“Orión,
un cazador de Hiria, en Beocia, y el hombre más bello de todos los mortales,
era hijo de Posidón y Euríale. Llegando un día a Hiria, en Quíos, se enamoró de
Mérope, hija de Enopión y nieta de Dioniso. Enopión había prometido a Mérope en
matrimonio con Orión si conseguía liberar a la isla de las peligrosas bestias
salvajes que la infestaban, a lo cual él se dedicó con empeño llevando todas
las noches a Mérope las pieles de los animales que había matado. Pero cuando al
final acabó de cumplir su tarea, y la reclamó como esposa, Enopión sacó a
relucir que había rumores de leones, osos y lobos rondando aún por las colinas y
se negó a entregarle a su hija debido a que en realidad él mismo estaba
enamorado de ella.
(…)
Después
de visitar Delos en compañía de Eos, Orión regresó para vengarse de Enopión, al
cual, no obstante, no pudo encontrar en ningún lugar de Quíos porque se estaba
escondiendo en una cámara subterránea que le había construido Hefesto. Puso
rumbo a Creta pensando que Enopión podía haber huido allí buscando la
protección de su abuelo Minos, pero se encontró con Ártemis, que compartía con
él su pasión por la caza, y enseguida le convenció para que se olvidara de la
venganza y saliera a cazar con ella.
Para
entonces Apolo ya se había enterado de que Orión no sólo no había rechazado la
invitación de Eos a su lecho en la isla santa de Delos -la Aurora aún se
ruboriza cada día al recordar esta indiscreción-, sino que además se jactaba de
que iba a liberar toda la tierra de animales salvajes y monstruos. Así pues,
temiendo que su hermana Ártemis pudiera resultar tan voluble como Eos, Apolo se
dirigió a la Madre Tierra y, cotilleándole la vanidad de Orión, consiguió que
un monstruoso escorpión lo persiguiera. Orión atacó al escorpión primero con
flechas, luego con su espada, pero, al darse cuenta de que su coraza resistía
cualquier arma de los mortales, se tiró al mar y nadó en dirección a Delos,
donde esperaba que Eos le protegiese. Entonces Apolo llamó a Ártemis: «¿Ves esa
cosa negra que se ve ahí en el mar, a lo lejos, cerca de Ortigia? Es la cabeza
de un villano llamado Candaón, que acaba de seducir a Opis, una de tus
sacerdotisas hiperbóreas. ¡Te desafío a que lo atravieses con una de tus
flechas!». Candaón era el apodo beocio de Orión, pero Ártemis no lo sabía.
Apuntó certeramente, disparó, y, cuando salió nadando para recoger su presa,
descubrió que había atravesado a Orión por la cabeza. Con gran dolor imploró a Asclepio,
hijo de Apolo, que lo reviviera, y él accedió, pero fue destruido por el rayo
de Zeus antes de que pudiera completar su tarea. Entonces Árternis colocó la
imagen de Orión entre las estrellas, eternamente perseguido por Escorpión. Su
alma había descendido ya a los Campos de Asfódelos.”
Créditos:
Extracto del apartado dedicado a Orión, en Los mitos griegos, obra de Robert Graves, según traducción de
Esther Gómez Parro, tomado de la edición realizada por RBA para la colección distribuida
en kioscos Grandes obras de la cultura
(pp. 169-171), de la biblioteca del autor.
Fotografía del cuerpo central, el más
identificativo de la constelación de Orión,
con (de norte a sur y de este a oeste -o sea, de arriba a abajo, y de izquierda a derecha-), Betelgeuse y Bellatrix, en los hombros;
las Tres Marías en el cinturón; y Saiph y Rigel, pie -levantado- y rodilla,
respectivamente; y, entre éstas y el cinturón, las Nebulosas M43 de De Mairan,
y M42, de Orión, más brillante; esta noche, del autor.
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