miércoles, 8 de enero de 2014

Un humilde propósito

- Veo el duende de los carillones entre nosotros –exclamó Trotty designando a su guía y hablando con el acento de una especie de inspiración que extraía de la mirada que le dirigían los fantasmas–. Sé que nuestra herencia está reservada para nosotros en los tesoros del Tiempo. Sé que un día el propio Tiempo ha de levantarse como un vasto océano que barrerá a su paso a todos aquellos que nos ultrajan o nos oprimen. A lo lejos diviso sus primeras olas. Sé que debemos tener confianza y esperanza, no dudar de nosotros mismos ni de los buenos sentimientos de nuestros semejantes. Es una lección que he recibido de la criatura más querida de mi corazón...

Podemos ver que Trotty (es decir, Toby), ha cambiado de opinión, aunque…

¿Había soñado Trotty? ¿Es un sueño el relato de sus alegrías y de sus penas? ¿No son más que los personajes de un sueño los protagonistas de este relato y el propio Trotty? ¿No habrá sido también el propio narrador un soñador que al fin se despierta?... Si así es, vosotros que lo habéis escuchado, vosotros que le sois tan queridos en todas sus visiones, acordaos de las severas realidades desde las cuales le han llegado estas sombras,y, dentro de vuestro ámbito –no hay ninguno demasiado vasto ni demasiado limitado para eso–, esforzaos en corregirlas, en mejorarlas y en suavizarlas. ¡Pueda así el Año Nuevo ser feliz para vosotros, feliz para todos aquellos cuya dicha depende de vosotros! ¡Pueda, en fin, cada año ser más feliz que el último! ¡Que, sobre todo, el más humilde de nuestros hermanos o la más humilde de nuestras hermanas no se vean nunca privados de su parte legítima en la felicidad que nuestro Padre común les ha destinado al crearlos!

Créditos:
Extracto del Cuarto cuarto y último párrafo de la obra Los carillones, de Charles Dickens, según traducción de Adrià Edo, tomado de la edición realizada por Barataria en su colección Bárbaros minus (pp. 168-169 y 176), de la biblioteca del autor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario