“- Veo
el duende de los carillones entre nosotros –exclamó Trotty designando a su guía
y hablando con el acento de una especie de inspiración que extraía de la mirada
que le dirigían los fantasmas–. Sé que nuestra herencia está reservada para
nosotros en los tesoros del Tiempo. Sé que un día el propio Tiempo ha de levantarse
como un vasto océano que barrerá a su paso a todos aquellos que nos ultrajan o nos
oprimen. A lo lejos diviso sus primeras olas. Sé que debemos tener confianza y
esperanza, no dudar de nosotros mismos ni de los buenos sentimientos de
nuestros semejantes. Es una lección que he recibido de la criatura más querida
de mi corazón...”
Podemos ver que Trotty (es decir, Toby),
ha cambiado de opinión, aunque…
“¿Había
soñado Trotty? ¿Es un sueño el relato de sus alegrías y de sus penas? ¿No son
más que los personajes de un sueño los protagonistas de este relato y el propio
Trotty? ¿No habrá sido también el propio narrador un soñador que al fin se
despierta?... Si así es, vosotros que lo habéis escuchado, vosotros que le sois
tan queridos en todas sus visiones, acordaos de las severas realidades desde
las cuales le han llegado estas sombras,y, dentro de vuestro ámbito –no hay
ninguno demasiado vasto ni demasiado limitado para eso–, esforzaos en corregirlas,
en mejorarlas y en suavizarlas. ¡Pueda así el Año Nuevo ser feliz para
vosotros, feliz para todos aquellos cuya dicha depende de vosotros! ¡Pueda, en
fin, cada año ser más feliz que el último! ¡Que, sobre todo, el más humilde de
nuestros hermanos o la más humilde de nuestras hermanas no se vean nunca
privados de su parte legítima en la felicidad que nuestro Padre común les ha
destinado al crearlos!”
Créditos:
Extracto del Cuarto cuarto y último párrafo de la obra Los carillones, de Charles Dickens, según traducción de Adrià Edo,
tomado de la edición realizada por Barataria en su colección Bárbaros minus (pp. 168-169 y 176), de
la biblioteca del autor.
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