martes, 18 de septiembre de 2012

Y el fénix comenzó a aletear

Al acercarme al incendio, noté que éste había disminuido en intensidad, debido a la demolición de edificios y gracias a los socorros aportados por los obreros de los astilleros del Rey. En la iglesia vecina, sólo han ardido el cuadrante del reloj y una parte del pórtico. Desde lo alto del campanario, se presentó a mis ojos un espectáculo de desolación. Incendios por doquier: se consumían depósitos de aceite y azufre. Terminé por sentir miedo de permanener allí tanto tiempo y bajé lo más rápidamente posible. El fuego se extendía a lo lejos, infinitamente. En casa de Sir W. Pen comí un pedazo de carne fría, pues desde el domingo no había probado sino los restos de nuestro festín. Luego, partí a través de la ciudad. Calles enteras en cenizas. En la Bolsa, ni una estatua ni una columna quedaban en pie. Con mis suelas casi asadas a fuerza de caminar sobre carbones, llegué a Moorfields, atestado de infelices que se preocupaban de sus bienes. Es una suerte que haga buen tiempo, pues permanecen alli, a la intemperie, día y noche. Entré a beber algo y pagué dos peniques por un simple panecillo de un penique. De regresó, pasé por Cheapside y Newgate, totalmente destruidas, y delante de la mansión de los Joyce, abrasándose. Recogí, con la intención de conservarlo, un trozo de vidrio de la capilla, fundido y arrollado por el calor como un pergamino. Distinguí asimismo a un pobre gato, salido del agujero de una chimenea, con la piel íntegramente quemada y, sin embargo, vivo. Hemos alojado a los obreros de los astilleros en las oficinas y se les ha distribuido bebidas, pan y queso. Me acosté y dormí hasta medianoche. Es extraño lo largo que ha parecido el tiempo desde el domingo. Han sucedido tantas cosas y he dormido tan poco, que mi impresión es la de haber vivido una semana o aun más, e ignoro en qué día estamos.

Está aceptado que el día 5 de septiembre de 1666 marcó el final del Gran Incendio de Londres. Como podemos leer, Samuel Pepys pudo de hecho recorrer gran parte de la ciudad incendiada donde el fuego ya no avanzaba sino que se consumía en los edificios que aún no estaban reducidos a cenizas.

Me levanté a las cinco. Gracias a Dios, todo iba bien. En barca hasta el muelle de Saint Paul. Desde allí vi toda la ciudad incendiada. ¡Lamentable cuadro! Los techos de Saint Paul, hundidos y la masa del coro caída en la iglesia Santa Fe. Destruidos también el Colegio de Saint Paul, Ludgate, la calle Fleet, la residencia de mi padre, la iglesia y una buena parte del Temple. (…) Luego a casa de Sir W. Coventry, en Saint James. Estaba acostado en un lecho sin sábanas. Como yo y todo el mundo, había retirado su mobiliario. Confía en que este incendio no nos producirá disgustos, ya que el rumor público constinúa sospechando de los franceses y, por otra parte, el pueblo tiene grandes motivos de disconformidad. Pero las gentes están muy preocupadas poniéndose a salvo, ella y sus bienes, y por todas partes se observan milicias armadas.Me han dicho que nuestra flota fracasó en su búsqueda de los holandeses, pues el mal tiempo había separado a los adversarios. De allí al Cisne, a beber, y a casa., donde hallé todo en calma. Di la orden de limpiar la casa y me dirigí a Woolwich, donde almorcé con mi mujer. Volví tarde y me acosté en casa de Sir W. Pen, en una cama desprovista de cobijas y, por primera vez en mi vida, me metí en ella completamente desnudo. Dormí bastante bien. Pero, despierto o dormido, el fuego me inspira un pavor tal, que no tengo reposo en absoluto. La ciudad entera es un solo grito contra la estupidez del Lord Mayor, a quien se atribuye la responsabilidad del incendio.

Dos días más tarde, Pepys ya pudo dar “la orden de limpiar la casa”, señal de que, en lo posible, la vida londinense comenzaba a regresar a sus rutinas diarias.

Pocos años después, cerca del fatídico punto de inicio del Gran Incendio se erigiría un monumento en recuerdo a lo sucedido y en conmemoración de la capacidad de reconstrucción de la ciudad. Ese monumento es, sin más palabras, EL monumento: The Monument.

Entre las rutinas diarias, estaba la libertad de prensa. De hecho, si bien el mismo domingo, día 2, The London Gazette había podido informar del inicio del Gran Incendio (“About two a clock this morning a sudden and lamentable fire brake out in the city, beginning not far from Thames Street, near London Bridge, which continues still with great violence and hath already burnt down to the ground many houses thereabouts”), no fue hasta el sábado día 8, cuando, restablecido suficientemente el comercio en la ciudad, y en particular, el suministro de papel para el periódico, pudo volver a realizar una nueva edición.

Curiosamente, el día 8 es el primer día en el que Samuel Pepys, en su Diario, ya no hace ninguna referencia al Gran Incendio.

[Día 8 en el calendario juliano aún vigente entonces en Inglaterra; día 18 en el calendario gregoriano ya vigente en el mundo católico.]

Créditos:
Extractos de las anotaciones correspondientes a los días 5 y 7 de septiembre de 1666, de los Diarios de Samuel Pepys, según traducción de Norah Lacoste, tomada de la edición de la obra realizada por Editorial Renacimiento en 2003 (pp. 269 y 270-271)
Fotografías del busto de Samuel Pepys, en los jardines de Seething Lane, de la placa colocada en la cara occidental de la base del Monumento, y del Monumento, llegando desde Eastcheap, de septiembre de 2012, del autor.

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