El Tribunal Supremo es el máximo tribunal español (según casos, todo hay que decirlo) en ver de un caso. En determinadas circunstancias, sus sentencias, o un grupo de ellas, sientan jurisprudencia, es decir, marcan cómo debe interpretarse, ante esas circunstancias, las leyes.
En su momento, el Tribunal era conocido por los propios de la profesión, y, naturalmente, por los afectados por los casos que a él llegaban, o se veían influidos por su jurisprudencia.
De un tiempo a esta parte, también ha ido siendo conocido por el común de los mortales (en España), ante la repercusión que han tenido sentencias suyas en los/algunos medios de comunicación.
Podría recordarse la contundencia con que fue sentenciado el llamado caso Atucha, sobre una cosa tan complicada relativa al Parlamento de Vasconia, que ni siquiera al propio Atucha le alcanzó el magín para cumplir la sentencia. Los Albertos constituyeron un dúo famoso, muy dinámico en algunas partituras, también objeto de una sentencia cuyo cumplimiento es realmente difícil. Los medios de comunicación también sufrieron la complejidad de las sentencias, como bien puede atestiguar Antena 3.
No es cuestión de recordar lo reciente de la sentencia sobre Bildu, ni lo sucedido con una disposición de un organismo similar en su ‘maximidad’, como es la Junta Electoral Central.
Por eso, ante esta prodigalidad de casos, reconforta la noticia de hace una semana.
Y es que, como dice el adagio, “Dura lex, sed lex”, y es cierto que en España tenemos sed de leyes que se apliquen.
Por eso, por fin, una sentencia del Tribunal Supremo que seguro, seguro, se acabará cumpliendo.
Ni que tan alto Tribunal se incline… todo el rato.
En su momento, el Tribunal era conocido por los propios de la profesión, y, naturalmente, por los afectados por los casos que a él llegaban, o se veían influidos por su jurisprudencia.
De un tiempo a esta parte, también ha ido siendo conocido por el común de los mortales (en España), ante la repercusión que han tenido sentencias suyas en los/algunos medios de comunicación.
Podría recordarse la contundencia con que fue sentenciado el llamado caso Atucha, sobre una cosa tan complicada relativa al Parlamento de Vasconia, que ni siquiera al propio Atucha le alcanzó el magín para cumplir la sentencia. Los Albertos constituyeron un dúo famoso, muy dinámico en algunas partituras, también objeto de una sentencia cuyo cumplimiento es realmente difícil. Los medios de comunicación también sufrieron la complejidad de las sentencias, como bien puede atestiguar Antena 3.
No es cuestión de recordar lo reciente de la sentencia sobre Bildu, ni lo sucedido con una disposición de un organismo similar en su ‘maximidad’, como es la Junta Electoral Central.
Por eso, ante esta prodigalidad de casos, reconforta la noticia de hace una semana.
Y es que, como dice el adagio, “Dura lex, sed lex”, y es cierto que en España tenemos sed de leyes que se apliquen.
Por eso, por fin, una sentencia del Tribunal Supremo que seguro, seguro, se acabará cumpliendo.
Ni que tan alto Tribunal se incline… todo el rato.
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