“Todo
el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras. Al desplazarse la
humanidad desde oriente, hallaron una vega en el país de Senaar y allí se
establecieron. (…) Después dijeron: «Vamos a edificarnos una ciudad y una torre
con la cúspide en el cielo, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por
toda la faz de la tierra.»
Bajó
Yahvé a ver la ciudad y la torre que habían edificado los humanos, y pensó Yahvé:
«Todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y éste es el comienzo de su
obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible. Bajemos, pues, y,
una vez allí, confundamos su lenguaje, de modo que no se entiendan entre sí.» Y
desde aquel punto los desperdigó Yahvé por toda la faz de la tierra, y dejaron
de edificar la ciudad. Por eso se la llamó Babel, porque allí embrolló Yahvé el
lenguaje de todo el mundo, y desde allí los desperdigó Yahvé por toda la faz
de la tierra.”
Este embrollo quedó temporalmente
resuelto en Jerusalén, justo el día de Pentecostés:
“Residían
en Jerusalén hombres piadosos, venidos de todas las naciones que hay bajo el
cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor,
porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.”
Sin embargo, podría decirse que poco dura
la alegría en casa del pobre, y volvió de nuevo el ‘embrollo’ de los idiomas.
El Imperio Romano permitió, a través del
latín, que una parte importante de la población se entendiera entre sí con
independencia de su lugar de nacimiento. La consecuencia fue que incluso la
Iglesia adoptara dicho idioma como oficial suyo, promoviendo la traducción de
los distintos libros de la Biblia al latín.
“In
principio creavit Deus caelum et terram.”
Quien se encargó de dicha tarea fue San Jerónimo, quien dio forma a la Vulgata,
versión íntegra en latín de la Biblia, labor que le ha supuesto su consideración
como patrón de los traductores, y cuya festividad se celebra hoy.
Labor, la del traductor, que no es
habitualmente apreciada, y oficio que, como muchos otros, por desgracia se está
perdiendo.
Como se perdió la oportunidad en
Pentecostés, ya que no todos los que escucharon, hicieron caso, antes bien,
incluso se burlaron.
Créditos:
Extracto del Génesis (11, 1-9), tomado de la Nueva Biblia de Jerusalén, revisada y aumentada, editada en 1998
por Desclée De Brouwer.
Extracto de los Hechos de los Apóstoles (2, 5-6), tomado de la Nueva Biblia de Jerusalén, revisada y
aumentada, editada en 1998 por Desclée De Brouwer.
En el título, segunda parte del versículo
11, 6, y en el texto, inicio (1, 1), del Liber
Genesis, tomados de la Biblia Vulgata,
en edición de Colunga-Turrado, publicada por Biblioteca de Autores Cristianos
(duodécima edición, de 2005)
Fotografía de San Jerónimo,
talla de madera dorada y policromada de finales del siglo XV, de autor anónimo,
en el Museo de la Catedral de Valencia, de agosto de 2010, del autor.
"Todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y éste es el comienzo de su obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible..."
ResponderEliminarParece la base de un proyecto nacionalista.
Por cierto, es curioso que en los diccionarios de latín que he consultado solamente figura el término labium en el diciconario de latín litúrgico, pero con la traducción "labio", no "lengua".
En la edición de la Vulgata que tiene el Vaticano online sí que aparecen tanto labium como labii en el pasaje de la torre de Babel con el sentido de lengua. ;P