 1939. Un homenaje de Carrillo y sus secuaces a ese gran hombre.
ResponderEliminarPara hecernos una idea del genocido religioso que hubo en España sólo tenemos que comparar cifras.
ResponderEliminarActualmente la lista nominal de religiosos asesinados en nuestro país se eleva a 7.800 encabezados por trece obispos.
Mártires todos.
caragüevo: efectivamente, y del valiente Gobierno de la República que salió por pies de Madrid sin esperarse a comprobar si pasaban o no pasaban.
ResponderEliminarbate: como bien dices, mártires todos. Sobre la persecución religiosa de hace algo más de setenta años en España, ya anotaré algo, peero de momento, sólo recordar lo bien cierto que era el título de la novela de Gironella: "Los ciprreses creen en Dios", y todo lo que en su título implicaba.