“Se
han metido en esta historia de la ley del aborto… Yo esperaba que esto, pues, se
cursara en alguna… antes de manifestarme, porque es tan evidente que el proyecto
está hecho con los pies, es una cosa mostrenca y ridícula,… y digan lo que
digan, ahora lo van a oír, NO estaba en el programa electoral del partido; en
el programa electoral del partido decían que revisarían la ley del aborto, no decían
lo que iban a hacer, y desde luego no decían que la ley iba a obligar a tener a
una mujer un hijo si el feto estaba malformado o incluso muerto. Eso no venía
en ningún programa electoral del Partido Popular. (…) Se mete en un asunto que compete,
que afecta directamente a las conciencias, y ¿qué han hecho con la ley del
aborto? Pues yo me lo he leído, y me parece que es una chapuza igual que la del
85. En el 85 era una ley del aborto limitado, en el que no era un derecho, pero
¿qué más me da que sea derecho o no, que se proclame derecho o no, eso es una
bobada de la izquierda, si lo ampara la ley? Si lo ampara la ley está sujeto a derecho,
y por lo tanto, pues sí, es un derecho dentro de los cauces que marque la ley.
(…) El PP no lucha contra el aborto. El PP quiere cambiar la ley del aborto, la
ley de plazos de Zapatero, para volver a algo parecido a la ley de consenso,
que votaron todos, del 85: eran tres casos de despenalización del aborto. (…) Ante
una malformación de feto, que es donde se ha encasquillado estúpidamente
Gallardón, ¿puede el Estado obligar a una mujer que siga adelante el embarazo? ¡Pero
hombre…! ¡Pero hombre…! La que quiera seguir, pues que siga; y si tiene un niño
muerto, o quiere tenerlo, pues lo tenga, o espera un milagro, pues lo espere. ¡Muy
bien! ¿Pero se puede obligar? ¡Pero hombre, no, por favor! O sea, ¡pero de
ninguna de las maneras!
¿Tiene
que haber una ley del aborto en España? ¡Pues claro que tiene que haber una ley
del aborto! ¡Naturalmente!¿Lo más restringida posible? Sin duda. ¿Pero esta chapuza?
(…) ¿Venir en el programa electoral del PP? ¡Mentira! Esto no venía en el
programa electoral del PP. Lo que decían, las pocas veces que hablan, es que
iban a volver a la ley del 85. Pero la ley del 85 tenía un coladero que era lo
de la salud psíquica de la madre (…) Pero no…, no afecta a lo fundamental. La ley
del 85 fue consensuada, y ese agujero se podía haber remediado. Y punto. ¿Lo
han remediado? ¡No! ¿Lo han agravado? ¡Sí! ¿Es peor lo de Gallardón que lo del
85? Es ¡todavía peor!, porque es todavía más estúpida. ¿Es regresiva como dice
la izquierda? No, es estúpida. ¿Priva de derecho? Pero ¿qué… qué derecho? Si
está protegido por la ley, pues será un derecho, ¿qué más da la nomenclatura, o
la denominación?”
Todo lo anterior lo dijo Federico Jiménez
Losantos en su discurso de las siete de la mañana de ayer, hace sus 26 horas
(aunque no es todo lo que dijo). Como suele suceder, el problema no es la verdad
que dijera, sino lo que dijo con apariencia de verdad (además de aquello que no
es ni una cosa ni otra); es más, lo que de verdad hay, aunque él no lo sepa.
“No
es difícil resumir la esencia de la eugenesia, por mucho que algunos de sus
partidarios se salgan por la tangente. El movimiento consiste en dos partes:
una base moral, común a todos, y un esquema de aplicación social que varía
bastante. En cuanto a la base moral, es evidente que la responsabilidad ética
de cada hombre varía según su conocimiento de las consecuencias. Si yo
estuviera cuidando a un niño, y si éste enfermase después de haber comido
jabón, es posible que mandara llamar al médico. También podría ocurrir que mi
llamada apartase al profesional de otros casos mucho más serios, impidiéndole
atender a niños cuya dieta hubiese sido bastante más letal; pero mi actitud
estaría justificada. Nadie podría exigirme que estuviese enterado de la
situación de los demás pacientes hasta el extremo de que me sintiese obligado
(o aun de que tuviese derecho) a sacrificar en favor de ellos al niño de cuyo
cuidado soy directa y esencialmente responsable. Ahora bien, el fundamento
moral de la eugenesia es el siguiente: que el niño del que somos directa y
esencialmente responsables es aquel que aún no existe. Es decir, que sabemos (o
podemos llegar a saber) lo suficiente de ciertas tendencias biológicas
inevitables, como para reflexionar sobre el fruto de una unión presunta con la
misma conciencia directa y clara que ahora sólo podemos aplicar al otro miembro
de esa unión. Puede concebirse que el deber que dicho conocimiento nos impone
sea tan definido como el otro, o más definido aun. (…)
De
lo que se trata aquí es de que una nueva escuela opone la eugenesia a la ética.
