“-
¡La vuelta al mundo! – murmuró.
-
En ochenta días –respondió el señor Fogg–. Así es que no tenemos un instante
que perder.
-
Pero ¿las maletas? –preguntó Passepartout, que balanceaba inconscientemente la
cabeza de derecha a izquierda.
- Nada
de maletas. Solo una bolsa de viaje. Ponga dentro dos camisas de lana y tres
pares de calcetines. Otro tanto para usted. Compraremos lo que sea necesario
por el camino.”
Cuando no podemos recurrir al sencillo
sistema de Phileas Fogg, preparar la maleta de cara a un viaje de unos días
necesariamente obliga a plantearnos una pregunta: «¿Qué tiempo va a hacer?».
Una de las ventajas de estos tiempos
modernos es que, además de que existen, son fácilmente accesibles las
previsiones meteorológicas, algo sumamente útil cuando se viaja. El problema surge
si dichas previsiones, continuamente revisadas, no terminan de apuntar con
claridad qué ambiente es el que cabe esperar.
Que si mucha lluvia o poca; que si muy
nublado o con algún claro; que si las temperaturas bajas o altas, normales o
anormales; que si algún amago de nieve, o nada en absoluto;… así las cosas, para
los primeros días del año decidí preparar la maleta recordando otro enero alemán.
El resultado no fue solamente el que se
aprecia en la gráfica de la temperatura de esos días. Con el añadido de que,
incluso, las mínimas fueron superiores a las máximas habituales.
El resultado, pues, fue que sobró la
mitad de lo que llevaba en la maleta. Pues no es excesiva exageración decir que
casi iba paseando por Fráncfort en mangas de camisa, disposición sólo alterada en
alguno de los breves momentos en que la débil llovizna pasó a escasa lluvia.
No obstante, sí se mantuvo cierto paralelismo
con el viaje de Berlín: si entonces la maleta ‘engordó’ unos trece kilos, en
esta ocasión lo hizo en unos quince.
«- ¿Qué lleva en la maleta? ¿Hormigón?
- No, libros.»
Créditos:
Extracto del capítulo IV En el que Phileas Fogg asombró a Passepartout,
su criado, de La vuelta al mundo en
ochenta días, de Julio Verne, según traducción de Javier Torrente Malvido,
en edición de Anaya de octubre de 2005 (pág. 32), de la biblioteca del autor.
Gráficos tomados de internet y de la página
de AccuWeather.
Traducción de la conversación,
aproximada, con el taxista cuando amablemente se ofreció a cargar la maleta en
el maletero.
Ja, ja... ¡Qué cuidado hay que tener con ese empeño que tienen las maletas por engordar..!
ResponderEliminarSaludos.