“Tomás Payne había compuesto, algunos
meses antes, un libro intitulado Derechos del hombre, obra de la cual naturalmente se deducía (concediéndoles los
principios en que la fundó) la necesidad de alterar la Constitución inglesa,
organizar de otra manera los Parlamentos, despojar al Rey de su autoridad, a
los nobles de sus privilegios, y alterar del todo el gobierno de este país. Publicóse
este libro, y se extendió con asombrosa rapidez por todas partes, en un tiempo
en que la revolución francesa ocupaba los ánimos. Temió el Gobierno la impresión
que podrían hacer en el público las máximas de Tomás Payne, prohibió su libro,
y fulminó una causa contra el autor (que se hallaba en Francia), como
perturbador del orden y tranquilidad pública. Fue su abogado Mr. Erskine,
miembro de la Cámara de los Comunes y uno de los del partido de la oposición;
habló con grande elocuencia a favor de su cliente.”
Hasta aquí, algo normal a finales del siglo XVIII y en Inglaterra. Pero la
cosa sigue.
“Los que asistieron a oír su alegato
le colmaron de elogios y vítores, quitaron los caballos de su coche, y la gente
le llevó en él hasta su casa, con grande alborozo y alegría.”
Como vemos, lo de quitar los caballos y que la gente haga el tiro de la
carroza no es algo propio de la estupidez
española, como algunos se empeñan en hacernos creer.
Al menos, en España, el caso más publicitado, el de Fernando VII, fue al
final de una guerra y a un Rey; en Londres, veinte años antes, lo fue tras un
discurso y a un… ¡abogado!
“A pesar de esto, la sentencia fue
contraria a Tomás Payne, y se le impuso el castigo que debía sufrir, como
libelista tumultuario, si alguna vez se restituyese a Inglaterra.”
Créditos:
Extractos del artículo IX del Cuaderno primero de Apuntaciones sueltas de Inglaterra, de Leandro Fernández de Moratín,
tomados de la edición realizada por Editorial Bruguera, como número 1.058 de su
colección Libro Amigo, en noviembre
de 1984 (pp. 12-13).
Fotografía de la berlina de gala de los Marqueses de Dos Aguas, conocida
como Carroza de las Ninfas, tomada de la página del Museo Nacional de Cerámica
y Artes Suntuarias González Martí, en
Valencia.
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