Lo demuestra un hecho corriente: los heroísmos de la historia son en realidad
los crímenes de la eugenesia. Los libros y los artículos de los eugenistas
sugieren a cada paso que las uniones no eugenésicas deben y pueden ser
consideradas actitudes pecaminosas; y que debemos comprender realmente que desposar
a un inválido es una forma de crueldad hacia los hijos. Pero la historia abunda
en elogios hacia quienes hicieron honor a los vínculos que los unían a
inválidos; (…). No examino aquí cuál de los dos conceptos morales me parece
acertado; me limito a insistir en que son contradictorios. En realidad, los
eugenistas tienen por santos precisamente a los hombres que para centenares de
familias no serían más que unos canallas. Si quisieran ser consecuentes,
deberían levantar estatuas a los hombres que abandonaron a la amada a causa de
una desgracia física; o descubrir placas de bronce que celebren la actitud del
buen eugenista, que rehusó noblemente desposar a su novia después que ésta se
cayese de la bicicleta; o la del joven héroe que, al enterarse de que un pariente
de su prometida padecía erisipela, quebrantó magnánimamente su palabra.”
Hace un siglo Europa vivía un crecimiento
de los postulados eugenésicos, contra los que se manifestaron, entre unos
pocos, Chesterton. Naturalmente, como suele suceder con planteamientos
totalitarios, tenían sus argumentaciones científicas: para evitar que como
consecuencia de “ciertas tendencias
biológicas inevitables” los nacidos no estuvieran ‘correctamente’ sanos (es
decir, deficientes, o… malformados), había que evitar que sus progenitores lo
fueran, aislándolos o, mejor aún, científicamente hablando, esterilizándolos.
“Desde
el punto de vista práctico, la definición general más breve de la eugenesia
señala que esta escuela se propone controlar a ciertas familias como si se
tratara de familias de esclavos paganos.”
El progreso de la ciencia en aquellos
tiempos permitía suponer la herencia genética, que es como se planteaba
(inicialmente) la eugenesia. Ahora, las técnicas resultado del actual
conocimiento científico permiten llegar más al detalle, comprobar cada embarazo
concreto, aunque aún con amplios márgenes de error. Por tanto, los propósitos
que en aquel entonces se resolvían con la llamada ‘eugenesia’, ahora se
resuelven con el llamado ‘aborto’.
Tal vez haya quien diga este enfoque es
una evidente exageración. Pues vale. El planteamiento inicial de los eugenistas
en el cambio de siglo de 1900 era muy científico, poniendo como ejemplos claros
las enfermedades mentales hereditarias.
“Abordaré
más adelante otro problema, el de las personas sobre las cuales puede aplicarse
esta clase de presión; y otra cuestión mucho más desconcertante, quiénes serán
las personas que la apliquen. Pero el caso es que alguien tiene que ejercerla
sobre alguien, y ha de hacerlo sobre la base de ciertos cálculos respecto de
los resultados, los que según se afirma son demostrables. Valga lo dicho con
respecto al tema. Afirmo que la cosa existe. La defino con la precisión
admisible en los asuntos de carácter moral; la denomino eugenesia. Si después a
alguien se le ocurre afirmar que la palabra «eugenesia» no es el término griego
apropiado... bueno, (…)”
Como señalaba en 1913 Chesterton, el
problema de esa ‘ciencia’ (dándola como buena) era quién decidía sobre quién se
aplicaba,y cómo se llevaba a efecto. Veinte años después, los científicos nazis
le resolvieron todas las dudas.
