viernes, 24 de enero de 2014

Cazador… ¡fotografiado!

Orión, un cazador de Hiria, en Beocia, y el hombre más bello de todos los mortales, era hijo de Posidón y Euríale. Llegando un día a Hiria, en Quíos, se enamoró de Mérope, hija de Enopión y nieta de Dioniso. Enopión había prometido a Mérope en matrimonio con Orión si conseguía liberar a la isla de las peligrosas bestias salvajes que la infestaban, a lo cual él se dedicó con empeño llevando todas las noches a Mérope las pieles de los animales que había matado. Pero cuando al final acabó de cumplir su tarea, y la reclamó como esposa, Enopión sacó a relucir que había rumores de leones, osos y lobos rondando aún por las colinas y se negó a entregarle a su hija debido a que en realidad él mismo estaba enamorado de ella.
(…)
Después de visitar Delos en compañía de Eos, Orión regresó para vengarse de Enopión, al cual, no obstante, no pudo encontrar en ningún lugar de Quíos porque se estaba escondiendo en una cámara subterránea que le había construido Hefesto. Puso rumbo a Creta pensando que Enopión podía haber huido allí buscando la protección de su abuelo Minos, pero se encontró con Ártemis, que compartía con él su pasión por la caza, y enseguida le convenció para que se olvidara de la venganza y saliera a cazar con ella.
Para entonces Apolo ya se había enterado de que Orión no sólo no había rechazado la invitación de Eos a su lecho en la isla santa de Delos -la Aurora aún se ruboriza cada día al recordar esta indiscreción-, sino que además se jactaba de que iba a liberar toda la tierra de animales salvajes y monstruos. Así pues, temiendo que su hermana Ártemis pudiera resultar tan voluble como Eos, Apolo se dirigió a la Madre Tierra y, cotilleándole la vanidad de Orión, consiguió que un monstruoso escorpión lo persiguiera. Orión atacó al escorpión primero con flechas, luego con su espada, pero, al darse cuenta de que su coraza resistía cualquier arma de los mortales, se tiró al mar y nadó en dirección a Delos, donde esperaba que Eos le protegiese. Entonces Apolo llamó a Ártemis: «¿Ves esa cosa negra que se ve ahí en el mar, a lo lejos, cerca de Ortigia? Es la cabeza de un villano llamado Candaón, que acaba de seducir a Opis, una de tus sacerdotisas hiperbóreas. ¡Te desafío a que lo atravieses con una de tus flechas!». Candaón era el apodo beocio de Orión, pero Ártemis no lo sabía. Apuntó certeramente, disparó, y, cuando salió nadando para recoger su presa, descubrió que había atravesado a Orión por la cabeza. Con gran dolor imploró a Asclepio, hijo de Apolo, que lo reviviera, y él accedió, pero fue destruido por el rayo de Zeus antes de que pudiera completar su tarea. Entonces Árternis colocó la imagen de Orión entre las estrellas, eternamente perseguido por Escorpión. Su alma había descendido ya a los Campos de Asfódelos.

Créditos:
Extracto del apartado dedicado a Orión, en Los mitos griegos, obra de Robert Graves, según traducción de Esther Gómez Parro, tomado de la edición realizada por RBA para la colección distribuida en kioscos Grandes obras de la cultura (pp. 169-171), de la biblioteca del autor.
Fotografía del cuerpo central, el más identificativo de la constelación de Orión, con (de norte a sur y de este a oeste -o sea, de arriba a abajo, y de izquierda a derecha-), Betelgeuse y Bellatrix, en los hombros; las Tres Marías en el cinturón; y Saiph y Rigel, pie -levantado- y rodilla, respectivamente; y, entre éstas y el cinturón, las Nebulosas M43 de De Mairan, y M42, de Orión, más brillante; esta noche, del autor.

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