“Fue
así que dos hombres llamados Pelagio y Helvidio, por la parte de la Gallia
Góthica venidos en España, decian y enseñaban que la madre de Dios no fue
perpetuamente vírgen. San Ildefonso porque esta locura y atrevimiento no fuese
en aumento, acudió á hacerles resistencia y disputar con ellos parte con un
libro que compuso en que defiende lo contrario, parte con diversas disputas que
con ellos tuvo. Con esta diligencia se reprimió la mala semilla de aquel error,
y se desbarataron los intentos de aquellos dos hombres malvados.
El
premio deste trabajo fue una vestidura traida del cielo. La misma noche antes
de la fiesta de la Anunciacion, que poco antes ordenaron los obispos se
celebrase en el mes de diciembre [en concreto, el
día 18; se decidió en 656, en el X Concilio de Toledo, para que no coincidiera
con Cuaresma], como fuese á maitines y en
su compañía muchos clérigos, al entrar de la iglesia vieron todos un resplandor
muy grande y maravilloso. Los que acompañaban al Santo vencidos del grande espanto
huyeron todos: solo él pasó adelante, y púsose de rodillas delante del altar Allí
vió con sus ojos en la cátedra en que solía él enseñar al pueblo, á la madre de
Dios, con representacion de magestad mas que humana. La cual le habló de esta
manera: «El premio de la virginidad que has conservado en tu cuerpo, junto con
la puridad de la mente y el ardor de la fé, y de haber defendido nuestra vírginidad,
será este don traido del tesoro del cielo.» Esto dijo, y juntamente con sus
sagradas manos le vistió una vestidura con que le mandó celebrase las fiestas
de su hijo y suyas. Los que le acompañaban, sosegado algun tanto el miedo,
vueltos en sí y animados llegaron do su prelado estaba á tiempo que ya toda aquella
vision era pasada y desaparecida: halláronle casi sin sentido que el miedo y la
admiracion le quitaron con la habla, solos sus ojos eran como fuentes, y se derretian
en lágrimas por no poder hablar á la Vírgen, y dalle las gracias de tan señalado
beneficio. Cixila, sucesor de Ildefonso, refiere todo esto como oido de Urbano
que fue tambien arzobispo de Toledo, y de Evancio que fue arcediano de la misma
iglesia: personas que conforme á la razon de los tiempos y de su edad se
pudieron hallar presentes al milagro. Las palabras de la Virgen que refiere
Cixila, son estas: «Apresúrate y acércate carísimo siervo de Dios, recibe este
pequeño don de mi mano, que te traigo del tesoro de mi hijo.» La piedra en que
la gloriosa Virgen puso los pies está hoy dia en la misma entrada de aquel
templo con una reja de hierro para memoria de cosa tan grande.”
Créditos:
Extracto del capítulo X De la vida de San Ildefonso, del Libro Sesto,
de la obra del Padre Mariana Historia
general de España, en la edición publicada por la Imprenta y Librería de
Gaspar y Roig (en Madrid, calle del Príncipe, 4), en el año de Nuestro Señor de
1852, de la biblioteca del autor (Tomo 1 - pág. 177).
Fotografía del
altorrelieve de La Descensión de la
Virgen, obra de Manuel Álvarez (1783), en el retablo principal de la
Capilla de San Ildefonso, en la Catedral de Toledo, en octubre de 2011, del
autor.
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