“De
los embaucados hablaré naturalmente como hablamos todos de tales instrumentos,
juzgándolos por el bien que creen que hacen, y no por el mal que hacen en
realidad.”
Repetimos, pues:
“Si
lo ampara la ley está sujeto a derecho, y por lo tanto, pues sí, es un derecho dentro
de los cauces que marque la ley. (…) Pero
¿qué… qué derecho? Si está protegido por la ley, pues será un derecho, ¿qué más
da la nomenclatura, o la denominación?”
En efecto, ¿qué más da? Una declaración
tan contundente a favor del derecho positivo, basado en lo que se establece en
las leyes, no puede sino recordarnos las leyes de Alemania a partir de 1933, o
las de la URSS (y sus sanatorios mentales, científicos,
eso sí), o las de la Revolución Cultural en China.
[Por cierto, la sexta medida del apartado
3.1 La familia: primera sociedad del
bienestar, del programa electoral del Partido Popular en 2011, dice:
“La
maternidad debe estar protegida y apoyada. Promoveremos una ley de protección
de la maternidad con medidas de apoyo a las mujeres embarazadas, especialmente
a las que se encuentran en situaciones de dificultad. Impulsaremos redes de
apoyo a la maternidad. Cambiaremos el modelo de la actual regulación sobre el
aborto para reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las
menores.”
Tal vez lo de “Cambiaremos el modelo de la actual regulación sobre el aborto para
reforzar la protección del derecho a la vida” no sea muy concreto, pero se
entendió bastante bien, tanto como para que muchos grupos hayan estado dos años
recordando al Gobierno que aún no había hecho nada sobre esta ‘regulación’.
Pero entrar en matices con quien dice,
por dos veces, que la ley del 85 era una ley “consensuada”, lo que quedó rotundamente demostrado con la
presentación de un recurso de anticonstitucionalidad por parte de… Alianza
Popular, y firmado por… el padre del actual Ministro Gallardón; entrar en
matices, así, digo, es tontería.
Otra cosa es que se refiera a que su, a
ratos, admirado Aznar, aceptara ese “consenso”
cuando en ocho años (ocho, que se dice pronto), no hiciera nada.]
Créditos:
Extracto de lo manifestado por Federico
Jiménez Losantos, tomado de la página de internet del programa de ((esRadio (a partir del instante 15:49).
Extractos (desordenados) del capítulo I ¿Qué es la eugenesia?, de la obra de Gilbert
Keith Chesterton La eugenesia y otras
desgracias, según traducción de Aurora Rice, tomado de la edición realizada
en noviembre de 2012 por Espuela de Plata como número 10 de su colección Clásicos
y modernos (pp. 42-48), de la biblioteca del autor.
Excelente análisis. Peor que una mentira es siempre una media verdad...
ResponderEliminarCada día se oyen más opiniones de este tipo, como si, en vez de evolucionar, la Humanidad se estuviera encaminando a una involución... Me recuerda irresistiblemente al vitae necisque potestas del Derecho Romano. Lo siguiente puede ser reabrir la Roca Tarpeya...
Alawen, tanto como 'excelente', mujer,... Gracias, en todo caso.
ResponderEliminarSí, cada vez más opiniones. Por ejemplo, la "gran promesa blanca" de Feijóo, como denuncia hoy mismo Elentir.
Por cierto, no lo dejes caer y ya está; cuéntanos cosas sobre el vitae necisque potestas.
Sobre la Roca Tarpeya supongo que te refieres a Esparta, pero no descartemos la roca romana, pues unos cuantos desearían poder aplicar tal pena a quienes (según ellos dictaminen, claro) hayan cometido traición.
Un saludo.
"Excelente" y me quedo corta ;)
EliminarPara el Derecho Romano, el paterfamilias tenía, entre otros, ius vitae necisque, es decir, derecho sobre la vida y la muerte, de sus propios hijos, tal es así que se colocaba al hijo recién nacido a los pies del padre y si éste no lo recogía del suelo (en una ceremonia llamada sublatus) se entendía que no lo reconocía y podía ser abandonado para que muriera. El vitae necisque potestas también conllevaba que, en caso de haber cometido el hijo un delito grave, el padre podía matarlo.
Vaya rollo que he soltado, espero que sea de alguna utilidad. ;)
Por cierto, sobre la Roca Tarpeya, en Toledo también tenemos una... :D
Abrazos.